"La tejedora de ñandutí" cumple 50 años

Se memora este año el 50° aniversario del estreno de la primera zarzuela paraguaya, "La tejedora de ñandutí". Este acontecimiento nos remite a la época gloriosa del Teatro Municipal y de un público que sostuvo con su aplauso un movimiento artístico que "amenazaba" vivir para siempre.

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El talento del dramaturgo Manuel Frutos Pane, unido al del compositor Juan Carlos Moreno González, dio como resultado, en nuestro país, un nuevo género artístico que se metió con fuerza en el gusto popular. No obstante, sólo vivió unos 20 años. Los últimos fueron una lenta y dolorosa agonía.

Esta misma suerte había corrido otra pujante corriente artística, la velada, que reclutó a algunos de los más aplaudidos libretistas, músicos, poetas, comediantes, cantantes, magos. Eran artistas itinerantes. Recorrían el país en ómnibus, a pie, a caballo, en carretas. Actuaban en escenarios improvisados sin más decorados ni telones que sábanas añadidas. Y sin más iluminación que los faroles "Petromax" o los últimos rayos del sol. Pero nada más hacía falta. El talento de los artistas bastaba para convertir el escenario (una carreta, algunos tablones sobre tambores, unos metros cuadrados de césped) en un teatro de lujo, porque los artistas eran de lujo. Algunos de ellos: Félix Fernández, Darío Gómez Serrato, Emilio Bobadilla Cáceres, José L. Melgarejo, Blanquita Villalba, Juan Bernabé, Máxima Lugo, Dora del Cerro, Diosnel Chase, Santiago Cortesi, José Ka´i.

Entre músicas, danzas, números de magia, recitados, se representaban dos o tres comedias breves -habladas generalmente en guaraní- a las que denominaban "pasos de comedia". Extrañamente, así se llamaban las obras fundacionales del teatro español en el siglo XVI.

No sabemos los motivos que hicieron decaer y luego morir las veladas. Cuando la defunción se produjo, muchos de sus protagonistas todavía estaban íntegros para seguir en la tarea. Este movimiento tuvo lugar entre las décadas del 40 y 60. Después de un largo silencio, Diosnel Chase intentó revivir las veladas, pero el público ya nada quiso saber de ellas. Hoy, a duras penas, José Ka´i sostiene, ya no el movimiento, sino su sombra que también se va borrando.


LA DEFUNCION DE LA ZARZUELA

De la zarzuela sí sabemos la causa de su estancamiento y posterior silencio. En los años 60 los grupos que actuaban en el Teatro Municipal se declararon en huelga por el manejo irregular de la sala. Para levantarla, los teatristas presentaron al intendente municipal, general Manuel Brítez, algunas condiciones que fueron enteramente aceptadas. Entre ellas, la cesión gratuita del teatro a los elencos, que aplaudieron de pie el gesto de la Comuna. Pero la alegría duró poco. La exigencia fue un error descomunal por el que se pagó un alto precio. La primera consecuencia fue la multiplicación de los elencos. En rigor, eran las mismas personas que actuaban en distintas compañías, sólo que una o dos veces al año cumplían con el sueño del elenco propio. El uso gratuito de la sala minimizaba el riesgo económico.

Antes de la gratuidad, los elencos se regían por el democrático sistema de los puntajes. Si había saldos en caja -luego de deducir gastos- se distribuían según la categoría de actores y actrices: de primera, de segunda, de tercera.

Con las nuevas condiciones, las cabezas de los elencos se animaron a convertirse en empresarios. Suprimieron los porcentajes y pagaron a sus compañeros una suma fija por actuación. Como arriesgaban un capital del que carecían, acudieron al sencillo expediente de abaratar el costo del espectáculo, incluyendo la calidad de las obras.

En 1959, cuando el estreno de "María Pacurí", el Ateneo Paraguayo -que contaba con los mejores actores y actrices de la época- tenía a disposición la sala, por lo menos un par de meses, requisito indispensable para contar con 60 ó 70 personas en escena, a las que había que abonar diaria o semanalmente. Sólo así era posible presentar la zarzuela con todo el rigor artístico y causar en el público un soberbio impacto.

Aparecieron otros autores y otros elencos. Oscar Barreto Aguayo -la estrella de "María Pacurí", junto con Kikina Zarza- formó su propio elenco con el que acertó grandes éxitos.
Frente a las muchas compañías que disputaban a codazos el Municipal, las temporadas se redujeron entre 10 y 12 días para cada elenco. Como toda empresa comercial que desea sobrevivir, la disminución de los gastos comenzó con la reducción del personal.
Las zarzuelas, que contaban en sus inicios por lo menos con 30 músicos, 40 cantantes y bailarines, comenzaron a disminuir en cada nueva puesta hasta menos de una tercera parte. El público se sintió burlado y dejó de asistir al teatro. Así terminó un proyecto artístico que intentó expresar una parte de nuestra identidad cultural.

Con motivo del 50° aniversario de "La tejedora de ñandutí", y el Teatro Municipal calentando los motores para arrancar en un par de meses, es posible que nuestro público reviva el encanto de un género que murió en las tablas, pero sigue vivo en el gusto popular.
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