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La muerte estuvo de juerga el fin de semana pasado. Viernes, sábado y domingo. Derek, Chuck y Bernie. Poesía, rock y cómic. Walcott, Berry y Wrightson. Literatura, música y artes visuales. Tres pájaros de un tiro.
Walcott y Berry tuvieron largas vidas; pero Bernie Wrightson murió antes de tiempo; aunque era viejo, aún dibujaba bien; es la única muerte triste de este trío fúnebre. Se despidió y se retiró en enero: cáncer de cerebro. Siniestro, porque siempre le gustó dibujar cabezas y cráneos, y contaba la aparición de un personaje nocturno cuando él tenía cuatro años: la llamaba The Headless Woman, la Mujer sin Cabeza.
Fue muy precoz. Comenzó en DC Comics a los veintipocos tacos. Cuando cerró la fábrica en que trabajaba, su padre, obrero, se hizo chofer de colectivo. De eso tuvo que vivir hasta el fin de sus días. Su madre se colocaba de secretaria en oficinas. Trabajaban duro todo el día. Por eso Bernie no fue a la universidad, ni estudió nunca dibujo ni pintura. Era autodidacta. Salió directo del colegio a trabajar. Aprendió viendo un programa de televisión que enseñaba a dibujar a los niños.
Hijo de pobres. Que no tenían plata para comprarle juguetes, pero no importaba, porque por dos centavos el quiosquero del barrio alquilaba cómics, y él leía vorazmente. Gran lector, apenas pudo hacer sus propios proyectos, quiso ilustrar a Lovecraft, a Poe, a Mary Shelley. Tenía una bella cualidad: entreveraba el horror con el humor. Era fecundo en crear monstruos amables.
Era un miércoles regido por el Escorpión, Norman Mailer acababa de lanzar The Naked and the Dead, Truman se sentaba en el sillón presidencial de la Casa Blanca, el Macbeth de Orson Welles llevaba tres semanas en cartelera y sonaban los hits One has my name (The other has my heart), de Jimmy Wakely, y On a slow boat to China, de Kay Kyser & His Orchestra, cuando, en el Hospital Monte Sinaí de Baltimore, en el estado de Maryland, una extraña criatura cobró vida entre sobrecogedores alaridos.
Lejos estaban Bernard y Bertha de sospechar que el recién nacido ese 27 de octubre de 1948 traía de contrabando una legión de monstruos a los que con el tiempo daría forma visible.
Por los días en los que la criatura abría sus rugosos ojos de neonato, William, hijo del fundador de EC Comics, Max Gaines, muerto en un accidente de lancha un año atrás, daba un nuevo giro al sello, cuyas siglas pasaron a significar, de Educational Comics (idea de Max), Entertainment Comics (idea de Will).
Bernard era obrero, pero cuando la fábrica quebró se hizo colectivero. Bertha era secretaria. Trabajaban duro el día entero para poder llevar comida a casa, pero al menos Bernie no necesitaba juguetes, porque había venido a este mundo con una endemoniada imaginación, que decidiría su destino. Y le bastaban dos centavos para alquilar cómics en la tienda de dulces y leer hasta empacharse.
A los dieciocho años, en 1966, Bernie entró a trabajar en un almacén; hacía carteles, anuncios, folletos y catálogos. Meses después, entró a The Baltimore Sun. Allí, de nueve de la mañana a cinco de la tarde, retocó fotos, ilustró artículos, dibujó mapas... Mientras, hizo un cómic de ocho páginas, «Uncle Bill’s Barrell», que trataba con humor un tema terrorífico, como sería su hábito. Y en una convención de cómic en Nueva York, se lo enseñó a Dick Giordano, editor de DC Comics, que empezó a darle encargos como colaborador para este sello.
Así, en el número 92 (junio-julio de 1971) de House of Secrets, revista de DC, la viscosa blasfemia llamada Swamp Thing hizo su putrefacto debut. Para entonces, «The Man Who Murdered Himself», el primer trabajo profesional de historietas de Bernie, con guión de Marv Wolfman, ya había aparecido en el número 179 (marzo-abril de 1969) de House of Mystery, también de DC Comics.
