La masacre del 23 de octubre

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UNA TRAGEDIA DE LA ERA LIBERAL

La Guerra del Chaco fue consecuencia de seculares diferencias por límites geográficos que no habían quedado bien explícitos en las múltiples divisiones administrativas del imperio colonial español en la región. Estas, en general, definían los poblados, mas no las áreas marginales, como el desierto chaqueño. Este conflicto limítrofe devino guerra fronteriza entre 1932 y 1935.

Antes de la conflagración, en Asunción, una marcha de estudiantes que exigían la defensa del territorio nacional –que, irónicamente, se estaba realizando en forma discreta, para no alertar al adversario– terminó en la masacre de ocho estudiantes en el patio del propio Palacio de Gobierno, y se convirtió, junto con la Revolución del 22-23, en uno de los episodios más dolorosos de la era constitucional liberal.

JOSE P.

El liberal José Patricio Guggiari asumió la Presidencia de la República en las primeras elecciones libres, con la participación de un candidato opositor, por el Partido Colorado, don Eduardo Fleytas, en 1928. Se instauró un sistema de libertades públicas respetuoso de las organizaciones políticas, sindicales, religiosas y empresariales. Estas organizaciones se volvieron muy críticas del Gobierno de Guggiari por la aparente indefensión del Chaco.

Guggiari y su gabinete, integrado por el vicepresidente, Emiliano González Navero, y por Eligio Ayala, Rodolfo González, Justo Pastor Benítez y Belisario Rivarola, entre otros, preferían hacer los aprestos bélicos en silencio. El escenario estaba listo para un enfrentamiento.

Para algunos historiadores, el estudiantado universitario y secundario fue manipulado por extremistas que habían copado las cúpulas sindicalistas. Manuel Pesoa señala que había ya una conspiración militar dirigida por el entonces mayor Rafael Franco, con el apoyo de la Liga Nacional Independiente, recientemente creada, que contaba con un órgano de prensa, el diario La Nación, dirigido por Adriano Irala. También apoyaban la supuesta conspiración el Partido Colorado y elementos disidentes del Partido Liberal, denominados modestistas, liderados por Modesto Guggiari, primo del Presidente y adversario interno, y el también recientemente fundado Partido Comunista paraguayo.

Todos tomaron como bandera la supuesta indefensión del Chaco.

Los sucesos del 23 de octubre de 1931 fueron la trágica culminación de las agitaciones vividas a raíz de la toma del fortín Samaklay por los bolivianos. El Gobierno no enfrentó la efervescencia popular, y la situación estaba madura para la tragedia por esta aparente inacción gubernamental.

El Centro de Estudiantes Universitarios, liderado por Agustín Ávila, convocó a una marcha en la víspera, el 22 de octubre de 1931, desde la Plaza Uruguaya. De ahí partieron a Palacio a manifestarse ante el presidente de la República, el doctor José Patricio Guggiari. Al no encontrar al Presidente, continuaron recorriendo las calles, sin ser detenidos por la policía, y llegaron a su domicilio. Se pronunciaron discursos y apedrearon la casa, ya en situación de turba. Anteriormente, habían sido arengados por el entonces mayor Rafael Franco. Los estudiantes fueron, al final, bruscamente dispersados por los policías.

Al día siguiente, alumnos del Colegio Nacional y de la Escuela Normal fueron invitados a una nueva manifestación para protestar por la hostilidad demostrada por el cuerpo de policía en la víspera. La columna de estudiantes recorrió las redacciones de los periódicos, arrojó piedras al local de El Liberal y llegó al Palacio de Gobierno, donde se encontraba el Presidente de la República. Los ánimos se fueron encendiendo y la multitud atropelló el cordón policial protector del Palacio, dirigiéndose a la escalera que conducía al despacho presidencial. Se descontroló la situación y una ráfaga de ametralladora partió de la guardia del Palacio y generó escenas luctuosas. El presidente Guggiari se asomó al balcón, ordenando el cese del fuego. Luego, refugiado en la Escuela Militar, delegó el mando presidencial en González Navero y pidió al Congreso Nacional su juicio político.

Fue el primer caso de juicio político llevado a término en la historia del país.

LA GUERRA INEVITABLE

Por su parte, los senadores y diputados del Partido Colorado renunciaron a sus bancas y se asilaron en representaciones diplomáticas extranjeras.

