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EL VIOLENTO SIGLO DEL CAPITÁN BOZZANO
Surcado por ríos de sangre, sacudido por estruendo de cañones, el violento siglo XX, con la pugna entre Paraguay y Bolivia por el Chaco Boreal, asistió a uno de los conflictos bélicos más importantes desarrollados en América del Sur entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda: la Guerra del Chaco (1932-1935). Cuando Paraguay enfrentaba la posibilidad de una contienda armada con Bolivia, y cuando esta por fin estalló, entre aquellos que más activamente contribuyeron, primero a su preparación, entre 1929 y 1932, y luego, a partir de 1932 y durante todo el transcurso de la guerra, a su defensa, estuvo el capitán de Navío de la Armada del Paraguay José Alfredo Bozzano Baglietto.
José Bozzano, nacido en el barrio de Loma San Jerónimo, de Asunción, el 7 de diciembre de 1895 (en algunas fuentes, el 17 de diciembre de 1896), era hijo del armador naviero José Bozzano, venido a Paraguay de Varazze, Liguria, y de Benedicta Baglietto, argentina. Los Bozzano eran constructores navales y algunos habían venido ya en el siglo XIX a Paraguay a trabajar en su oficio. José Bozzano entró en 1917 en la Armada como guardiamarina, en 1918 fue destinado a los Arsenales, diseñó allí embarcaciones y aparatos, el gobierno del presidente Montero lo envió al Instituto Tecnológico de Massachusetts en 1919, egresó en 1924 como arquitecto e ingeniero naval, con un posgrado en Ingeniería Aeronáutica en 1925, siguió mientras tanto cursos en la Escuela de Guerra Naval, Connecticut, y en la Quinta Base Naval y Aérea, Hampton Roads, y volvió como arquitecto e ingeniero Naval, máster en Ingeniería Aeronáutica y piloto aviador naval en 1925 a Paraguay.
Uno de los motivos de la relevancia histórica de la Guerra del Chaco es expuesto de modo muy claro por el capitán Bozzano: «El enemigo nos trajo una guerra en la que el material, en todas sus formas, constituía el factor decisivo. Aquella fue la primera guerra, en todas las Américas, donde las comunicaciones, el transporte mecánico, la aviación, la radio, el tanque, el lanzallamas y las minas entraban en acción como consecuencia de la mecánica industria» (José A. Bozzano: Reminiscencias, Asunción, Casa Editorial Toledo, 1962, p. 43).
LOS PRESAGIOS DE GUERRA Y LOS PREPARATIVOS
El periodo posterior a la Primera Guerra Mundial está marcado en Paraguay por las luchas internas del partido gobernante, las protestas obreras y estudiantiles y un sistemático avance de Bolivia en el Chaco, del cual, en el breve gobierno de Luis A. Riart, se toma conciencia, con lo que se hace consciente también la necesidad de preparar una defensa.
Las primeras décadas del siglo XX, sabido es, fueron en nuestro país de guerras civiles, y , por su intervención en los conflictos internos, el Ejército fue una institución bastante afectada por la inestabilidad política. Señala la historiadora Liliana Brezzo que «la estructura militar como el parque de guerra fueron desquiciados una y otra vez en las repetidas revoluciones y golpes militares que asolaron el país desde 1870 a 1922» (El Paraguay a comienzos del siglo XX, 1900-1932, Asunción, El Lector, Colección La Gran Historia del Paraguay 9, 2010, p. 92).
Luis Riart, en 1924, durante su presidencia provisional, empezó a preocuparse por la desorganización castrense, y en esto fue seguido por los presidentes posteriores. Su plan de reorganizar las Fuerzas Armadas y adquirir armamento, municiones y equipos se comenzó a aplicar bajo la presidencia de su sucesor, Eligio Ayala (1924-1928), con él, Riart, como ministro de Guerra y Marina. Se iniciaron cursos en la Escuela Superior de Guerra, se contrataron misiones militares de Francia y Argentina y en 1931 se incorporaron al Ejército dos flamantes cañoneros: el Paraguay y el Humaitá.
