"Las memorias del escorpión", por Efraín Enríquez Gamón

Fue presentado recientemente, bajo la edición de “El Lector”, el libro “Las memorias del escorpión”, de Efraín Enríquez Gamón. Estamos ante una obra que resulta ser la autobiografía apócrifa, por así decirlo, del único líder, General de Ejército, Alfredo Stroessner. A Efraín Enríquez Gamón, dotado de un peculiar sentido político y social para comprender el extraño influjo que el dictador, hoy en el destierro, supo ejercer sobre la masa burocrática y campesina, le bastó una chispa, quizás, que a otro no lo iluminó, para escribir “las memorias” del tirano.

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Y se ha puesto nomás a escribir sobre el gobierno de Stroessner (nacido bajo el signo de escorpio), como si fuera el mismo dictador. Stroessner no hubiera podido hacerlo, de ninguna manera
(Recordemos que jamás redactó un sólo discurso de los miles que leía en las tarimas, pues no tenía cabeza para la redacción).

El dictador, que llenó de sicofantes (delatores) el Paraguay, sabía quiénes lo seguían adulonamente, y quiénes veían en él al único líder. No se le escapa al autor de “Las memorias del escorpión”, las mil y una anécdotas registradas a lo largo del gobierno de Stroessner.

Así, nos venimos a enterar, entre otras cosas, que intentó ponerse en contacto con el espíritu de gente fallecida, que iba los fines de semana a algunos lugares alejados, y cuanto más alejados, mejor, en una suerte de “retiro espiritual”. En sus “retiros” le hacían siempre compañía púberes damitas selectamente escogidas por sus amigos.

Aprovecho la oportunidad para comentar que Enríquez Gamón cuenta que embarazó a muchas doncellas del interior del país a quienes no se les conocía pretendientes. En uno de sus “retiros”, y recién llegado a un sitio paradisíaco, donde ya lo aguardaban sus amigotes, cayó en la cuenta de que había olvidado su sombrero en el avión. “¡Olvidé mi sombrero!”, dijo; mágica frase: sus palabras provocaron una estampida entre sus correligionarios, quienes peleaban, en una tromba torbellinesca, por ser el primero en llegar y recoger el bendito sombrero, para entregárselo al jefe.

Cuenta el autor que Stroessner instauró el “cuñadazgo”. Siempre favorecía a quienes fueron sus amantes con un marido que él mismo se encargaba, cuidadosamente, de escoger.

Más allá de numerosas visiones tragicómicas que desfilan ante los ojos del lector, y de muchos detalles que eran, antes de la aparición de este libro, cosa nunca sabida, Efraín Enríquez Gamón nos muestra cómo el dictador se valió de la debilidad de los partidos de oposición para asegurarse una falsa democracia. Nos hace recordar a nosotros mismos, atrapados por sus tentáculos infinitos, incapaces de cuchichear siquiera sobre él, pues su sombra siniestra se prolongaba en todos los lugares a través de sus famosos pyragués.

Capacitado para meterse en la personalidad del paraguayo “informante”, el autor enumera los tipos de pyragués que asfixiaban políticamente al Paraguay en los tiempos de la dictadura.

Algunas casos que Efraín Enríquez Gamón cuenta son verdaderas primicias. Varios protagonistas de los sucesos aún viven, y son fácilmente identificables, pues somos mayoría los que conocemos quiénes treparon durante el gobierno stronista.

Lo que hace interesante, a mi entender, la lectura, es el perfil sicológico del dictador, que bien conoce el autor del libro. Estamos ante la “primera autobiografía” del tiranosaurio.
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