La guerra de los Estados Unidos con el Paraguay

La mayor expedición militar realizada en tiempos de paz en la historia de los Estados Unidos, se topó con la firme actitud del presidente Carlos Antonio López, de hacer respetar los derechos del Paraguay, en ocasión de dirimirse las cuestiones Hopkins y Water Witch, en 1858/9. La segunda parte de este suceso histórico es rememorado por Benito E. Silvera.

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El ex cónsul Edward A. Hopkins y la firma ”Rhode Island” consiguieron el apoyo del presidente James Buchanan, y lograron la organización de una formidable flota naval, con el propósito de marchar sobre el Paraguay, con el objetivo de imponer a su gobierno el pago de una fuerte suma de dinero por haber sido afectados en sus intereses en el país. El 19 de diciembre de 1858 llegó al puerto de Buenos Aires, la última nave expedicionaria. Días después, la escuadra norteamericana dejó el puerto, en dirección a Asunción. El responsable militar, comodoro William Brandford Schubrick, había trasladado su insignia de la fragata ”Sabine” al vapor ”Fulton”. La flota llegó a Corrientes, el 19 de enero de 1859, en donde con buen criterio el jefe civil de la expedición, juez James Butler Bowlin se decidió por el camino diplomático: el comodoro Schubrick continuó su viaje solo con la nave insignia, el resto quedó en Corrientes.

EL “FULTON” LLEGA A HUMAITA

Los consejos del servicio diplomático brasileño de Itamaratí y del general argentino Justo J. Urquiza, como asimismo, el conocimiento que tenían los americanos de los dispositivos de defensa de Humaitá, pesaron en la decisión de elegir el camino pacífico. Dejemos que el mismo comandante Schubrick nos cuente lo que pasó al llegar a la fortaleza, el 21 de enero de 1859, a las 14:00 horas. ”A las 2 p.m. (habiendo salido a las 7 a.m. de Corrientes y entrado a las 10 a.m. en el río Paraguay) nos aproximamos a las formidables defensas de Humaitá. Como no podíamos averiguar con ningún grado de certidumbre la clase de recepción que nos aguardaba en este puesto avanzado..., juzgué prudente prepararme para responder a cualquier acto de agresión que pudiera cometerse contra la bandera de los Estados Unidos. Por consiguiente, ordené al Teniente Comandante Almy que pasara a los emplazamientos y se alistara para la acción, cargando los cañones con granadas, pero poniendo mucho cuidado en no dejar escapar ningún disparo accidental, a fin de probar claramente, en caso de colisión, que la iniciativa no partió de nosotros. “Cuando nos aproximamos a la primera batería, se nos hizo (desde tierra) una llamada, pero como la distancia era muy grande para entender lo que se nos decía, ordené que fondeara el barco y envié a tierra dos oficiales de mi Estado Mayor; el Comandante Drayton y el Teniente Murdaugh, con la misión de explicar quiénes éramos. La falúa regresó a los pocos minutos, y el parte del Comandante Drayton, cuya copia acompaño, detalla su satisfactoria entrevista con el General González, comandante de Humaitá.

“Nuestra detención no duró más de 45 minutos, y si bien, cuando nos acercábamos, los soldados próximos a las baterías parecían ir hacia los emplazamientos, no vi ninguna indicación de que se preparasen a hacer fuego sobre nosotros...Sus aprestos eran como los nuestros, dictados por la prudencia, con la intención de estar listos para una emergencia”.

