La Universidad Nacional a los 124 años de su fundación

La muy deseada institución de estudios terciarios, que nos fuera denegada repetidamente durante toda la colonia, finalmente pudo ser creada por ley de la República el 24 de setiembre de 1889. Pero hasta eso se hizo cuesta arriba. La fundación de la universidad decana del país tuvo que superar primeramente un veto presidencial por falta de fondos.

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El primer proyecto de ley

La idea de la creación de la universidad y el proyecto de ley respectivo se debió a los desvelos del senador José Segundo Decoud, quien quería aprovechar el remanente del boom económico causado por la venta de las tierras y yerbales públicos a partir de 1883 bajo la presidencia del general Bernardino Caballero, cuyo principal ministro era Decoud en la Cancillería. La venta del patrimonio había generado fondos gubernamentales que en otros casos fueron utilizados para gastos comunes e infraestructura, en un país devastado por la reciente Guerra de la Triple Alianza.

La fundación de la universidad, no obstante, sería un paso magistral hacia el futuro, permitiendo la continuación de la educación secundaria lograda a partir de la fundación del Colegio Nacional de la Capital en enero de 1877, proyecto que perteneció al Dr. Benjamín Aceval y se concretó bajo la presidencia de Juan Bautista Gill. De hecho, ni bien egresaron los primeros bachilleres, ya el gobierno de Caballero se había preocupado en ofrecerles educación possecundaria con la apertura de la Escuela de Derecho en 1883. Por falta de organización administrativa, esta escuela no tuvo un arraigo en la sociedad y fue substituida por la novel universidad.

Un poco de historia

Es interesante acotar que tanto Caballero como Gill fueron guerreros de López y actuaron con gran arrojo en la sangrienta contienda de la Guerra Guasu (1865-1870). Recién en junio de 1876 las tropas del Imperio del Brasil desocuparon Asunción. En tanto los argentinos continuaron dos años más en la Villa Occidental, que debieron abandonar gracias al Laudo Hayes, favorable al Paraguay. Las tribulaciones económicas en nuestra patria eran un problema acuciante. A la injerencia de los vencedores, el desmembramiento de nuestro territorio y los miles de muertos, se sumaban la avidez de los acreedores de los empréstitos británicos y las múltiples revueltas armadas, propiciadas tanto por el Brasil como por la Argentina, que exacerbaban los ánimos de los sobrevivientes del exterminio, incitándolos al enfrentamiento armado. Así, de forma lamentable, aprovechando la desorientación y el descontento reinantes, instigaron las discordias y a quienes no pudieron matar en los campos de batalla los hicieron eliminarse mutuamente. Los compañeros de ayer, los imbatibles combatientes del setenta, se transformaron en enemigos acérrimos. De esas pugnas surgen los dos principales partidos políticos, antes inexistentes. El Partido Colorado y el Partido Liberal, apoyados entre bambalinas uno por Brasil y el otro por Argentina.

Surge la Generación del 900

Aparte de Decoud, la universidad le debió también su auspicioso inicio a la sapiencia y sentido del deber del doctor Ramón Zubizarreta, ciudadano español que tomó el cargo de rector y desde ahí encaminó a la nueva institución hacia su florecimiento. La sociedad estaba lista para ello y la mejor prueba es que de entre sus primeros egresados se reclutaron la mayoría de los distinguidos miembros de la célebre Generación del 900, que marcaron rumbos en creación literaria, producción histórica y un auge en materia educativa.

Un voto por la cultura

El presidente durante 1886-1890 fue el general Patricio Escobar, también un héroe de la Guerra Grande, quien estaba consciente de la necesidad de llevar adelante la fundación de la universidad, pero el inicio de la gran recesión, posboom de la venta de las tierras fiscales, le hizo vetar la ley, a la espera de mejores finanzas a futuro. No obstante, en el Senado, el presidente pro tempore, senador Bernardino Caballero, y su colega parlamentario José Segundo Decoud propiciaron el rechazo al veto, a pesar de ser del mismo Partido Colorado del presidente Escobar y aliados políticos de este. La responsabilidad de gobernar obligó a todos ellos a actuar de acuerdo a su conciencia.

Escobar promulga una ley de enseñanza primaria obligatoria. En 1887 crea el Consejo Nacional de Educación y la Biblioteca Nacional. Establece Colegios Nacionales de Villa Rica, Encarnación, Pilar y Concepción. El 20 de junio de 1888, se reabre la Escuela de Derecho. Y el 24 de setiembre de 1889, se funda la Universidad Nacional.

Entretelones subliminales

Y si bien los esfuerzos de los paraguayos por consolidar una República independiente y soberana nunca decayeron, la Argentina, sutilmente, trenzó los lazos al inmiscuirse para “ayudar” en el área de la educación. Así, Domingo Faustino Sarmiento, quien había dicho “hay que matar a los paraguayos en el vientre de sus madres”, exiliado por los caprichosos vaivenes de la política porteña, vino a vivir al Paraguay, donde todos los días se dirigía caminando al Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública para desde ese sitio regir todo lo relativo al área de educación. Entre las medidas tomadas por Sarmiento estuvo la prohibición del idioma guaraní en las escuelas. Los mejores maestros fueron entonces becados a la Argentina. Sarmiento falleció en Asunción, en setiembre de 1888, y la gente se quejaba de que se estudiaban más las efemérides argentinas que las nuestras. No hace falta ser muy perspicaz para percatarse de que la historia reciente, relativa a la Gran Guerra, la escribieron los vencedores y nos hicieron aprender como cierta su versión de la conflagración armada.

En cuanto al tema educativo que nos ocupa, en 1890 retornaron de Buenos Aires, donde habían estado estudiando, las brillantes educadoras Adela y Celsa Speratti, que organizaron la Escuela de Preceptoras, posteriormente llamada Escuela Normal.

Se concreta un ambicioso proyecto

Aquel año de 1889, se concreta por fin el ambicioso proyecto: la Universidad Nacional se inicia con una Facultad de Derecho y una de Medicina. Tanto los maestros como los profesores, directores del Colegio Nacional de la Capital, decanos o rectores eran personas idóneas, de sólida formación intelectual. Se puso tanto énfasis en promover la cultura que el sueldo del director del Colegio Nacional era el segundo luego del presidente de la República.

Los primeros egresados alcanzaron mucho renombre. A partir de ahí, la universidad sería imprescindible para una carrera destacada en la sociedad, y muchos de los más relevantes intelectuales y políticos pasaron por sus aulas, como Blas Garay, Cecilio Báez, Eusebio y Eligio Ayala, Manuel Domínguez y Fulgencio R. Moreno, entre otros.

A partir de su misma fundación, la Universidad Nacional pasó a ofrecer al país sus líderes políticos e intelectuales. En lo primero con la competencia de las fuerzas armadas. Se fueron luego sumando facultades hasta conformar hoy en día una universidad diversa con un campus central y varias facultades descentralizadas. Y si bien contamos con destacados profesionales cuyo renombre resuena en el extranjero, quienes ejercen la docencia casi como un apostolado, queda todavía pendiente, sin embargo, una verdadera profesionalización del cuerpo docente, aunque ya se tienen algunos cargos de tiempo completo que aún resultan insuficientes para los requerimientos del mundo moderno, en cuanto a dedicación a la enseñanza, capacitación del estudiante con miras a la proyección mundial, formación del pensamiento crítico y a la mayormente ausente área dedicada a la investigación.

Editor: Alcibiades González Delvalle - alcibiades@abc.com.py

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