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La literatura paraguaya, cenicienta en la historia de las letras del continente durante centurias y balbuceando ingenuidades hasta muy entrado el siglo XX, tiene hoy una realidad estimable y, sobre todo, un potencial que sustenta aun mayores esperanzas.
Hay muchas razones que podrían explicar de alguna manera la tardía aparición de una literatura representativa de nuestro país: el aislamiento geográfico y mental, la oralidad incrustada en nuestro estilo de comunicación, la tradición política que castigó con la cárcel, el exilio o la muerte a quienes reivindicaban la libertad de pensamiento y de expresión (fundamentos de una literatura de calidad), la sistemática resistencia de la mayoría de nuestros gobernantes a la difusión de expresiones culturales; una educación ineficiente y más bien alienante, el analfabetismo (el absoluto y el funcional) diseminado por nuestra geografía humana, la inoperancia e intrascendencia de ciertas pequeñas élites intelectuales de carácter excluyente que se diluían en la caldera de su propia soberbia y no influían en la formación de ciudadanía; la falta de tránsito, de parte de la gente, por el hábito de la lectura. Donde se lee poco se escribe poco... y mal.
Donde se lee poco se piensa poco... y mal. Donde se lee poco se comunica poco... y mal. Donde se lee poco no hay crecimiento humano integral ni es posible un desarrollo social acabado. Son reglas inexorables, incontestables. En buena medida este panorama se ha ido disipando, por lo que la luz del entendimiento fue asomándose. Primero con fulgores intermitentes, pero hoy ya como un faro pleno de energía.
El incontrovertible testimonio de una nueva condición en la literatura nacional (por denominarla de alguna manera sin ningún dejo chauvinista) es la aparición de la Biblioteca Popular de Autores Paraguayos, una nueva concreción de altísimo valor cultural para nuestra sociedad, debido a la creatividad de la Editorial El Lector, sustentada por la fuerza distributiva del diario ABC Color.
Son 26 libros los que componen esta colección de títulos y autores, clásicos y actuales. Todos ellos representativos de épocas y circunstancias precisas, y que son como espejos en los que se reflejan todas las dimensiones y los rostros del Paraguay.
La literatura tiene la capacidad de introducirse en el alma humana hasta profundidades a las que las ciencias antropológicas
y sociológicas no llegan. Por lo tanto, de la mano de un buen escritor, es capaz de reflejar conductas, acciones, reacciones, comportamientos, actitudes, acontecimientos, relaciones y tendencias, desde una perspectiva inmejorable para ajustar su visión a la compleja realidad no siempre percibida por los científicos.
La literatura paraguaya, madurada lentamente a partir de la notable y feliz influencia del español Rafael Barrett hasta entrar en la consideración internacional a través de Gabriel Casaccia y Augusto Roa Bastos, alcanzó el grado de reflejo fiel de nuestras circunstancias, emergiendo de los estrechos lindes del costumbrismo inconducente, del folclorisismo superficial y de las obsolescencias edulcoradas.
Cuatro fueron los títulos, con el presentado hoy domingo, lanzados hasta el momento en el marco de esta Biblioteca: Cuentos breves, de Rafael Barrett, La quema de Judas, de Mario Halley Mora; Angola y otros cuentos, de Helio Vera, y Función patronal, de Alcibiades González Delvalle.
EL TESTIMONIO DE BARRETT
Llegado al Paraguay a finales de diciembre de 1904 como corresponsal de un diario argentino en la cobertura de la revolución que ese año llevó a los liberales al poder, pronto Barrett inició su labor de analista de realidades en periódicos locales. Sus punzantes comentarios le ganaron la malquerencia de las autoridades e incluso de ciertos intelectuales comprometidos con el poder. Sin embargo, nadie pudo dejar de admirar la belleza de su prosa.
Sus textos límpidos y claros trascendieron el tiempo por la profundidad de su significado connotativo y por su concepción estética. Quizá en tiempos de Barrett pocos se dieron cuenta de que estaban ante la piedra angular de la literatura paraguaya, pero esa condición le fue reconocida posteriormente.
El gran reconocimiento le vino de parte de Augusto Roa Bastos. "Barrett nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos de hoy, nos introdujo vertiginosamente en la luz rasante y al mismo tiempo nebulosa, casi fantasmagórica de la realidad que delira, de sus mitos y contramitos históricos, sociales y culturales", afirmó el Premio Cervantes 1989.
De acuerdo con el análisis de Francisco Pérez- Maricevich, de Barrett parte la concepción del realismo crítico en la visión de la materia narrativa y son precisamente sus cuentos breves "los que revelan su notable don estético para la construcción del relato".
