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EXPEDICION NAVAL MILITAR DE LOS
ESTADOS UNIDOS CONTRA EL PARAGUAY
Ante el peligro, siempre latente, de incursiones anexionistas de la Argentina, el presidente de la República del Paraguay, Carlos Antonio López, en octubre de 1854 firmó un decreto prohibiendo la navegación por nuestros ríos de buques de guerra extranjeros.
EL INCIDENTE DE ITAPIRU
Mal aconsejado por el ex cónsul Edward A. Hopkins, en 1855, el capitán John Page, al comando del vapor Water Witch (Hechicera del agua), de bandera norteamericana, remontó las aguas del río Paraná, rumbo a Asunción. A la altura de Itapirú (Ñeembucú), a pocos kilómetros de la confluencia del Paraná con el río Paraguay, el jefe del destacamento naval instalado allí, ordenó a la nave intrusa que se detuviera. El prepotente capitán norteamericano, haciendo oídos sordos, pretendió seguir viaje, lo que obligó a las baterías costeras a abrir fuego, con tan buena puntería que causó la muerte del timonel, Samuel Chaney, además de algunos heridos y daños en la cubierta del buque, el cual tuvo que volver sobre sus pasos.
UN CONSUL PREPOTENTE
Un día, su hermano Clemente Hopkins, en un acto prepotente e irrespetuoso causó la estampida de una tropa de bueyes a cargo de unos soldados, quienes le advirtieron que dirija su caballo a la vera del camino y marchara a paso lento para no espantar el ganado. El tarambana de Clemente hizo todo lo contrario, espoleó su cabalgadura causando la corrida de los animales. Ante tamaña falta de respeto al uniforme paraguayo y a la razón, el sargento Silvero, le siguió a todo galope y cuando llegó a una distancia adecuada, sacó su espadón de caballería y con la parte plana le dio duro a la espalda del yanqui, lo que se dice un planazo, pero no tanto, para que no cayera.
Pues bien, indignado el señorito fue presuroso junto a su hermano, el cónsul, a llorarle su desgracia; este, más ofuscado todavía, se dirigió a la sede del gobierno, con un rebenque en la mano y pistola a la cintura, entrando con violencia al despacho presidencial, sin seguir el protocolo y no respetando a la guardia, para exigir, de malas maneras y nada diplomáticas, un castigo ejemplar para el salvaje que se atrevió a castigar a su hermano.
Don Carlos no tuvo otra alternativa que despojarle de su exequátur diplomático, y pidió a Washington que nombrara a otro representante, designación que decayó en Charles A. Washburn. Poco tiempo después, los Hopkins abandonaron el país. En Washington trataron infructuosamente de conseguir apoyo de los congresistas para una acción gubernamental contra el Paraguay. No pudieron convencer a nadie para organizar una cruzada reparadora, reclamando indemnización por daños y perjuicios supuestamente sufridos por la Compañía Rhode Island y el resarcimiento por la muerte del timonel del vapor Water Witch.
LA EXPEDICION EN MARCHA
Lamentablemente, unos años después, en 1857, se hizo cargo de la presidencia de los EE.UU. de Norteamérica, James Buchanan (1791-1868), emparentado con la familia del ex cónsul. Edward A. Hopkins y la firma Rhode Island consiguieron el apoyo del presidente e hicieron un intenso lobby en el Congreso y, finalmente, lograron que se organizara una formidable flota naval compuesta de 11 vapores, 9 veleros, todos blindados con planchas de acero, con 200 cañones y 2.500 infantes de marina. Esta expedición, en octubre de 1858, parte desde los Estados Unidos en dirección al Río de la Plata, con el objetivo de imponer al Paraguay el pago de US$ 500.000 a la firma Rhode Island y US$ 10.000 a los familiares del timonel muerto. El 19 de diciembre de 1858, llegó al puerto de Buenos Aires la última nave expedicionaria. La vanguardia dejó el puerto en dirección a Asunción, el 2 de enero de 1859. Aquí, el responsable militar comodoro William Brandford Schubrick, traslada su insignia de la fragata Sabine al vapor Fulton. La flota llegó a Corrientes, el 19 de enero de 1859, en donde con buen criterio el jefe civil de la expedición, el juez James Butler Bowlin se decidió por el camino diplomático, es decir, continuar el viaje solo con la nave insignia, el resto se quedó en Corrientes. Lo sucedido en los días siguientes, será tema de la próxima entrega.