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Hola, crononautas, hoy iremos de paseo exactamente cuatro décadas atrás. Bienvenidos al 20 de agosto de 1977. Es sábado. Los casi cuarenta anarquistas de la banda Bader-Meinhof presos en Stuttgart llevan doce días de huelga de hambre y sed y el gran, estrafalario poeta estadounidense Robert Lowell tiene en Irlanda graves problemas con Caroline Blackwood, su tercera esposa. Dentro de un par de semanas publicará Day by Day, poemas con un tono peculiar como de recapitulación y despedida. Ignora que será su último libro y que le queda menos de un mes de vida porque dentro de tres semanas llegará muerto en un taxi a la casa de su ex, la escritora Elizabeth Hardwick, en Nueva York, fulminado en el asiento trasero de un ataque al corazón por el camino. Y el poeta Antonio Cisneros, de veinticinco años, escribirá bajo el cielo de Lima «Por Robert Lowell», elegía que incluirá en El libro de Dios y de los húngaros del año siguiente. Fíjense, crononautas, mucha gente está jugando Space Invaders, Donkey Kong y Asteroids. En la Casa Blanca, atento a la cultura mainstream de su país, Jimmy Carter come pop corn y mira la peli Harry and Walter go to New York, como anotará en su diario dentro de varias horas, al final de esta jornada.
En Paraguay todos leen en los diarios que Interpol ha confirmado ayer que el cadáver de la persona fallecida el 10 de este mes en el Hospital de Clínicas de Asunción es el de Eduard Roschmann, el Carnicero de Riga, y en España los lectores de El País se enteran de que el poeta Rafael AIberti y el pintor Joan Miró están preparando un libro que piensan titular Diálogos de Venus y Príamo.
En Alemania, alarmado, Willy Brandt escribe al canciller Schmidt una carta sobre los actos organizados por entidades «de ideología netamente nazi». La respuesta de Schmidt, ay, no será amistosa. En Inglaterra el racista National Front marcha por barrios de inmigrantes, de esos inmigrantes que sus militantes de extrema derecha quisieran ver repatriados o, mejor aún, extintos. Este mes chocan sin cesar policías, racistas y quienes se enfrentan a los racistas. La tensión está a punto de estallar a toda hora.
Hoy se comenta el auge del neofascismo británico. El Partido Laborista ha ganado ayer una elección parlamentaria, pero se supo esta madrugada que el candidato del National Front desbancó al liberal del tercer puesto. Del 0,5% de los votos en las elecciones generales de 1974, el National Front ha pasado al 30% en las últimas municipales con sus protestas contra los gobiernos que llenan su país de «negros y amarillos» afectando «el bolsillo del pueblo» y llevando al Reino Unido a la «decadencia».
La votación de ayer ha sido en Ladywood, Birmingham, localidad «no future» con un tercio de la población desempleada y un gris paisaje de sórdidas, irrespirables viviendas donde se hacinan blancos pobres y se palpa esa frustración que impulsa el ascenso del neofascismo. El sábado pasado, el National Front, con clara intención de armar bardo, marchó al sur de Londres, en Lewisham, zona de inmigrantes y obreros, como es de sobra sabido por todos. Afuera, en las calles, se desató la guerra.
Nadie sabe que dentro de un mes, crononautas, en septiembre, una foto tomada el sábado pasado en Lewisham por Harry Murlovsky será la portada del primer single del joven grupo Sham 69, que se acaba de formar hace algunos meses. Pero cada vez más indecisos votan por el National Front. Este agosto de 1977 crece un sordo racismo nutrido con impotencia y con furia. «Las calles de Londres se tiñen de rojo», «London’s streets are turning red», ensayan todo el día en Hersham los veinteañeros de Sham 69 su canción Red London. «Dime si te han atrapado / y metido en una celda / Si te dejarán salir / o te pudrirás en el infierno». «Tell me have they taken you / Put you in a cell / Will they let you free again / Or will you rot in hell».
Viajeros, es hora de volver al futuro. Ojo: los parecidos que hemos encontrado hoy entre nuestro destino turístico, el sábado 20 de agosto de 1977, y nuestro punto de partida, cuatro décadas más adelante, no son coincidencias: son claves. ¡Hasta el próximo domingo, crononautas!