La guerra de los Estados Unidos con el Paraguay

En estos momentos en que los Estados Unidos de América se ve enfrascada en una campaña bélica contra el régimen iraquí, es oportuno rememorar un episodio histórico casi olvidado, pero que en su momento ganó mucha resonancia, como fue la expedición militar de los Estados Unidos de Norteamérica al Paraguay, ocurrida entre 1858 y 1859.

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Ante la firme actitud del presidente Carlos Antonio López de hacer respetar los derechos del Paraguay, una minúscula república enclavada en el centro de Sudamérica, el presidente norteamericano James Buchanan envió, con aval del Congreso de su país, una flota naval compuesta por una veintena de buques, 200 cañones y 2.500 hombres. Esta misión fue, en ese momento, la mayor expedición militar realizada en tiempos de paz en la historia de los Estados Unidos. El hecho fue una de las mayores novedades periodísticas de su época, además de constituirse en uno de los acontecimientos de ribetes dramáticos, por el hecho de que 2.500 hombres del ejército norteamericano se trasladaron para enfrentarse a unos 15.000 hombres de uno de los mejores ejércitos de América del Sur. Este suceso histórico es rememorado por el siguiente artículo, de la autoría del capitán de navío (DEM) Benito E. Silvera M.

EXPEDICION NAVAL MILITAR DE LOS
ESTADOS UNIDOS CONTRA EL PARAGUAY


Ante el peligro, siempre latente, de incursiones anexionistas de la Argentina, el presidente de la República del Paraguay, Carlos Antonio López, en octubre de 1854 firmó un decreto prohibiendo la navegación por nuestros ríos de buques de guerra extranjeros.

EL INCIDENTE DE ITAPIRU

Mal aconsejado por el ex cónsul Edward A. Hopkins, en 1855, el capitán John Page, al comando del vapor ”Water Witch” (Hechicera del agua), de bandera norteamericana, remontó las aguas del río Paraná, rumbo a Asunción. A la altura de Itapirú (Ñeembucú), a pocos kilómetros de la confluencia del Paraná con el río Paraguay, el jefe del destacamento naval instalado allí, ordenó a la nave intrusa que se detuviera. El prepotente capitán norteamericano, haciendo oídos sordos, pretendió seguir viaje, lo que obligó a las baterías costeras a abrir fuego, con tan buena puntería que causó la muerte del timonel, Samuel Chaney, además de algunos heridos y daños en la cubierta del buque, el cual tuvo que volver sobre sus pasos.

UN CONSUL PREPOTENTE

Aquel hecho agravó las nada buenas relaciones con USA, ya complicadas a raíz de la conducta insolente del cónsul norteamericano Edward A. Hopkins, al mismo tiempo representante de la firma ”Rhode Island”, con sede central en Carolina del Norte. Don Carlos Antonio López tuvo muy buena predisposición con él, tanto que vació un cuartel en San Antonio para cederlo como sede a la empresa fundada aquí con el pomposo nombre de ”Compañía de Navegación de Estados Unidos y Paraguay”, y además le concedió un préstamo solicitado de 10.000 pesos oro, que nunca fue devuelto.

Un día, su hermano Clemente Hopkins, en un acto prepotente e irrespetuoso causó la estampida de una tropa de bueyes a cargo de unos soldados, quienes le advirtieron que dirija su caballo a la vera del camino y marchara a paso lento para no espantar el ganado. El tarambana de Clemente hizo todo lo contrario, espoleó su cabalgadura causando la corrida de los animales. Ante tamaña falta de respeto al uniforme paraguayo y a la razón, el sargento Silvero, le siguió a todo galope y cuando llegó a una distancia adecuada, sacó su espadón de caballería y con la parte plana le dio duro a la espalda del yanqui, lo que se dice un planazo, pero no tanto, para que no cayera.

Pues bien, indignado el señorito fue presuroso junto a su hermano, el cónsul, a llorarle su desgracia; este, más ofuscado todavía, se dirigió a la sede del gobierno, con un rebenque en la mano y pistola a la cintura, entrando con violencia al despacho presidencial, sin seguir el protocolo y no respetando a la guardia, para exigir, de malas maneras y nada diplomáticas, un castigo ejemplar para el salvaje que se atrevió a castigar a su hermano.

Don Carlos no tuvo otra alternativa que despojarle de su exequátur diplomático, y pidió a Washington que nombrara a otro representante, designación que decayó en Charles A. Washburn. Poco tiempo después, los Hopkins abandonaron el país. En Washington trataron infructuosamente de conseguir apoyo de los congresistas para una acción gubernamental contra el Paraguay. No pudieron convencer a nadie para organizar una cruzada reparadora, reclamando indemnización por daños y perjuicios supuestamente sufridos por la Compañía Rhode Island y el resarcimiento por la muerte del timonel del vapor ”Water Witch”.

LA EXPEDICION EN MARCHA

Lamentablemente, unos años después, en 1857, se hizo cargo de la presidencia de los EE.UU. de Norteamérica, James Buchanan (1791-1868), emparentado con la familia del ex cónsul. Edward A. Hopkins y la firma ”Rhode Island” consiguieron el apoyo del presidente e hicieron un intenso lobby en el Congreso y, finalmente, lograron que se organizara una formidable flota naval compuesta de 11 vapores, 9 veleros, todos blindados con planchas de acero, con 200 cañones y 2.500 infantes de marina. Esta expedición, en octubre de 1858, parte desde los Estados Unidos en dirección al Río de la Plata, con el objetivo de imponer al Paraguay el pago de US$ 500.000 a la firma Rhode Island y US$ 10.000 a los familiares del timonel muerto. El 19 de diciembre de 1858, llegó al puerto de Buenos Aires la última nave expedicionaria. La vanguardia dejó el puerto en dirección a Asunción, el 2 de enero de 1859. Aquí, el responsable militar comodoro William Brandford Schubrick, traslada su insignia de la fragata ”Sabine” al vapor ”Fulton”. La flota llegó a Corrientes, el 19 de enero de 1859, en donde con buen criterio el jefe civil de la expedición, el juez James Butler Bowlin se decidió por el camino diplomático, es decir, continuar el viaje solo con la nave insignia, el resto se quedó en Corrientes. Lo sucedido en los días siguientes, será tema de la próxima entrega.
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