La otra cara del sueño americano

«Superman vive en un mundo soleado y solar, de barbacoas, de familias felices y de luz, el barrio cerrado del American Dream; Batman vive en Ciudad Gótica, megápolis violenta, desordenada, conflictiva, injusta y cruel, el otro lado del sueño americano», afirma Julián Sorel en este artículo.

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En 1930, dos jóvenes de origen judío, Jerry Siegel y John Schuster, se conocieron en la Glenville High School. Jerry dirigía el fanzine Science Fiction, que, en enero de 1933, publicó un cuento de Siegel ilustrado por él, por Schuster: «The Reign of the Super-Man» («El reinado de Super-Man»), sobre un ser malvado con poderes extraordinarios.

La edad de oro

Meses después, Superman se pasó al lado del bien y se volvió un proyecto de cómic. Una noche de 1934, en la mente de Jerry Siegel se convirtió en el héroe que marcaría una época, en el superhombre nacido en un planeta condenado a la destrucción y enviado a la Tierra por su padre, un científico, cuando era un niño, en el dios que bajó del cielo para salvar a los hombres, velar por ellos, defender el orden y la justicia, protegernos de los criminales y de los delincuentes y defender nuestras vidas y nuestras propiedades.

En 1938, Siegel y Schuster encuentran una editorial que publica las aventuras de Superman, y el diez de junio sale la primera en el número 1 de la revista Action Comics, publicada por la editorial National Comics (que después sería la DC Comics).

En general se acepta esta como la fecha oficial de nacimiento del cómic clásico de superhéroes, cuyas historias se desarrollan en un entorno urbano (no, por ejemplo, en la jungla, como las de Tarzán) que en realidad es el mundo cotidiano de sus lectores o se le parece mucho.

En pocos meses, Superman se convierte en un hit, un éxito de ventas, y en pocos años ya es un mito colectivo que está presente en los periódicos, en la radio, en la televisión, en los dibujos animados.

Siguiendo su éxito, la National Comics publica Batman (mayo de 1939), Flash (enero de 1940), Hawkman (enero de 1940), Linterna Verde (julio de 1940), Aquaman (noviembre de 1941) y Wonder Woman (diciembre de 1941), y otras editoriales empiezan a publicar otros cómics de superhéroes. La Timely Comics –que después será la editorial Marvel Comics que, con la DC Comics, dominará el mundo del cómic estadounidense– publica, entre otros, La Antorcha (The Human Torch, octubre de 1939), The Angel (octubre de 1939) y Capitán América (marzo de 1941). La Fawcett Comics publica, entre otros, Capitán Marvel (febrero de 1940), la Quality Comics publica Plastic Man y Blackhawk (ambos desde agosto de 1941), y hay muchas otras editoriales como estas que hacen lo propio y así dan inicio a la llamada «Golden Age», a la «Edad de Oro» (para sus fans, por lo menos) del cómic clásico de superhéroes estadounidense.

Guerras, miedos y héroes

El 8 de diciembre del 1941 Estados Unidos entra en guerra. En muchos cómics de la época, los superhéroes luchan al lado de los soldados del ejército americano contra supervillanos nazis. Toda situación de incertidumbre favorece la aparición de los héroes, y en este caso el auge de esas figuras fuertes y que transmiten seguridad tiene características muy concretas ligadas a las imágenes ideales de los «valores» de una «sociedad democrática» que defiende «el modo de vida del mundo libre», etcétera, etcétera.

Esto puede manifestarse de modo sutil, pero no lo hace así en el Capitán América, por ejemplo, de la editorial Timely, que no lucha contra el mal en un sentido universal, general, meramente humano, sino contra el mal en la forma específica de los enemigos de Estados Unidos; su éxito es tan grande que sus aventuras impresas son llevadas hasta al frente para que las puedan leer los soldados.

La mayor parte de la gente necesita (y aceptemos que en circunstancias bélicas la necesita más, pero haciendo la salvedad de que, por lo general, la necesita siempre) una imagen del «mal», del «enemigo», para unirse contra él, definirse, funcionar, sentirse fuerte y sentirse «parte de algo» (y mejor si es del «bien», claro); el público necesita oposiciones claras, dicotomías polares, caracteres simples, elementales, básicos, dualismos maniqueos, un mundo de buenos contra malos, de ángeles contra demonios, de héroes contra villanos.

El auge de los cómics de superhéroes es en mayor o menor parte efecto de esta necesidad. Y sobre el peso de las circunstancias políticas en la década de 1940, lo confirma el hecho de que, en la posguerra, los títulos de superhéroes caen de lo alto del ranking, y otros tipos de cómics compiten ya con ellos.

Apuntes maniqueos

Superman viste un traje de colores brillantes como los de la Pepsi o como los de la bandera estadounidense. Superman no lleva máscara. Superman siempre actúa de forma pública, y con frecuencia incluso en apoyo de o en colaboración con el Estado, y su imagen aparece constantemente en los medios.

Batman viste de negro y esconde su rostro, que por oculto que esté se presiente que es todo menos alegre y luminoso, tras una máscara de murciélago, y no tiene la extrovertida costumbre supermaniaca de hablar a los ciudadanos; a él le puede interesar, en todo caso, hablarles a los criminales, y en realidad lo único que le interesa es matarlos.

Superman inspira confianza, Superman es un buen chico, Superman tiene un cutis lozano y rozagante, Superman tiene un rizo brillante en la frente que no se le deshace por rápido que vuele y una sonrisa kolynos, Superman trabaja honestamente y paga puntualmente sus impuestos. Superman vigila a todos, pero su vigilancia no inquieta ni intimida sino que da una sensación de protección y de seguridad garantizada.

Batman vive en la penumbra, cuando no se sume en la franca oscuridad, por no decir en las tinieblas, y, aunque también lo vigila todo con los mismos fines que Superman, es decir, para impedir que triunfe el mal, como lo hace acechando desde las sombras, no resulta realmente tranquilizador ni agradable.

Superman, modesto y noble, se disfraza para pasar desapercibido en la vida diaria, mientras que Batman usa camuflaje por técnica de pelea, igual que ciertas especies animales. Superman es el protector oficial de la nación estadounidense y su imagen aparece como cosa natural en todas las pantallas de los hogares del mundo llamado «democrático», mientras que Batman no se lleva bien con nadie, ni siquiera, o quizá incluso menos aún, con el Estado, y, como es comprensible, siempre evita las cámaras.

Superman vive en un mundo soleado y solar, rubio, dorado, atlético, puro, teen, californiano, o en fin, no solo californiano sino americano pero americano televisivo, americano cinematográfico, americano onírico, mundo de barbacoas, de scouts en campings, de milk-shakes, de familias felices y de luz, mucha luz, luz todo el tiempo, hasta la extrañeza zombie de la irrealidad paradisiaca: Superman habita en el barrio cerrado del American Dream, del sueño americano. «Mientras tanto, en Ciudad Gótica», en Gotham City, megápolis violenta, desordenada, conflictiva, injusta y cruel, donde los privilegios de oro macizo de la high class abofetean sin piedad los fondos oscuros y peligrosos donde se arrastran las penas y la miseria de los hombres, Batman habita the dark side, el otro lado del American Dream, su lado de pesadilla.

juliansorel20@gmail.com

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