El parte correspondiente del Comandante Drayton, dice:
”Cuando anclamos esta mañana un poco debajo de la primera línea de fortificaciones de Humaitá, en cumplimiento de la orden que Ud. me dio, fui a tierra en la falúa, acompañado del Teniente Murdaugh, y al desembarcar, hallé a un oficial que esperaba en la playa para recibirme, el cual ante mi pedido de ver al Comandante de la Posición, me llevó al puesto del General González, no lejos de allí, a quien expliqué que, como era costumbre, según teníamos entendido, para los barcos que remontaran el río Paraguay, comunicarse con las autoridades de esta plaza, me había enviado el Almirante que comandaba la división de los Estados Unidos a presentar sus cumplimientos y a la vez expresar que íbamos a Asunción conduciendo a un ministro, enviado por mi gobierno ante el gobierno del Paraguay. Me dijo que se sentía complacido de conocerme, me preguntó el nombre del barco, si este era de guerra y de dónde procedía, preguntas que contesté, y luego, habiéndole escrito los nombres de Mr. Bowlin y de Ud. (Schubrick), pues sé que no los podría entender de viva voz, declaró que en lo que a él le incumbía, el barco no necesitaba detenerse más tiempo que el que Ud. deseare. Con motivo de una observación de su parte, me dio la oportunidad de aludir al tema, y le expresé que yo esperaba que dos naciones inteligentes como la de los Estados Unidos y el Paraguay no encontrarían dificultad en arreglar las pequeñas diferencias que existen al presente entre ellas, a lo que respondió que tenía la certeza de ese arreglo, porque su Presidente (Carlos Antonio López) era persona de muy pacíficas inclinaciones. Le manifesté que siendo lo mismo nuestro Presidente (James Buchanan), se podría dar el asunto por arreglado. Me despedí y regresé a bordo”.

LA FORTALEZA DE HUMAITA

En Rosario de Santa Fe (Argentina), el comisionado Bowlin recibió informes de que el efectivo de Humaitá ascendía a 14.000 hombres, que le pareció exagerado. Pero el ”Semanario”, periódico paraguayo, oficialmente reveló, meses después de conjurado el peligro, que en la fortaleza estuvieron concentrados 12.600 hombres, más 600 rifleros, con una reserva de 16.000 hombres. El general argentino Tomás Guido, enviado de Urquiza, vio el 15 de enero de 1859, al pasar por Humaitá, que ”numerosos soldados trabajaban descargando piezas de artillería de a 18 y sus cureñas para montarlas en batería”.

Según Bowlin, la fortaleza “...ocupa y domina una formidable posición sobre una saliente del río Paraguay...Su defensa más prominente es una casamata que alberga unos quince cañones de a 68 y cuyas troneras, exteriormente, divergan unas de otras...A pesar de sus imperfecciones (la posición), en manos de una fuerza competente, podría abrir un fuego destructor sobre cualquier flota que le atacare”.

EL “FULTON” CONTINUA SU VIAJE HACIA ASUNCION

Luego de la entrevista entre los enviados por el Comodoro Schubrick y el general González, jefe de la plaza de Humaitá, el buque insignia ”Fulton”, partió solitariamente en dirección a nuestra capital, luego de recibir el permiso correspondiente. Llegó a Asunción en la mañana del lunes 24 de enero de 1859. Las tratativas se realizaron en un marco de mutuo respeto, con la participación del entonces presidente de la Confederación Argentina, general Justo José de Urquiza.

El 9 de febrero de 1859 se llegó a un feliz acuerdo, y el 11 de febrero de 1859, don Carlos dio a publicidad en un bando oficial, distribuido en toda la república, el éxito de las gestiones, que consistía en el pago de US$ 10.000 a los familiares del marino muerto, pese a que el responsable fue el comandante del ”Water Witch”, capitán Page, al pretender desconocer nuestras leyes y al no obedecer la orden de “¡Alto!” en territorio extranjero.

En lo que respecta a la exagerada reclamación, según la propia expresión de Mr. Bowlin, de la firma Rhode Island/Hopkins, se acordó ventilarlo en Washington, ante un juez neutral, aceptado por las partes. Los detractores de don Carlos siempre hablan pestes contra él, entre otras cosas, diciendo que era un bruto, de poca cultura, etc., cosa muy difícil de creer, habida cuenta que tanto el comisionado Bowlin, responsable civil, y el Comodoro Schubrick prácticamente abrazaron la causa paraguaya, a tal punto, que éste le recomendó un abogado adecuado para enfrentar a la Rhode Island y el juez Bowlin “fue aún más allá en sus demostraciones de simpatía”, reconoce Pablo M. Ynsfrán, siendo éste un crítico del presidente paraguayo.
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