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«La llamada de Cthulhu» aparece en Weird Tales (célebre pulp magazine) en 1928. El ciclo de Cthulhu se inicia con cuentos como «La maldición que cayó sobre Sarnath» (1920) y «La ciudad sin nombre» (1921), pero es en esta «llamada» de 1928 que se revela con más intensidad. Luego vendrían «El color que cayó del cielo», «El horror de Dunwich», «La sombra sobre Innsmouth» y muchas obras más.
El gigantesco Cthulhu es el más importante del panteón de deidades lovecraftianas venidas del espacio, porque duerme esperando su momento en las profundidades del mar, y eso lo hace horriblemente terrenal en su maligna morada, pero hay otros más poderosos y terribles, como Nyarlathotep, Shub-Niggurath, Azathoth o Yog-Sothoth. Cthulhu es la deidad que encabeza la saga: por así decirlo, un Cthulhu devenido ícono de toda una corriente; hasta aparece en juegos de rol y videojuegos; permea tantas áreas como si se tratara de un vasto oleaje generado desde su refugio de piedra.
Las obras de Howard Phillips Lovecraft (que pasó muchas penurias económicas) ya no resultan underground (por usar un término acorde, considerando cuánto ha influido HPL en el rock). Lejos quedan aquellos primeros ejemplares de Alianza Editorial, con prólogo de Rafael Llopis y traducción de Francisco Torres Oliver, que a duras penas llegaban por aquí y que se convertían en verdaderos tesoros.
Algunos de sus personajes buscan acceder a la razón o pretenden cobijo en el imperio de la lógica, pero qué pasa cuando lo insólito lo inunda todo con su oleaje de eras. Con HPL llega el terror «racional» con elementos de ciencia ficción. Abre un enorme tajo para vislumbrar el «horror cósmico». Es uno de los pocos que, literalmente, han creado su propio universo.
En «La llamada de Cthulhu», los delirantes sueños y una serie de asombrosos hechos concatenados se dan justamente desde mediados de marzo hasta principios de abril de 1925 (de 13 marzo a 2 de abril), como una bitácora del miedo. Son tres bloques narrativos que van vinculados para acercarse a la revelación. El cuento está dividido en tres partes. La primera, «El bajorrelieve de arcilla», aporta un racconto de los diarios y recortes de un investigador que ha fallecido en circunstancias extrañas. En esta parte se reúne información sobre los sueños de una gigantesca ciudad, antiquísima y de geometría no euclidiana, que emerge del océano. En la segunda parte, «El informe del inspector Legrasse», vamos tras las pistas del horrible culto de Cthulhu en los pantanos. La tercera parte, «La locura del mar», indica que todo aflora a la luz con absoluta malevolencia.
LA LLAMADA EN CLAVE MUSICAL
La influencia de HPL abarca varios géneros en el rock, desde la banda de rock psicodélico H. P. Lovecraft de fines de los sesenta hasta las bandas de Death o Black metal. Mencionar cada música inspirada en sus escritos sería tema de todo un libro, así que me remitiré al caso específico de este cuento clave.
El caso evidente y más conocido es «The call of Ktulu», un tema de la época de Metallica con Dave Mustaine (que en el demo se llamó «When hell freezes over»), pero incluido recién en el segundo disco. Es un tema instrumental que toma directamente el título del cuento, prueba de la inducción al mundo lovecraftiano que promovía el fallecido bajista Cliff Burton. Ahora, si se trata de letras sobre cuentos de Lovecraft, Metallica tiene «All nightmare long», que se decanta más hacia «The hounds of Tindalos», cuento de Belknap Long, y, sobre todo, «The thing that should not be», tema en el cual se canta el dístico de Abdul Alhazred (otro personaje lovecraftiano), el mismo que aparece en la lápida del Eddie del álbum duplo Live after death de Iron Maiden: That is not dead which can eternal lie. Yet with strange aeons death may die («No está muerto lo que puede yacer eternamente, y con el paso de los extraños eones, incluso la Muerte puede morir»).
Hay rastros de «La llamada de Cthulhu» en el disco Morbid Tales de Celtic Frost, en dos canciones de Mercyful Fate («The mad arab» y «Ktulu»), en varias de Morbid Angel; en fin, la lista podría llegar a formar un nuevo ciclo de mitos de Cthulhu. Es que estos seres se propagan a gran velocidad y cuentan con el tiempo como aliado.
PERPETRACIONES INVOLUNTARIAS
Clark Ashton Smith, Robert E. Howard, Robert Bloch, August Derleth y Frank Belknap Long, la mayoría de ellos amigos o conocidos de Lovecraft, son algunos de los escritores que expandieron el ciclo de mitos de Cthulhu.
Un círculo cercano a HPL en aquel entonces también se expande y abarca a escritores que uno diría que no tienen mucho en común con él, al menos en cuanto a la forma, como Borges y Houellebecq, que hace algunos años publicó un libro titulado H. P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida, donde resalta, entre otras cosas, el interés por dar verosimilitud a su pionera narrativa integrando astronomía, biología, espeleología, química, geología, y siendo prueba exhaustiva de ello los datos enciclopédicos en su novela En las montañas de la locura.
Más que talento en esa prosa, que resulta afectada y barroca, lo que atrae o atrapa es la fabulosa imaginación de Lovecraft y sus temas alejados ya del terror gótico para adentrarse en el horror cósmico. De ahí que sea una influencia notable en un gran número de escritores.
Borges, con afán de polemizar, se refirió así a Lovecraft en el epílogo del Libro de Arena (1975): «El destino, que, según es fama, es inescrutable, no me dejó en paz hasta que perpetré un cuento póstumo de Lovecraft, escritor que siempre he juzgado un parodista involuntario de Poe. Acabé por ceder; el lamentable fruto se titula “There Are More Things”». Ni Lovecraft es «parodista involuntario de Poe», ni es tan «lamentable fruto» el cuento que se le dedica, pero Borges, en casos como este, no escatima adjetivos.
Hay muchas opiniones de escritores del género, como Stephen King o Robert Bloch, que lo tienen por maestro. Sin embargo, llama la atención que alguien fuera de esa órbita, como Joyce Carol Oates, manifieste que lo que impresiona en Lovecraft es la descripción detallista, muy vívida, de Salem o de Providence, o inclusive del «Valle del Miskatonic», y cómo se desencadena el pavor en esos escenarios, paisajes que a ella le parecen tan alucinados como los cuadros de El Bosco.
Ningún hombre ha visto nuestra transición hacia el caos como HPL. Un extraño (como se presenta en su cuento «The Outsider») no podría narrar lo cotidiano de una «vida normal». De esa cosmogonía de dioses arquetípicos de eras primordiales y sus horribles designios más allá de las estrellas, Lovecraft muestra solo algunos fragmentos, como información parcial, creando así más suspenso. En tono de paradoja, aparecen estas líneas en su cuento:
«No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas».
Tal como hizo Nietzsche, Lovecraft enfrentaba aquello de «Dios ha muerto» en la cultura occidental. La soledad y la pequeñez de lo humano en un universo hostil, sin límites, amoral, lleno de amenazas, absolutamente ajeno a lo que hacemos y pensamos; así de abandonados estamos en sus textos, y es al percatarnos de eso que nos invade la incertidumbre, el fatal miedo. El universo como un lugar cruel donde un mero accidente puebla la Tierra. Mientras tanto, «en su morada de R’lyeh, el muerto Cthulhu espera soñando».
perezreyesjose@gmail.com