LA LITERATURA MACIZA DE MARIO HALLEY MORA
Mario Halley Mora es sin lugar a dudas una de las figuras referenciales de la literatura paraguaya. Desde que comenzó su producción en la dramaturgia, a mediados de la década de 1950, se caracterizó tanto por su fecundidad como por la calidad de sus obras. En 1965, luego de una relativamente larga trayectoria como celebrado autor teatral, incursionó en la narrativa con una primera novela: La quema de Judas. Con ella se le abrió a Halley Mora una ancha vía para iniciar un itinerario que pocos narradores paraguayos habían intentado hasta entonces: la novela urbana, aquella que tiene a la ciudad de Asunción como una protagonista a veces oculta o a veces imperante, que marca caracteres en los personajes de la obra y determina factores y circunstancias en la acción o la sicología de la gente.
Quizá la mayor fortaleza de este escritor nacido en Coronel Oviedo en 1926 es su enorme capacidad para describir los caracteres síquicos y espirituales de los protagonistas de sus obras. Halley Mora se caracterizó por su notable condición de observador y eso determinó su literatura. Generalmente no se detenía en especificaciones físicas cuando hablaba de un actor de sus novelas o sus cuentos, como lo hacía cuando se refería a sus condiciones sicológicas. Sus protagonistas son generalmente personas de una intensa vida interior impregnadas por el ambiente urbano que marca un cúmulo de hechos concluyentes.
Conocido como un individuo introvertido, Halley Mora proyectó esa introversión en muchas de sus criaturas de ficción, a las que sumergió en una quietud externa que disfrazaba una extraordinaria dinámica mental.
LA GRAN NARRATIVA DE HELIO VERA
En 1984, con la aparición de Angola y otros cuentos, Helio Vera irrumpió en la narrativa con una fuerza singular. Son pocos los escritores que lograron una posición tan sólida en la literatura de un país con su primer libro, tal como lo hizo Helio con esta colección de estupendos cuentos a la que agregó, en una segunda tirada, "Destinadas", ganadora de una de las ediciones del concurso "Néstor Romero Valdovinos" del diario HOY.
Con una temática llamativa que cruza por la historia, los mitos, las leyendas y personajes reconocibles de nuestra cotidianeidad; con una inquietud que transita entre el realismo mágico, la ironía fina, el humor negro, y con una estética que se erige sobre el valor inconmovible de la palabra, Helio Vera ha construido a lo largo de su carrera, tanto con sus cuentos como con sus ensayos, una obra que lo llevó a constituirse en uno de los grandes escritores paraguayos, referente ineludible de esta literatura que encuentra en él a uno de sus más consolidados ejes.
La publicación de Angola y otros cuentos ha sido, sin lugar a dudas, uno de los aciertos plausibles de El Lector y ABC Color en esta primera etapa de cuatro libros de La Biblioteca Popular de Autores Paraguayos.
LA NOVELA DE GONZÁLEZ DELVALLE
El cuarto libro presentado por la Biblioteca, hoy domingo, justamente, es Función patronal, la novela de Alcibiades González Delvalle, la única que publicó hasta el momento, pero también una pieza de presencia ineludible al hacer un recuento de la novelística de nuestro país. Por otro lado, la edición de esta obra es oportuna, pues las dos ediciones publicadas por la legendaria y desaparecida NAPA (Narrativa Paraguaya), de Juan Bautista Rivarola Matto, están totalmente agotadas y difícilmente los jóvenes hubieran podido acceder a esta estupenda obra sin el volumen distribuido hoy.
Considerada por Francisco Pérez-Maricevich como "una gran metáfora del Paraguay", Función patronal es una especie de fresco en el que es fácil descubrir las connotaciones puntuales que desliza el autor a lo largo del texto. Escrita a finales de los años 70 (su primera edición data de 1980), hay que tener muy en cuenta el contexto histórico en el que fue concebida y el ambiente que rodeaba a Alcibiades González Delvalle en aquel momento, un ambiente cargado de presiones y amenazas de parte de un gobierno que veía en él a uno de sus enemigos más detestables. No hay que olvidar que Alcibiades, en aquellos años, horadaba desde las páginas de ABC Color la "granítica" piel del régimen con sus artículos que describían una realidad negada por el oficialismo y alejada de la idea de "paz y progreso" con que la propaganda inundaba el ambiente.
Función patronal, que toma un pueblito innominado para representar en pequeña escala al Paraguay todo, es una novela que no debe faltar en la biblioteca de ningún paraguayo que quiera entender lo que pasaba en nuestro país no mucho tiempo atrás. En un primer balance, la Biblioteca Popular de Autores Paraguayos nos ha presentado dos obras de autores ya desaparecidos y dos de escritores que todavía siguen produciendo y que seguramente continuarán brindando grandes obras a la literatura de nuestro país.
Hay una gratificante sensación de que estamos en presencia de una inmensa obra a favor de la cultura del Paraguay: esta colección de libros que contribuye a sustentar la idea que nos regocija: la literatura paraguaya existe. Es muy joven, pero existe.
