Los grandes reformadores: el impacto de Lutero, Calvino y Zwinglio en la historia

El mundo sería diferente si hace medio siglo teólogos como Lutero, Zwinglio y Calvino no hubieran iniciado un movimiento histórico que excedió el ámbito religioso para afectar el pensamiento y la cultura en general.

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El 31 de octubre de 1517, el monje agustino y profesor de la Universidad de Wittenberg Martin Lutero (1483-1546) envió al arzobispo de Maguncia y Magdeburgo noventa y cinco tesis que criticaban la venta de indulgencias para recaudar fondos para la construcción de la basílica de San Pedro en el Vaticano, y también, aunque estaban escritas en latín y por lo tanto eran inaccesibles al pueblo llano, las clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg, dando inicio, sin saberlo, a un proceso que, inicialmente teológico, se volvería eminentemente político.

De cuestionar los desvíos financieros del papado, Lutero pasó a cuestionar la autoridad del papa y el ritual religioso de la cristiandad. No parecía que un simple monje pudiera turbar el poder de Roma y del nuevo monarca del Sacro Imperio Romano Germano, Carlos V, defensor de la ortodoxia católica que esperaba intimidarlo, aunque su prédica le ganaba conversos entre los príncipes de varios estados alemanes, que le brindaban apoyo político y refugio contra persecuciones. A pedido del emperador, el papa León X (Juan de Médicis) excomulgó en 1520, sin lograr con ello que cambiase de parecer, al monje disidente, al cual, paciente todavía, Carlos V invitó en 1521 a comparecer, para retractarse, ante la Dieta de Worms, reunión de los principales ministros y asesores de la corte imperial celebrada con la grandiosidad y el despilfarro que precisamente deploraba Lutero, quien se ratificó en sus tesis y pasó a recibir protección de los príncipes alemanes, pues desafiar al emperador en su propia presencia generalmente tenia consecuencias letales.

¿Que movió a Lutero a iniciar un proceso de tal envergadura? 

No fueron sueños de trascendencia política o teológica. Lutero estaba más preocupado por su salvación, el papel de la Iglesia en ella y el estudio de las obras que pudieran ilustrarlo sobre el destino de su alma. No podía saber que su búsqueda personal terminaría cambiando la cultura de Occidente. En el proceso, cuestionó el papel del sacerdocio, de los sacramentos, de la interpretación de la Biblia, del bautismo y hasta de la Virgen María.

Lutero pronto tuvo adherentes en Suiza y Francia, como Ulrich Zwingli, de Zúrich, y Juan Calvino, francés residente en la ciudad fronteriza de Ginebra que encabezó la Reforma por la denominada «iglesia puritana», con casi inmediata extensión a Hungría y Escocia, desde donde llegaron a Boston, Masachusets, los llamados «pilgrims»; en Francia recibieron la denominación de hugonotes.

Los calvinistas son considerados los fundadores del capitalismo moderno por su doctrina de la predestinación, que afirmaba como única señal de haber sido elegido para la salvación la prosperidad personal, aunque con uso responsable de la riqueza. Por su parte, Zwinglio cuestionó, entre otros dogmas, la presencia de Cristo en la eucaristía y el papel de los sacerdotes como mediadores entre el feligrés y Dios. Hijo de campesinos, admirador de Platón y conocedor de Erasmo, inició un proceso de renovación personal que lo llevó a posiciones doctrinales cercanas a las de Lutero. Como predicador en Zúrich, luchó desde 1521 para que su ciudad y los cantones confederados se sumaran a sus ideas y lo logró en 1523: la misa en latín quedó suprimida, se retiraron las imágenes de las iglesias y se secularizaron los conventos.

La sencillez protestante, opuesta al barroco católico –arte de la Contrarreforma–, alcanzó incluso los cementerios. El de Plainpalais, en Ginebra, donde reposan los restos de Jorge Luis Borges a pocos metros de la tumba de Calvino, es todo un símbolo de austeridad.

Los efectos del movimiento protestante superaban toda expectativa. Debido a la concentración en la tarea de la Contrarreforma, al abdicar Carlos V y refugiarse en el Monasterio de Yuste, el imperio fue dividido: el trono germánico pasó a su hermano Fernando, y el de España, la posesión más poderosa de los Habsburgo en la plenitud del Siglo de Oro, a su hijo Felipe II. El último esfuerzo del papado y Carlos V por resolver la crisis religiosa fue un concilio en la ciudad libre italiana de Trento. Entre 1545 y 1563, los obispos presentaron dos posturas antagónicas: una tolerante con los protestantes, y otra adversa, que finalmente triunfó.

Por otro lado, Inglaterra puso en crisis la autoridad papal cuando Enrique VIII quiso divorciarse de su esposa católica, Catalina de Aragón, hermana del rey católico Felipe II. El papa no podía contrariar al trono español, y ante su negativa Enrique fundó la Iglesia Oficial Anglicana, que mezcla algo de protestantismo con ritual católico bajo la jefatura eclesiástica del monarca británico. En Francia, pese a los enfrentamientos dinásticos por la religión de los pretendientes al trono, se toleró a los hugonotes hasta que, entre el 23 y el 24 de agosto de 1572, se desató en París la masacre de San Bartolomé, conocida como «la noche de los cuchillos largos». España se convirtió en el centro de la reacción antiprotestante, la Contrarreforma. Cuando Iñigo López de Recalde, san Ignacio de Loyola, antiguo capitán imperial, fundó la Compañía de Jesús en Montmartre en 1534, los jesuitas se convirtieron en la gran orden de la Contrarreforma, aunque, como a menudo sucede, adoptaron muchas de las características de su principal opositor, el protestantismo.

Los jesuitas no rehúyen el estudio y la investigación, pese a su estricta disciplina vertical. Carlos Borromeo, jesuita que fundó en el siglo XVII un seminario para jóvenes suizos en Milán, figura en el santoral el 4 de noviembre, fecha de nacimiento de Carlos Antonio López, y en su homenaje la iglesia de la fortaleza de Humaitá lleva el nombre de San Carlos Borromeo.

Los frecuentes enfrentamientos condujeron a la Guerra de los 30 Años, conflicto entre los estados del Sacro Imperio Romano Germánico partidarios de la Reforma y los partidarios de la Contrarreforma que la intervención de otras potencias gradualmente convirtió en una guerra en toda Europa que dejó exhaustas arcas y poblaciones. Algún tratado era menester, por lo que se iniciaron negociaciones que llevaron al primer acuerdo multilateral de gran alcance en la historia: la Paz de Westfalia, de 1648, que básicamente se resume en el principio de la libertad religiosa.

El movimiento protestante dividió Europa, permaneciendo luteranos Dinamarca, Suecia y el norte alemán; Suiza y el sur alemán, divididos entre seguidores de Calvino y de Zwinglio, aunque algunos cantones suizos, como Lucerna, son católicos romanos y entre sus jóvenes se reclutan los miembros de la Guardia Suiza encargada de la seguridad del papa.

El Concilio Vaticano II adoptó cuatro siglos después muchas innovaciones protestantes, como la misa en idiomas vernáculos, la música profana y la presencia del celebrante de frente a los feligreses, entre otras. Siguen las tratativas para algún tipo de acuerdo entre los ritos cristianos bajo un rótulo ecuménico, y la coexistencia es hoy pacífica y fructífera.

beagbosio@gmail.com

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