La génesis del Estado paraguayo (1)

Es un buen día para repensar la Independencia y la génesis de un Estado cuya historia, por lo general, se celebra rutinaria y acríticamente, y devolverle la complejidad y el desafío intelectual a un tema habitualmente cargado de tópicos. Desde Munich, el doctor Miguel Gauto Bejarano nos invita a analizar mucho de lo que damos por sentado en este ensayo, cuya primera parte llega hoy en exclusiva para los lectores del Suplemento Cultural.

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REPENSAR LA HISTORIA OFICIAL

En los últimos años, diversas reflexiones e investigaciones sobre los procesos que llevaron a la casi total disgregación del Imperio español y a la consiguiente gestación de nuevos Estados en América han conducido, en muchos casos, a relativizar las tesis más aceptadas tradicionalmente sobre tales acontecimientos, y, en otros, a revisarlas de manera radical.

Una observación sistemática de la evolución del Imperio español tanto en la época de los Austria como en la de los Borbones, y de la formación de Estados independientes en la primera mitad del siglo XIX, me han llevado a poner en tela de juicio la tesis «oficial» –por así llamarla– en la historiografía paraguaya sobre el surgimiento del Estado nacional paraguayo como epílogo de un proceso gestado en la época generalmente denominada «colonial».

Es la tesis manifiesta en la propaganda oficial difundida por el periódico, también oficial, El Paraguayo Independiente y en la obra de autores como Blas Garay, Manuel Domínguez, Efraím Cardozo, Justo Pastor Benítez y, más recientemente, Günter Kahle –que, siguiendo acríticamente la línea de los anteriores, hizo de este el tema de su tesis doctoral–. Me incluyo en la lista de quienes, a partir de tal tradición historiográfica, admitieron contenidos consagrados con carácter casi doctrinal.

Entre los factores que me llevaron a revisar esta posición está el análisis tanto de la llamada «literatura primaria» como de los resultados de publicaciones más actuales, aunque también la apreciación crítica de la misma literatura tradicional. Este artículo es el producto de tal revisión.

ADVERTENCIAS Y PRECISIONES

Me he permitido abordar de manera interdisciplinaria aportes teóricos de la Sociología y de la Historia y presentarlos en una relación sincrónica –y en parte diacrónica– con testimonios documentados y comentarios. Este enfoque interdisciplinario, al que arribé desde mi propia experiencia, lo hallé posteriormente planteado teóricamente de manera amplia y detallada en la edición de Hans-Ulrich Wehler de Geschichte und Soziologie («Einleitung», Geschichte und Soziologie, Köln 1976, pp. 11-31), con una paráfrasis de Kant hecha por Ernst Topitsch: «La historia, sin la sociología, está ciega, y la sociología, sin la historia, está vacía».

El término «nación» referido a Paraguay aparece y se consolida mucho después de la secesión estatal operada de manera más o menos expresa en la segunda década del siglo XIX. Consiguientemente, y a fin de distinguir los contenidos variables en la homonimia tradicional, emplearemos las definiciones nominales apropiadas.

INDEPENDENCIA, PUEBLO Y OTROS CONCEPTOS

Me ha parecido necesario introducir algunas precisiones conceptuales, especialmente por el uso profuso, y frecuentemente ambiguo, cuando no contradictorio, de expresiones usuales tanto en el lenguaje cotidiano como en la jerga popular y política.

Es el caso de la expresión «independencia», que en la literatura de la época en que suceden los hechos que tratamos, y también con posterioridad, alude de forma multívoca a una amplia variedad de situaciones: (a) la supresión de vínculos con «España», (b) la supresión del reconocimiento de la primacía política de «Buenos Aires», (c) la fundación de un Estado-República, (d) la fundación de un Estado-nación.

Conceptos similares son «república» y «pueblo», así como «génesis o formación del Estado nacional», noción acuñada desde una perspectiva semántica anglosajona de mediados del siglo XX para aludir a procesos de descolonización asociados a la emergencia de nuevos Estados en zonas periféricas del planeta, bautizados genéricamente con la voz compuesta «nation-building», llevada a la semántica del alemán, en general, como «Nationwerdung».

Mi intención en este estudio, siguiendo parcialmente el pensamiento de Gramsci (Note sul Machiavelli, sulla olítica e sullo stato moderno, Torino, 1955), es mostrar que la gestación del Estado paraguayo (posteriormente legitimado como «nacional») se da en el marco de la crisis orgánica de un bloque histórico (el Imperio de los Borbones españoles) al que sigue la emergencia de un poder político concreto que, invocando el derecho exclusivo y monopólico de constituir un ámbito de soberanía con exclusión de poderes extraños al propio, separa de manera definitiva la Intendencia-Gobernación paraguaya tanto del ámbito macropolítico-imperial como del regional-virreinal-rioplatense.

