La música en las Reducciones

Las silenciosas figuras de ángeles músicos, talladas en los frisos sobre los muros de piedra del ábside de la iglesia de las ruinas de Trinidad, al sur del Paraguay, eran hasta hace una década y algo más- los únicos testimonios mudos acerca de la música en la que Voltaire llamó “República Jesuítica del Paraguay”: las Reducciones Jesuíticas establecidas en la entonces “Provincia Gigante de las Indias” (el Paraguay de los siglos XVII y XVIII) o “Provincia Paracuaria” (según los documentos de la orden fundada por el vasco Ignacio de Loyola), en territorios que hoy son paraguayos, argentinos, uruguayos, brasileños y bolivianos.

Cargando...

Sin embargo, había referencias sobre el universo musical de las Reducciones. Los cronistas y viajeros de la época relataban con vehemencia y admiración la excelencia de los coros y las orquestas indígenas formadas por los maestros jesuitas. Uno de ellos, José Cardiel, escribía en 1747 “Yo he atravesado toda Europa y en pocas catedrales he oído músicas mejores que estas en su conjunto”.

Lo que ha permitido conocer las modernas y numerosas investigaciones y estudio es que ese desarrollo musical se debía por una parte- a la natural aptitud y habilidad innata de los indígenas (guaraníes, sobre todo, pero también de otras parcialidades como los guayanás, guarayos, mbayas, chiquitos y otras ramas del frondoso tronco de la familia tupi-guarani), lo que explica además el éxito de la utilización de la música como principal elemento de atracción para los indios por los misioneros jesuitas (y franciscanos), y por otra- a que los misioneros jesuitas llegaban con una sólida formación académica, con conocimientos de la construcción de instrumentos y algunos- con una bien ganada fama en los círculos musicales europeos. Tal es el caso de Domenico Zipoli, originario de Prato (Italia), el más sobresaliente de los compositores de los jesuitas de las Reducciones, quien antes de establecerse en Córdoba (hoy Argentina) era uno de los organistas de más fama en Roma.

Aquello fue una verdadera “operación internacional” para llevar y enseñar en América la mejor música europea. Hasta las Reducciones llegaron el español Rodrigo de Melgarejo, el francés Jean Vaisseau , el belga Louis Berger, el tirolés Antón Sepp, el suizo Martín Schmidà.

“Operación Internacional” que se ha repetido ya en nuestros días- en la investigación y recuperación no sólo del patrimonio musical, sino también en la restauración de las iglesias y templos, las imágenes y ornamentos e incluso las ruinas de esas “comunas” abandonadas tras la expulsión de los jesuitas de sus dominios por el monarca español Carlos III en 1767.

En 1970 el gobierno paraguayo solicitó asistencia a la UNESCO para salvar del abandono y la destrucción definitiva el acervo aún existente de las Reducciones Jesuíticas. La UNESCO organizó en Asunción tres reuniones internacionales, de las que surgió el proyecto “Ruta Jesuítica”. Pero fue a través del Padre General de los Jesuitas, Pedro Arrupe, que se llegó a la creación de la “Fundación Paracuaria”, en Nuremberg, sede de la Missionsprokur S.J., que es la que financió y financia la mayor parte de los trabajos (con los años se suma fuertemente la AECI, Agencia Española de Cooperación Internacional). En Paraguay se rescataron 572 imágenes, objetos litúrgicos, altares y frescos (distribuidos en museos diocesanos, iglesias parroquiales, capillas y ermitas) y se restauraron y consolidaron las ruinas existentes de los 9 pueblos jesuíticos originarios: San Ignacio Guazú (fundado en 1610), La Encarnación del Verbo Divino de Itapúa (1615), San Cosme y Damián (1632), Santa María de Fe (1647), Santiago (1651), San Juan Bautista (1697), Santa Rosa (1698), Jesús del Tavarangué (1685) y Santísima Trinidad del Paraná (1706). Posteriormente se ha realizado una labor similar en la Chiquitania boliviana (“Tierra de los Chiquitos”) restaurando las iglesias de los pueblos (fundados como Reducciones desde 1691) de San Miguel, San Rafael, San Javier, Santa Ana, San José y Concepción.

Pero fue, tal vez, en el trabajo de búsqueda, investigación, restauración y catalogación del acervo musical de las Reducciones donde más se destacó el carácter “internacional” de la operación. En esta ingente obra colaboraron el uruguayo Lauro Ayestarán, el alemán Burkhard Jungcurt, el boliviano Carlos Seoane Urioste, los estadounidenses Clemente McNaspy S.J. y Frank Kennedy S.J., el argentino Gabriel Garrido, el padre polaco Piotr Nawrot SVD y otros especialmente- el maestro paraguayo Luis Szarán, gran estudioso y aun mayor divulgador de esa música en América y Europa.

Una primera punta del ovillo fue el descubrimiento de las primeras partituras reencontradas de Domenico Zipoli. La segunda punta, el descubrimiento de manuscritos musicales en la iglesia de San Rafael, en la Chiquitania por el arquitecto suizo Hans Roth en 1972 y de otros en la de Santa Ana el año siguiente, también por Roth. El primero fue considerado “Hallazgo musical del siglo”. En 1986 comenzó el estudio del Archivo Musical de Concepción (Bolivia) no estudiado hasta entonces y casi desconocido en su propia existencia pocos años antes- en el que actualmente están protegidas 5.500 páginas de música del “barroco latinoamericano”. Gracias a todo este esfuerzo, la música del acervo cultural de las Reducciones Jesuíticas, el “barroco misional”, resuena hoy en numerosos conciertos a lo largo de América y Europa.
Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...