Bernardo Neri Farina
Hay muchas razones que podrían explicar de alguna manera la tardía aparición de una literatura representativa de nuestro país: el aislamiento geográfico y mental, la oralidad incrustada en nuestro estilo de comunicación, la tradición política que castigó con la cárcel, el exilio o la muerte a quienes reivindicaban la libertad de pensamiento y de expresión (fundamentos de una literatura de calidad), la sistemática resistencia de la mayoría de nuestros gobernantes a la difusión de expresiones culturales; una educación ineficiente y más bien alienante, el analfabetismo (el absoluto y el funcional) diseminado por nuestra geografía humana, la inoperancia e intrascendencia de ciertas pequeñas élites intelectuales de carácter excluyente que se diluían en la caldera de su propia soberbia y no influían en la formación de ciudadanía; la falta de tránsito, de parte de la gente, por el hábito de la lectura. Donde se lee poco se escribe poco... y mal.
Donde se lee poco se piensa poco... y mal. Donde se lee poco se comunica poco... y mal. Donde se lee poco no hay crecimiento humano integral ni es posible un desarrollo social acabado. Son reglas inexorables, incontestables. En buena medida este panorama se ha ido disipando, por lo que la luz del entendimiento fue asomándose. Primero con fulgores intermitentes, pero hoy ya como un faro pleno de energía.
El incontrovertible testimonio de una nueva condición en la literatura nacional (por denominarla de alguna manera sin ningún dejo chauvinista) es la aparición de la Biblioteca Popular de Autores Paraguayos, una nueva concreción de altísimo valor cultural para nuestra sociedad, debido a la creatividad de la Editorial El Lector, sustentada por la fuerza distributiva del diario ABC Color.
Son 26 libros los que componen esta colección de títulos y autores, clásicos y actuales. Todos ellos representativos de épocas y circunstancias precisas, y que son como espejos en los que se reflejan todas las dimensiones y los rostros del Paraguay.
La literatura tiene la capacidad de introducirse en el alma humana hasta profundidades a las que las ciencias antropológicas
y sociológicas no llegan. Por lo tanto, de la mano de un buen escritor, es capaz de reflejar conductas, acciones, reacciones, comportamientos, actitudes, acontecimientos, relaciones y tendencias, desde una perspectiva inmejorable para ajustar su visión a la compleja realidad no siempre percibida por los científicos.
La literatura paraguaya, madurada lentamente a partir de la notable y feliz influencia del español Rafael Barrett hasta entrar en la consideración internacional a través de Gabriel Casaccia y Augusto Roa Bastos, alcanzó el grado de reflejo fiel de nuestras circunstancias, emergiendo de los estrechos lindes del costumbrismo inconducente, del folclorisismo superficial y de las obsolescencias edulcoradas.
Cuatro fueron los títulos, con el presentado hoy domingo, lanzados hasta el momento en el marco de esta Biblioteca: Cuentos breves, de Rafael Barrett, La quema de Judas, de Mario Halley Mora; Angola y otros cuentos, de Helio Vera, y Función patronal, de Alcibiades González Delvalle.
EL TESTIMONIO DE BARRETT
Llegado al Paraguay a finales de diciembre de 1904 como corresponsal de un diario argentino en la cobertura de la revolución que ese año llevó a los liberales al poder, pronto Barrett inició su labor de analista de realidades en periódicos locales. Sus punzantes comentarios le ganaron la malquerencia de las autoridades e incluso de ciertos intelectuales comprometidos con el poder. Sin embargo, nadie pudo dejar de admirar la belleza de su prosa.
Sus textos límpidos y claros trascendieron el tiempo por la profundidad de su significado connotativo y por su concepción estética. Quizá en tiempos de Barrett pocos se dieron cuenta de que estaban ante la piedra angular de la literatura paraguaya, pero esa condición le fue reconocida posteriormente.
El gran reconocimiento le vino de parte de Augusto Roa Bastos. "Barrett nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos de hoy, nos introdujo vertiginosamente en la luz rasante y al mismo tiempo nebulosa, casi fantasmagórica de la realidad que delira, de sus mitos y contramitos históricos, sociales y culturales", afirmó el Premio Cervantes 1989.
De acuerdo con el análisis de Francisco Pérez- Maricevich, de Barrett parte la concepción del realismo crítico en la visión de la materia narrativa y son precisamente sus cuentos breves "los que revelan su notable don estético para la construcción del relato".
