Cargando...
1 “Los dictadores van a morir al océano”, cuento de Lourdes Espínola publicado en la revista Caravelle, de la Universidad de Toulouse (Francia), es una historia narrada por el personaje principal, quien fuera un poderoso jefe de la represión dictatorial, en el momento que recibe en la estación de tren a un recién llegado, un antiguo aliado, quien fuera un torturador.
Al recibirle y antes de abordar el tren que los conducirá a su nueva realidad de exilio dorado en un país marítimo, ambos recuerdan el pasado compartido: sus odios, sus responsabilidades (según la óptica del narrador), sus acciones, sus alianzas y hasta algunos síntomas, como la soledad y la falta de sueño.
En una clara pincelada, el personaje desenmascara la ideología, los goces y el pensamiento dictatorial, discriminatorio y excluyente propio de los dictadores y los dueños de verdades únicas.
Luego que el recién llegado recibe el mensaje, que el grupo se está recomponiendo con un plan de regreso al poder, este aborda el tren... cuando es asaltado por las imágenes de aquellos que él ha matado en tortura, pero que su conciencia no ha podido matar. Este cuento tiene un final de alusiones, permite el sobrentendido.
2 Se relata un diálogo presentando la relación tortura/dictadura, torturador/dictador. Una pareja en que para que uno de ellos pueda hacer valer su superioridad infundada, su Yo Goliático, necesita de un partner para forzar la voluntad, para reducir al otro, para objetivarlo y pretender hacerlo de uno, inanimarlo. Buscar ser el centro de referencia hace resonancia con imagen de las estrellas neutrónicas -los agujeros negros- que buscan absorber toda luz, hasta la propia, así igualmente absorber cualquier palabra distinta. Lejos del cielo, la patria tiene un solo dueño.
3 La culpabilización y el reproche al otro son el rasgo central en el sujeto dictador símil del sujeto paranoico; indica este semblante hasta qué punto se autoelimina la causalidad subjetiva. Su ideal consiste en ocupar el lugar de la ley, identificarse a la ley, lugar en que no existe la sorpresa, solo la certeza.
4 El torturador, herramienta del dictador, es un sujeto sin dialéctica de pensamiento; habría un punto en su subjetividad que, podría decirse, está coagulado. Es un sujeto que no tiene resolución con la culpa, que no es lo mismo a un sujeto sin culpa. Él sería toda una culpa, de ahí su ciega obediencia para “limpiarse” de sus culpas. Es un sujeto que ejercería el sueño de todo perverso, el de ser un amo, un semidiós del goce del otro; ahí ataca, ahí busca angustiar al otro. El ritualismo, la compulsividad, la negación, la intelectualización y el trato igualitario a ambos sexos definen sus rasgos obsesivos. El torturador realiza en acto lo señalado por Lacan: el rechazo de su inconsciente, lo que no entra como cuestionamiento subjetivo: sus deseos sexuales, sus fantasías sadomasoquistas, exhibicionismo.
5 El personaje del cuento, con su goce neutrónico negro, que perjudica todo lazo social y homeostasis viviente, goce malo y perjudicial que siempre ubica en el otro, regresa a la mirada de la imagen del pasado irracional, el “amanecer” para él no está lejos. En su megalomanía, todo otro es un invasor victorioso que asciende y lo difama; en consecuencia, no hay otra pareja para el dictador que el torturador.
Genaro Riera Hunter
Ágape Psicoanalítico Paraguayo