Siguió una larga carrera. Tapas, para editoriales como Ace y Lancer, de libros de Edgar Rice Burroughs y Robert E. Howard (su representación del Conan de este último marcó la pauta a los ilustradores posteriores). Óleos para Christopher Enterprises, la empresa de ilustraciones, cuadros, portafolios y afiches de género fantástico de Christopher Zavisa y Christopher Holth. Cómics para DC, Marvel, Dark Horse, dibujos para historietas de Batman, The Punisher, Hulk…
Para Warren Publishing, Bernie llevó a cómic en blanco y negro cuentos de Édgar Allan Poe (el primero, «The Black Cat», salió en el número 62, mayo de 1974, de Creepy) y H. P. Lovecraft (destaca «Cool Air», en el número 62, enero de 1975, de Eerie) y guiones originales (como «Nightfall», las pesadillas de un pequeño reverso oscuro del Little Nemo de Winsor McCay, con guión de Bill DuBay, en el número 60, septiembre de 1974, de Eerie).
En 1975, alquiló, con Jeff Jones, Michael Kaluta y Barry Windsor-Smith, un almacén abandonado en un duodécimo piso en Manhattan para hacer cómic independiente y todo lo que quisieran. Lo llamaron The Studio. Bernie llegaba a eso de las diez de la mañana y solía quedarse hasta las siete u ocho de la tarde.
Jones era de naturaleza matinal, Barry trabajaba del mediodía a la medianoche y Kaluta prefería la madrugada. Bernie hizo cuarenta ilustraciones de su Frankenstein en ese lugar. Para editar sus obras, crearon Tyrannosaurus Press. En 1978, dejaron el lugar, y Dragon’s Dream recogió al año siguiente parte de las obras allí perpetradas por los cuatro amigotes en el libro The Studio.
Bernie hizo muchísimas cosas. Portadas de álbumes de bandas como Meat Loaf, diseño de personajes de filmes como Land of the Dead (2005), Ghost Rider (2007) y otras... Ah, y probó la actuación en When Zombies Attack!! (2001). Luego de Creepshow, filme con el que Stephen King se inició como guionista (y actor: interpreta al protagonista de uno de los cinco relatos) y que Bernie llevó a cómic, colaboró otras veces con King.
En 1983, Zavisa, ahora en Land of Enchantment, les pidió un calendario: King hizo un texto, y Bernie una ilustración, para cada mes; al final, lo que salió fue Cycle of the Werewolf, una novela corta de King con doce ilustraciones en blanco y negro y doce en color de Bernie. King escribió el prólogo del Frankenstein de Bernie que Marvel editó ese año, y Bernie ilustró, entre otras obras de King, la quinta entrega de su serie Dark Tower, Wolves of the Calla.
El panteón gráfico de los terrores de la cultura moderna se remonta a esos distópicos escenarios dieciochescos que son las ruinosas cárceles de Piranesi, y su deshumanizado imaginario cruza mil fantasmagorías para llegar a nosotros con ráfagas de locura.
En él no pueden faltar las cincuenta soberbias ilustraciones a pluma y tinta del Frankenstein de Mary Shelley, a las que Bernie dedicó siete años, si bien es más conocido por haberse confabulado con el neoyorquino guionista de cómic Len Wein para crear Swamp Thing, La Cosa del Pantano.
Surgida de los fangos de Lousiana, se suma al turbio universo del Deep South, que reúne obras y autores de literatura, cine, cómic e incluso videojuegos –como la última entrega de la saga Resident Evil, reseñada aquí (El Suplemento Cultural, domingo 26 de febrero del 2017)–, y tanto de la cultura popular como de la tradición literaria forjada por escritores como Harper Lee, McCullers o Faulkner, todos ellos obsesionados con las vidas marginales, el universo descarriado de la locura y lo monstruoso y la degradación física y moral de individuos y comunidades.
A ese mundo pertenece por trágico derecho La Cosa del Pantano, mórbida y triste fábula de algo que otrora fue humano, rota armazón recorrida por los confusos recuerdos de una consciencia ya extinta.
En 1982, Bernie ilustró la versión cómic del filme de horror y humor negro del mismo año Creepshow, dirigido por George A. Romero y escrito –tres relatos exprofeso para la película y dos adaptados por el mismo autor– por Stephen King. El filme celebra los cómics de terror de la década de 1950, sobre todo los de EC, que marcaron a Bernie.
El relato-marco –que encierra y enlaza las cinco historias– es el de Billy, niño castigado por su padre, que lo sorprende leyendo un número de Creepshow, cómic que relata lo que pasa en el filme. Cada parte del filme se abre con las páginas correspondientes del cómic. En ingenioso y vicioso círculo, el cómic del homenaje cinematográfico al cómic termina ilustrado por uno de sus grandes lectores, primero, y de sus grandes autores, después.