LA LITERATURA MACIZA DE MARIO HALLEY MORA
Mario Halley Mora es sin lugar a dudas una de las figuras referenciales de la literatura paraguaya. Desde que comenzó su producción en la dramaturgia, a mediados de la década de 1950, se caracterizó tanto por su fecundidad como por la calidad de sus obras. En 1965, luego de una relativamente larga trayectoria como celebrado autor teatral, incursionó en la narrativa con una primera novela: La quema de Judas. Con ella se le abrió a Halley Mora una ancha vía para iniciar un itinerario que pocos narradores paraguayos habían intentado hasta entonces: la novela urbana, aquella que tiene a la ciudad de Asunción como una protagonista a veces oculta o a veces imperante, que marca caracteres en los personajes de la obra y determina factores y circunstancias en la acción o la sicología de la gente.
Quizá la mayor fortaleza de este escritor nacido en Coronel Oviedo en 1926 es su enorme capacidad para describir los caracteres síquicos y espirituales de los protagonistas de sus obras. Halley Mora se caracterizó por su notable condición de observador y eso determinó su literatura. Generalmente no se detenía en especificaciones físicas cuando hablaba de un actor de sus novelas o sus cuentos, como lo hacía cuando se refería a sus condiciones sicológicas. Sus protagonistas son generalmente personas de una intensa vida interior impregnadas por el ambiente urbano que marca un cúmulo de hechos concluyentes.
Conocido como un individuo introvertido, Halley Mora proyectó esa introversión en muchas de sus criaturas de ficción, a las que sumergió en una quietud externa que disfrazaba una extraordinaria dinámica mental.
LA GRAN NARRATIVA DE HELIO VERA
En 1984, con la aparición de Angola y otros cuentos, Helio Vera irrumpió en la narrativa con una fuerza singular. Son pocos los escritores que lograron una posición tan sólida en la literatura de un país con su primer libro, tal como lo hizo Helio con esta colección de estupendos cuentos a la que agregó, en una segunda tirada, "Destinadas", ganadora de una de las ediciones del concurso "Néstor Romero Valdovinos" del diario HOY.
Con una temática llamativa que cruza por la historia, los mitos, las leyendas y personajes reconocibles de nuestra cotidianeidad; con una inquietud que transita entre el realismo mágico, la ironía fina, el humor negro, y con una estética que se erige sobre el valor inconmovible de la palabra, Helio Vera ha construido a lo largo de su carrera, tanto con sus cuentos como con sus ensayos, una obra que lo llevó a constituirse en uno de los grandes escritores paraguayos, referente ineludible de esta literatura que encuentra en él a uno de sus más consolidados ejes.
La publicación de Angola y otros cuentos ha sido, sin lugar a dudas, uno de los aciertos plausibles de El Lector y ABC Color en esta primera etapa de cuatro libros de La Biblioteca Popular de Autores Paraguayos.
LA NOVELA DE GONZÁLEZ DELVALLE
El cuarto libro presentado por la Biblioteca, hoy domingo, justamente, es Función patronal, la novela de Alcibiades González Delvalle, la única que publicó hasta el momento, pero también una pieza de presencia ineludible al hacer un recuento de la novelística de nuestro país. Por otro lado, la edición de esta obra es oportuna, pues las dos ediciones publicadas por la legendaria y desaparecida NAPA (Narrativa Paraguaya), de Juan Bautista Rivarola Matto, están totalmente agotadas y difícilmente los jóvenes hubieran podido acceder a esta estupenda obra sin el volumen distribuido hoy.
Considerada por Francisco Pérez-Maricevich como "una gran metáfora del Paraguay", Función patronal es una especie de fresco en el que es fácil descubrir las connotaciones puntuales que desliza el autor a lo largo del texto. Escrita a finales de los años 70 (su primera edición data de 1980), hay que tener muy en cuenta el contexto histórico en el que fue concebida y el ambiente que rodeaba a Alcibiades González Delvalle en aquel momento, un ambiente cargado de presiones y amenazas de parte de un gobierno que veía en él a uno de sus enemigos más detestables. No hay que olvidar que Alcibiades, en aquellos años, horadaba desde las páginas de ABC Color la "granítica" piel del régimen con sus artículos que describían una realidad negada por el oficialismo y alejada de la idea de "paz y progreso" con que la propaganda inundaba el ambiente.
Función patronal, que toma un pueblito innominado para representar en pequeña escala al Paraguay todo, es una novela que no debe faltar en la biblioteca de ningún paraguayo que quiera entender lo que pasaba en nuestro país no mucho tiempo atrás. En un primer balance, la Biblioteca Popular de Autores Paraguayos nos ha presentado dos obras de autores ya desaparecidos y dos de escritores que todavía siguen produciendo y que seguramente continuarán brindando grandes obras a la literatura de nuestro país.
Hay una gratificante sensación de que estamos en presencia de una inmensa obra a favor de la cultura del Paraguay: esta colección de libros que contribuye a sustentar la idea que nos regocija: la literatura paraguaya existe. Es muy joven, pero existe.
Bernardo Neri Farina