ESPIONAJE EN LONDRES Y VIOLENCIA MODERNA
A fines de la década loca, de los Roaring Twenties británicos, tan intensos en el Londres del Point Counter Point (1928) de Huxley, concretamente entre 1928 y 1929, José Bozzano, entonces teniente segundo de marina, era espía y hacía informes como tal desde esa ciudad, donde, cuenta en sus Reminiscencias (Asunción, Casa Editorial Toledo, 1962), averiguó «lo que los bolivianos habían comprado: artillería, cañones, obuses, aviones, ametralladoras livianas y pesadas, proyectiles para artillería y ametralladoras, gas mostaza en botellones y tanques de asalto livianos». «Nuestro torvo enemigo», escribe Bozzano en ese libro, «se nos vino al ataque con un concepto pleno de la guerra moderna».
Ya había pasado la «Gran Guerra», y, aunque aún no se llamaba la «Primera», la grandeza épica ya era un sueño roto en la aterrada y ebria joven modernidad de aquellos años, y las adquisiciones de Bolivia tuvieron que dejarle en claro a Bozzano que el enfrentamiento sería, como él mismo escribe, una «guerra técnica moderna a base de armamento mecánico; armas automáticas, aviación, tanques, lanzallamas», con los antiguos ideales heroicos tal vez no del todo extintos, pero sí en segundo plano: «era indudable que las acciones no se desarrollarían únicamente con bayonetas, sables, caballos y lanzas. La lucha sería moderna. El valor personal no sería (…) el factor decisivo de la contienda» (José Bozzano: Reminiscencias, Asunción, Casa Editorial Toledo, 1962, p. 11).
LOS GUERREROS GEMELOS Y SUS DÍAS DE GLORIA
La importancia del río Paraguay en la defensa del territorio chaqueño y la necesidad de la Armada paraguaya de dominar esa vía fluvial eran tenidos en cuenta desde hacía tiempo, y no es raro que el entonces guardiamarina Bozzano llevara a Estados Unidos los planos de dos buques de guerra que había diseñado y los hiciera eje de sus estudios de Arquitectura e Ingeniería Naval en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Cuando volvió a Paraguay en 1925, y ante la cada vez más real posibilidad de guerra con Bolivia, el presidente Eligio Ayala y su ministro de Guerra y Marina, Luis A. Riart, aprobaron los planos de los dos cañoneros y enviaron a su autor a Europa para concretar su fabricación.
Fueron hechos en Génova, en los astilleros de Nicolo Odero. Bozzano supervisó in situ su construcción. El Boletín del Centro Naval de Argentina escribió sobre estas embarcaciones, que fueron bautizadas como el Paraguay y el Humaitá: «Son consideradas como las naves más modernas y perfectas en su género, pues tanto en su poder ofensivo como defensivo, han sido aplicados los adelantos últimos de la ingeniería naval» («Crónica Extranjera. Paraguay», Boletín del Centro Naval, tomo XLVIII, número 487, 1931, p. 833).
Se hicieron a la mar desde el puerto de Génova, se adentraron en el océano, se perdieron poco a poco en lontananza, surcaron durante varios meses los oleajes que separaban el viejo mundo del nuevo, y llegaron a Asunción el 5 de mayo de 1931. Mucho tiempo después, en un artículo publicado en la década de 1960 («Actuación de la Armada antes y durante la contienda chaqueña», Revista de la Armada Nacional, Asunción, Armada Nacional, año XV, número 81, 1963, p.44), un José Bozzano anciano ya, con nostálgico pero firme, tajante orgullo retrospectivo, escribiría que, juntos, el Paraguay y el Humaitá «hubieran podido hacer frente a cualquier escuadrón naval de aquella época».
juliansorel20@gmail.com