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La Mariscala es un libro que reconstruye paso a paso la historia de la mujer (quizás) más famosa del Paraguay (Madame Elisa Lynch), y es exitoso porque de entrada, sin sentar juicio de valor, cuenta las cosas como son. Al menos, esa es la impresión que uno recoge al avanzar en los numerosos capítulos del libro. Madame Lynch era considerada una cortesana por las señoras de la sociedad asuncena, quienes hacían, sin embargo, la vista gorda ante las relaciones amorosas entre el Mariscal Francisco Solano López y Juanita Pesoa, porque ella pertenecía a una familia distinguida.
Las kygua-vera o peinetas brillantes, que trabajaban como vendedoras ambulantes en el mercado y las calles de Asunción, no la fastidiaban, ni mucho menos, aunque eso poco le importaba a la irlandesa que sólo buscaba la oportunidad de aparecer en público con el General.
Los López rechazaban y además prejuzgaban a la Lynch. Cuando murió su hija, víctima de una fiebre desconocida en el calor abrumador de febrero, sólo Venancio, el hermano del medio, representó a la familia López. La lápida fue grabada en inglés y decía: A LA SAGRADA MEMORIA DE CORINNE ADELAIDE LYNCH.
Por otra parte, y según el libro, puede decirse que la única persona que tenía un piano de cola en toda Asunción era Madame Lynch. La vida social de Elisa con el General López tenía lugar exclusivamente en las casas de Elisa. Las diversiones en las que podían perderse en la multitud eran las del populacho, porque el joven General disfrutaba de una enorme popularidad entre su pueblo, y su compañera era aceptada con una gentileza que faltaba en las clases superiores.
La guerra y el saqueo
Si bien ya se ha escrito mucho sobre la Guerra Grande, este libro aporta datos de la prensa extranjera y testimonios importantes en torno a la participación de Madame Lynch en la lucha. A pesar de que el ejército paraguayo se iba desintegrando al chocar contra las fuerzas aliadas, y Asunción, con el correr del tiempo, ya no era sino una ciudad triste y fantasmal, Madame Lynch trataba de levantar el ánimo de la gente en los campos de batalla armando grandes fiestas. No faltaban las celebraciones en honor al Mariscal Francisco Solano López en el día de su cumpleaños.
Muchos dirían que fue la propulsora de las Comisiones de damas, con el solo objetivo de adquirir la colección nacional de joyas, pero no fue así, según Siân Rees. Dice la autora del libro: Ella transformó la genuina expresión de patriotismo femenino en ganancia. Y prosigue: La Primera Gran Asamblea de Mujeres Paraguayas fue una concentración al aire libre en la plaza 14 de Mayo de Asunción el 24 de febrero de 1867. Hubo vivas a Paraguay, a la independencia nacional, a los ejércitos invencibles de la República y a la Gloria de la Madre Patria. Las colectas de alhajas empezaron en el país en marzo. Sus intenciones eran buenas, pero la moneda de su riqueza era inútil porque, con los ríos cerrados, las joyas no compraban nada. En el aniversario de la batalla del 24 de mayo, las damas anunciaron que le regalarían al Mariscal un álbum encuadernado en oro y una espada incrustada de joyas. El sacrificio de los tesoros familiares ayudaría a la patria, únicamente si la patria estaba identificada con la persona del Mariscal.
Elysa Lynch compraba por precios irrisorios enormes cantidades de tierra. El lector podrá leer que la frecuencia con que los autores de diarios o declarantes hacen comentarios sobre las operaciones comerciales de Elisa, junto con la cantidad extraordinaria de propiedades que adquirió durante los años de guerra (veintisiete) y estos documentos escasos pero fechados dan una imagen eficiente supervisado por Elisa.
San fernando
Se menciona en el libro que Siân Rees es elogiada por el hábil empleo del detalle realista en la narración histórica y por la vívida reconstrucción del sufrimiento físico en circunstancias extremas; vívidamente, reconstruye, por cierto, las torturas que sufrieron los conspiradores en San Fernando.
Todo el clima de llantos, hediondez y martirio nos remontan a la época más macabra de la Guerra Grande. Muchos prisioneros veían en Madame Lynch a una mujer que podía interceder por su suerte ante el Mariscal, y evitar los suplicios del lanzeamiento o la uruguayana. Poco o nada hizo la irlandesa, pues las ejecuciones abundaban, sin embargo. Nadie estaba a salvo de las denuncias de los que estaban en el cepo y los atados a un poste para recibir cien latigazos con una soga de cuero de vaca, relata la autora del libro.
Tuvo fama, tierras, así como dolor ante la pérdida de sus hijos. Total, que todo lo perdió, repito. Fue a morirse en Francia, en la más triste soledad. Apunta Siân Rees El 25 de julio de 1886 Elisa Lynch murió de cáncer de estómago. Se enviaron invitaciones al funeral a los pocos que la conocían: Se ruega a usted asistir al cortejo, servicio fúnebre y entierro de la Sra. Viuda Lynch de López, nacida Elisa Alicia Lynch en 1831.