La nueva novela de Maribel Barreto

Esta nueva novela de Maribel Barreto narra una historia familiar conectada con la historia del país. Desde el abuelo o bisabuelo gallego, todo el engranaje fue uniéndose hasta llegar al presente o a tiempos más cercanos. La narradora a veces desaparece, y el lector tiene que pensar un poco más de lo acostumbrado para saber quién habla, pero en ningún momento la historia pierde esa tensión necesaria para mantener la atención de quien la lee. Se podría afirmar que los hombres hacen la historia y las mujeres la cuentan. Ellos luchan y mueren en las batallas, se apropian de territorios, ensanchan los límites de sus tierras y, así como vencen, también son vencidos. Hay actos de heroísmo y hay muertes. Esas han sido siempre tareas masculinas.

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En la primera parte, aquel abuelo que fuera el tronco de donde crecieron las ramas de la familia hace una pintura costumbrista de los primeros años de la independencia, cuando Francia estaba por ser elegido para gobernar. Califica a la naciente cuidad de Asunción de caserío. Maribel ha conservado una distancia prudente del que habla y el relato tiene el encanto de lo objetivo, pese a que no deja de contar lo sucedido con su antepasado en tiempos del gobierno de José Gaspar, que para terminar con la hegemonía y los privilegios de los españoles les prohibió casarse con criollas, enajenó sus bienes y los confinó a lugares muy lejanos de ese caserío que iba creciendo, llamado Asunción.

Uno de los encantos de la obra es el conocimiento de los paisajes campesinos, expuesto en descripciones precisas que traen añoranzas por lo deteriorados que se encuentran ahora comparados con los que describe Maribel.

La primera mujer de la novela es una joven mulata, libre y pobre, que se siente dueña de su vida. El gallego sabe que no es de su clase social pero convive con ella durante mucho tiempo, la califica como una mujer muy ubicada, es lo que el paraguayo llama servijhá, una mujer para todo servicio. Ellas todavía no se sentían presas de los prejuicios ni las prohibiciones religiosas. Lo cierto es que el español yació con otras igualmente liberadas y muy ardientes. Pero él seguía aguardando a la que sería su esposa, doncella que debía reunir méritos como el de ser casta y proceder de una buena familia y así fue; ella se llamó Rosario y le dio tres hijos varones y una mujer. Esta primera parte se cierra con el advenimiento de Carlos Antonio López al poder y consecuentemente con el auge de los negocios de aquel español que fue destinado por Francia al lejano e inhóspito Caaguazú. Muchos años después muere el iniciador de la familia casi al mismo tiempo en que se iniciaba un periodo aciago en la vida de los paraguayos, la Guerra Grande. Rosario también fallece y es muy atinada la narración de ese hecho: en cuatro líneas, Maribel resumió un momento muy dramático y no dejó que se escaparan estridencias ni exageraciones, solo lo justo.

Cuando Dionisio, el hijo menor de aquel español vuelve de la guerra, vencido, viendo el páramo dejado por esa lucha, Maribel logra contarlo así ”como todo joven paraguayo, el bueno de Dionisio era empecinado y, junto con sus compañeros de camino, comenzó a soñar de nuevo, día a día, solo debían construir los sueños del futuro y olvidar el pasado”.

Así como el joven, el país entero también volvió a construir un futuro ideal en sus sueños, hubo mucha confusión, mucha crueldad, muchas ambiciones, y no fue fácil encarrilarse nuevamente en una vida familiar, pero lo lograron. La historia del Paraguay es una gesta de luchas, fracasos y renacimientos, así también en la posguerra todos pusieron manos a la obra para levantar al Paraguay de sus cenizas. Las mujeres comprendieron que había que repoblar y sin prejuicios se dedicaron a engendrar hijos; es así que en esta familia, el excombatiente llegó a tener veinte hijos, todos con diferentes madres. Elenita fue la esposa elegida por Dionisio, descendiente del gallego y de ellos dos nacieron diez hijos.

Y así van pasando las mujeres por estas páginas, llega la Guerra del Chaco y deja al pueblo donde viven las protagonistas desolado y triste; hay viudas por doquier, que en la novela de Maribel Barreto suelen aparecer con chispazos de humor. Después, como si no estuvieran satisfechos con tantas guerras, los hombres vuelven a enfrascarse en la guerra civil del 47, que provoca la imagen de un país casi sin hombres. Entretanto ellas esperan, aguardan con expectativas que la esperanza se haga realidad: quieren maridos, hijos, ¡HOGAR!

Y la última de esta saga rompe con la sumisión que por años debía adornar a las novias y esposas.

Ella ha vivido soportando la presión social en un pueblo chico donde todas las miradas escudriñan hasta sus ansias más secretas y los comentarios se vuelven cada vez más atrevidos, comentarios sobre su soltería, su fiel espera del amado que no da trazas de apurarse para regresar. Ella va sufriendo un cambio silencioso; de pronto se ve valiosa, importante y decide que no puede vivir aguardando al novio toda la vida. Se lo dice cuando él retorna con las mismas promesas.

Ese cambio, esa valorización de sí misma, es un símil de lo que debemos hacer todos; debemos darnos cuenta de todo lo que tenemos y de lo dignos que somos. Hoy en día, cuando la palabra autoestima está siendo tan utilizada, Maribel Barreto nos da un ejemplo inolvidable. Así como esa mujer, hermosa aún y sola, somos los paraguayos. Ya basta de mentiras y de postergaciones, como ella, debemos plantarnos para conquistar la felicidad que nos corresponde.

Escrita con lenguaje sencillo, la novela tiene recreos de humor y descripciones muy cinematográficas, es una novela que se ve. Barreto reivindica esas tradiciones de familias de pueblos, de vida austera y honrada, y es como si un soplo venido del pasado recorriera las páginas. En estas historias hay vida y emociones; eso vale mucho.

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