El Congreso absolvió a Guggiari, que reasumió el cargo. Inmediatamente después de la masacre de estudiantes frente al Palacio de Gobierno, asumió como jefe de plaza –jefe militar en época de crisis con poderes amplios– el teniente coronel Arturo Bray, quien, como relata en sus memorias Armas y Letras, publicadas en 1981, fue capaz de restablecer el orden y traer la calma a la población. El liberalismo en el poder salió herido de muerte del 23 de octubre de 1931.

La historiografía nacional se refiere a este suceso en escritos como el de Efraim Cardozo de 1956 «23 de Octubre de 1931, una página de historia contemporánea del Paraguay», como parte de una tesis gubernista; el de Juan Stefanich de 1938 «23 de Octubre de 1931, primera batalla para la defensa del Chaco y primer grito de la Revolución de Febrero de 1936», como miembro de la Liga Nacional Independiente y futuro protagonista del gobierno de Rafael Franco; el de Enrique Volta Gaona de 1957 «23 de Octubre, caireles de sangre en la historia paraguaya», con la visión de los opositores colorados. Sin embargo, los periódicos de la época –El Diario, El Liberal, El Orden, La Tribuna, La Patria, La Nación, La Opinión y La Unión– cubrieron la noticia con amplitud.

En julio de 1932, en los días finales de la presidencia del doctor Guggiari, comenzaba la Guerra del Chaco.

La guerra se volvió inevitable cuando, en junio de 1932, el mayor boliviano Moscoso atacó el fortín Carlos Antonio López, que custodiaba la laguna Pitiantuta. En julio del mismo año, tropas paraguayas al mando del mayor Abdón Palacios recuperaron dicho sitio. Este fue el hecho que volvió inevitable la guerra. Ministros plenipotenciarios de América se reunieron en Washington el 3 de agosto de 1932, suscribiendo la Declaración Continental, que señalaba que «no reconocerían adquisición de territorio alguno obtenido por la fuerza».

El doctor Eusebio Ayala asumió el poder el 15 de agosto siguiente. Hombre de brillante trayectoria, oriundo de Barrero Grande –hoy Eusebio Ayala, en su honor– y comandante en Jefe de la victoriosa Guerra del Chaco; falleció en el exilio en Buenos Aires en 1942.

ANTECEDENTES

Bolivia había perdido su litoral marítimo en la Guerra del Pacífico de 1879, y había fijado sus miras en una posible salida al Atlántico a través del río Paraguay y el Chaco Boreal.

Dos países mediterráneos y pobres se vieron enfrentados en una guerra que los dejó aún más desgastados económica y socialmente.

Desde el cese de fuego del 12 de junio de 1935, luego de tres años de contienda, y la firma del Tratado de Paz definitivo el 21 de julio de 1938, hubo en Paraguay tres cambios de gobierno.

Eusebio Ayala fue depuesto por un golpe militar en febrero de 1936, a escasos siete meses del armisticio.

El coronel Franco asumió el poder hasta agosto de 1937. Y luego de dieciocho meses en el poder, fue reemplazado por el doctor Félix Paiva, durante cuya gestión provisional se firmó la paz, en julio de 1938.

La Conferencia de Paz había durado tanto como la guerra. Siempre fue discutido que Paraguay retrocedió de su línea de conquista militar, y llegamos al tratado por las vías de una negociación y no por imposición de una victoria militar.

El 23 de octubre demostró que todavía estábamos lejos de constituir una República, ya que los estudiantes y la ciudadanía crítica prefirieron tomar las calles a encaminar sus quejas al Congreso o al propio Poder Ejecutivo, cuyo titular era un político muy sazonado. Como iría ocurriendo en sucesivas crisis, cuando las protestas terminan en muertes, el gobierno se tambalea y no puede sobrevivir. Guggiari lo logró por unos pocos meses, pero en realidad nunca más volvió a gobernar, aunque quedó como líder indiscutido de los liberales.

El resultado de la guerra más adelante le dio la razón a Guggiari. El país no estaba indefenso y las hostilidades se iniciaron cuando ya se habían recibido las armas y las cañoneras, y los oficiales becados habían retornado a sus cursos europeos.

El 23 de octubre de 1931 fue un ejemplo: valientes jóvenes se enfrentaron a la policía por un ideal. Pero el resultado fue muy oneroso: las ocho muertes prematuras de los líderes estudiantiles no tienen justificación. El país, en vísperas de una movilización general, necesitaba a todos sus jóvenes. En un ambiente efervescente por el tema de los límites nacionales, descuidados aparentemente, existía la obligación de extremar las medidas que evitaran enfrentamientos de esta naturaleza, enfrentamientos que, a fin de cuentas, eran fácilmente previsibles.

beagbosio@gmail.com

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