Los escalones de la misoginia

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Ha concluido la primera temporada de una de las mejores series del año. Se trata de The Deuce, producida por HBO, cuyo tema central es el mundo de la prostitución y de la industria porno en los años setenta y ochenta en Nueva York. El epicentro es Times Square, donde se vivía peligrosamente antes de que pasara a ser un parque temático con atracciones para toda la familia.

En una primera lectura el espectador puede quedarse solo con las escenas muy subidas de tono, el lenguaje procaz y los desnudos integrales. Pero The Deuce sobre todo es, tal y como ha apuntado la publicación Wired en un artículo muy acertado, una reflexión sobre el sexo como parte de la rueda del mercado de la oferta y la demanda con las mujeres como producto de intercambio en un gremio en el que –sin apenas regulaciones que protejan a quienes ofrecen estos servicios– acaban siendo víctimas de todo tipo de abusos por parte de los proxenetas, los clientes y hasta las fuerzas del orden.

Por momentos resulta duro ver The Deuce por la crudeza con que retrata (sin entrar en disquisiciones morales) ese submundo en el que el sexo es pura transacción comercial y las mujeres van y vienen de los camastros y los sórdidos rodajes de filmes porno como meros objetos que tarde o temprano son desechables. Mientras veía la primera entrega de esta serie que plasma una época no tan lejana sobre una industria que no ha desaparecido, sino que se ha transformado en la era del consumo voraz por Internet, estallaba el escándalo de los presuntos abusos sexuales por parte de hombres poderosos en Hollywood. Un escándalo que se extiende a las esferas políticas, empresariales y periodísticas.

El avispero de los acosos sexuales, las amenazas no tan veladas a cambio de sexo y las encerronas en despachos, restaurantes y hoteles ha salpicado a una institución tan venerable como NPR –la mejor fuente de información y análisis en Estados Unidos– con el despido fulminante de su director de noticias, Michael Oreskes, a quien la sombra de su conducta indebida seguía desde sus tiempos en el New York Times y persistió en una redacción cuyo ambiente, según muchos de sus empleados, era tóxico por las supuestas insinuaciones sexuales de Oreskes.

Las denuncias que se destaparon hace semanas en torno al productor de cine Harvey Weinstein y que no cesan, ahora afectan a una legión de hombres de la realeza hollywoodiense que por igual osaban acosar a jovencitas o jovencitos. Asimismo, en toda clase de ámbitos laborales el género masculino tiembla por la cantidad de comentarios y actos sexistas que plagan una sociedad predominantemente dirigida desde las altas instancias por machos con un exceso de testosterona, libido y, sobre todo, falta de moral para comprender que a estas alturas los bajos instintos hay que reprimirlos porque la permisividad hacia este tipo de comportamiento es cada vez menor, imponiéndose el principio de «cero tolerancia».

Difícilmente las mujeres podrán librarse del todo de la perniciosa cosificación que seduce e incluso excita a tantos hombres. De hecho, en estos días abundan los comentarios entre varones de a pie, y también famosos con techo de cristal como Woody Allen, que consideran que se ha desatado una «caza de brujas». Irónicamente, el victimario de pronto se siente víctima al ser sorprendido en la vieja y persistente práctica de los chistes gruesos, las manos largas o las miradas lascivas, por hablar solamente de las faltas menores y no del acoso flagrante, que puede incluir violencia.

Recomiendo ver la serie creada por George Pelecanos y David Simon porque de modo descarnado y sin tapujos muestra a la mujer como la mercancía carnal que los hombres explotan en la lucrativa industria del sexo. Es el último escalón de la misoginia que reduce a la mujer a mero objeto de goce, placer y también descarte cuando su valor absoluto (que está ligado a su físico) declina. The Deuce es la versión X de un asedio que está presente en escenarios aparentemente inofensivos y aptos para todos los públicos.

[©FIRMAS PRESS] 

@ginamontaner

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