Bernie podría haber sido el niño que leía Creepshow en la película. Es uno de los típicos cómics editados por EC en la década de 1950, cuando iba a la tienda de dulces y revistas del barrio. En esos días, el psicólogo criminalista Fredric Wertham se ganó el respeto de la comunidad científica con «Horror in the Nursery» y «Psychopathology of Comic Books», artículos publicados, respectivamente, en Collier’s Weekly y American Journal of Psychotherapy, ambos en 1948.
En 1954 su libro Seduction of the Innocent relacionó la delincuencia juvenil con los cómics por su influencia en la mente de adolescentes y niños. La opinión del doctor Wertham y otros científicos fue seriamente considerada por el gobierno, ante lo cual los editores formaron la Comics Magazine Association y su órgano de censura interna para prever censuras externas, la Comics Code Authority.
Fue paradójico que las normas de la CCA resultaran para EC imposibles de cumplir, ya que fue Will Gaines quien convocó a sus colegas a agruparse ante esa crisis. Gaines dejó la asociación y se negó a aceptar la censura de la CCA; pero los distribuidores se negaron a repartir, a su vez, publicaciones de EC. Fue el fin de una era.
Christopher Zavisa reunió testimonios y trabajos de Bernie en Berni Wrightson: A look back (Bernie firmó «Berni Wrightson» un tiempo para evitar confusiones con un atleta y tocayo. De ahí el título del libro). Bernie cuenta ahí que, a los cuatro años, recibió tres visitas de la Mujer sin Cabeza, The Headless Woman.
Las primeras dos noches, ella subió a su dormitorio y buscó algo en los cajones. La tercera, fue a su cama, se inclinó a buscar bajo el colchón y Bernie vio su cuello seccionado, la tráquea, los vasos sanguíneos, las vértebras y los músculos que a esa edad desconocía, lo cual de adulto lo llevó a dudar de que hubiera sido solo un sueño.
Es raro recordar la visita del fantasma decapitado ahora que ha muerto tras luchar contra un tumor cerebral. Señalar esta coincidencia es chocante e incluso de mal gusto, pero en eso participa de cierta veta mórbida del género de terror que lo tuvo entre sus maestros.
Por otra parte, ese sueño, que un guionista lúgubre podría presentar como premonitorio, decidió la atracción por el lado oscuro de la realidad que Bernie conservó toda la vida y que hizo de él el artista que admiramos.
Este año vio el retiro definitivo y forzoso de Bernie Wrightson del mundo de la ilustración y del cómic, anunciado públicamente en enero. La razón, macabra y penosa cifra de miedos contemporáneos, como tantas fantasías ilustradas por él, esta vez no era fantasía, sino cáncer.
Pero si algo sabemos los amantes del género es que, bajo su aparente irrealidad, los terrores de la fantasía siempre hablan en el fondo de realidades, y que a ellas deben todo su poder.
Bibliografía
Stephen King (guión) y Bernie Wrightson (ilustraciones): Creepshow, Nueva York, Plume - Penguin Books, 1982, 64 pp.
Len Wein (guión) y Bernie Wrightson (ilustraciones): La Cosa del Pantano, prólogo de Javier Coma, Barcelona, Toutain, Colección «Creepy Presenta…», 1983, 115 pp.
Bernie Wrightson: Frankenstein, Nueva York, Marvel Comics, 1983, 256 pp.
Stephen King (ilustraciones de Bernie Wrightson): Cycle of the Werewolf, Nueva York, Land of Enchantment, 1983, 127 pp.
Christopher Zavisa: Berni Wrightson: A Look Back, San Francisco, Underwood-Miller, 1991, 360 pp.
Revista Flash-Back, nº 5, Especial III Jornadas del Cómic de San Sebastián, dedicado a Bernie Wrightson, Valencia, octubre del 2006, 128 pp.
Especial Bernie Wrightson (selección de cómics dibujados por Wrightson, basados en historias originales y adaptadas), Barcelona, Planeta-Deagostini, 2013, 152 pp.
Miqel Pérez Ramellat (editor): Bernie Wrightson, ilustrando el terror, Manresa, Comic Is Art Library, Colección «Comic-Book Classics» nº 4, 2016, 130 pp.
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