Leer poesía es un hábito peligroso

El prestigioso poeta, sociólogo e ingeniero valenciano Rafael Soler ha venido a presentar una antología de su obra poética en el Paraguay. Es autor de los libros Las cartas que debía, Maneras de volver, entre otros.

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Ha sido galardonado en numerosos certámenes literarios. “La poesía es vida y la vida siempre te atropella”, dice. Hay cierta verdad, sospecho, en su expresión.

¿Cuáles deben ser los mensajes del poeta?

Los que nacen de su hondón, de su temblor, de sus dudas y de su verdad.

Dice Randall Jarrell que un buen poeta es “alguien que, pasando una vida entera en el exterior expuesto a todas las tormentas, consigue hacerse fulminar cuatro o cinco veces por un rayo”. Tiene razón. Es a la intemperie, desprovisto y en soledad, donde encuentra a veces el poeta algo digno de ser contado, por universal y auténtico. Solo entonces su verdad es la de todos.

Una verdad, sus versos, acompañada de silencios que hablen al lector de los temas eternos, siempre renovados: amor, solidaridad, belleza, incertidumbre,
muerte.

¿Cuáles son los poetas que deben ser leídos por los que se inician en la poesía? ¿Un poeta nace o se hace? ¿Dónde acaba el talento y empiezan las destrezas?

Leer poesía es un hábito peligroso, porque crea una adicción incurable. El escritor, cualquier escritor, necesita la lluvia fina de la lectura y el poeta más. Cualquier edad es buena, cualquier texto vale, cualquier autor es siempre un hermano que tiene algo que enseñarte. Si llegas a un libro con humildad, eres mejor al terminarlo.

Yo me inicié con Tagore, Vallejo. Tardé años en recuperarme de Trilce. Con Neruda, con Lorca, pasé a los clásicos, descubrí a Bukowski. Hay tantos. La poesía es vida y la vida siempre te atropella.

¿Hacia dónde va la literatura en España?

Vivimos un momento de gran efervescencia, con jóvenes de mucho talento arriesgando a la búsqueda de voz propia. La severa crisis económica es, ya, una crisis de profundo calado social y ello tendrá reflejo en los versos por venir. Trascender lo cotidiano, ahí el compromiso de muchos poetas que en este mismo instante andan a la busca de un verso mayor incandescente.

Como ingeniero ¿qué similitudes encuentra entre la ingeniería y la literatura?

Pues no lo sé, la verdad. Yo soy circunstancialmente ingeniero, vocacionalmente sociólogo y esencialmente escritor, que es una manera un poco solemne de explicar mi parar en este mundo que me ha tocado vivir, pero que se ajusta bien a la verdad. Como profesor, eso de tener tres trajes me viene muy bien y suelo ir un poco de trapillo, algo que agradecen los alumnos porque hace las clases más amenas. Yo enseño urbanismo y con la que está cayendo en nuestro país tengo el imperativo moral de formarles en valores éticos y de servicio a la comunidad; y algo tan trascendente se transmite mejor desde la cercanía, bajando de la tarima y de los enunciados rimbombantes, que es a lo que llamo ir de trapillo como profe.

Como sociólogo, ¿cómo ve la sociedad actual?

Desalentada, desorientada y desconcertada.

¿Cree que hay esperanza para que la sociedad cambie hacia formas más justas y equitativas de vivir?

La sociedad civil necesita espacios de encuentro que no tiene para recuperar su imprescindible protagonismo, respirar, recuperar el control y empezar a construir un modelo distinto, basado en el gobierno por los mejores al servicio del interés colectivo. Para ello hay que empezar en los entornos próximos a cada ciudadano, favoreciendo los debates que realmente importan, y un proyecto educativo a largo plazo basado en el esfuerzo y la excelencia.

CONSTE EN ACTA

A quien corresponda lego mi petaca
mi manual para perder al póker
y los zapatos que compré en París
y que todos los viernes me abandonan
a mis deudos el cortés beneficio del olvido
a Lucas otra ronda
al notario que hizo acta y mantel de mi inocencia
el curso de alemán de tapas verdes
y contenido inescrutable
a la Bolsa disculpas
a mi orilla los pies que necesite para aliviar el luto
consuelo a mi butaca
y el nombre que no puse al río que nació conmigo
lego mi tos y mi dieta al primero que aparezca
y a mis tres hijos la lluvia
para que crucen indemnes el otoño
y sus besos de agua
repentinos
limpien de tristeza la frente de los cuatro.

Rafael Soler

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