EL COLAPSO DEL IMPERIO

Para definir el modelo gramsciano de referencia propuesto, es decir, el de bloque histórico, conviene hacer una breve y asaz simplificada referencia a las nociones de «estructura» y «superestructura» formuladas por Marx en su Prefacio a Zur Kritik der Politischen Ökonomie (Berlín, 1974, pp. 15-16). La estructura, en esta perspectiva (permítaseme añadir algunos matices propios), es el conjunto de las relaciones de obtención, producción y distribución de la riqueza social, y la superestructura, el conjunto de instituciones que le otorgan legitimidad funcional (la ética del funcionamiento de las partes componentes de la estructura social) y jurídica (el ordenamiento jurídico de la estructura).

Me parece, por otra parte, conveniente redefinir parcialmente las ideas de estructura y superestructura, metáforas quizás demasiado estrechamente asociadas por Marx a la arquitectura de construcción de edificios y, consiguientemente, interpretadas con frecuencia de manera estática y monocausal (así, la superestructura es considerada como una variable dependiente de la estructura), en un sentido interactivo. Categorías que interaccionan generan en el interior de cada una constantes modificaciones que repercuten sobre el todo, sin que puedan predecirse las fuentes originarias de tales cambios. Tal sería el caso de las modificaciones introducidas en el ámbito de la generación de riquezas (el de la estructura) por la política (el de la superestructura), que provocan, a su vez, nuevas modificaciones en la superestructura. El cometido de una labor sociológica en este campo sería, entonces, proponer modelos –con datos obtenidos por observación sistemática– derivados de tal interacción.

La noción de bloque histórico expuesta por Gramsci en sus Note sul Machiavelli (pp. 8-9) incluye estas categorías de estructura y superestructura, enriquecidas por la idea de la unidad orgánica –una organización funcional– entre las mismas en determinado momento histórico.

Tales categorías son útiles para comprender fenómenos como el que abordamos aquí. En el caso de un bloque histórico como el del Imperio español de los siglos XVIII y XIX, permiten seguir la evolución del gradual deterioro estructural y superestructural –la Iglesia, las fuerzas militares y las milicias locales, la misma familia real, la dirigencia política reacondicionada en Juntas y cabezas de los municipios– cuyo epílogo es la crisis orgánica, es decir, el colapso de ambas dimensiones.

La extinción de la hegemonía de las élites del Estado como bloque y la emergencia de nuevos Estados es un epifenómeno de este colapso.

LA SOCIEDAD PARAGUAYA TRADICIONAL

La sociedad paraguaya de principios del siglo XIX –designaremos así la comprendida en los límites de la llamada Gobernación de Intendencia/Provincia del Paraguay, cuyos más importantes núcleos urbanos eran la Asunción, Villarrica, Villa del Pilar de Ñeembucú, San Pedro de Ykua Mandyju y San Isidro Labrador de Caraguatay– tiene el perfil de lo que la literatura sociológica describe como sociedad tradicional. Sus notas más salientes son: (a) la existencia de relaciones de producción basadas en el empleo de la mano de obra servil –la institución denominada «encomienda»– en beneficio de un grupo parasitario, el de los «encomenderos»; (b) una economía agropecuaria cuyo beneficio neto está apenas por encima del nivel de subsistencia del grupo beneficiario (Thomas Whigham, The Politics of River Trade: Tradition and Development in the Upper Plata, 1780-1870, Albuquerque, 1991, pp. 17-18); (c) una élite terrateniente, ganadera, propietaria, de manera formal o informal, de indios sometidos al trabajo servil, autodefinida como descendiente de los conquistadores y con representación política en los cabildos. Mora Mérida hace una miscelánea de la sociedad asunceña del siglo XVII en los siguientes términos:

«Podemos deducir que los principales encomenderos eran nombrados miembros del cabildo secular y, al mismo tiempo, éstos eran los que se beneficiaban de las oportunidades de ganancia, cuando se presentaban. Es decir, que se había formado un círculo de familias, que generalmente no deberían ser más de quince o veinte, como fácilmente podemos ver por el número de indios por encomienda, que controlaban toda la vida social y económica de la provincia paraguaya. El resto de la población podemos suponer que viviría en sus chacras con los pocos indios de encomienda, como sucede en toda comunidad esencialmente agrícola» (José Luis Mora Mérida, Historia social del Paraguay (1600-1650), Sevilla, 1973, pp. 210-211).

Esta élite terrateniente se había incrementado en los últimos años del siglo XVIII y a principios del XIX con algunos empleados y funcionarios estatales de origen peninsular y con algunos comerciantes (Whigham, op. cit., pp. 17-18). Otros rasgos de esta sociedad tradicional son: (d) su ajuste al ámbito de una organización político-administrativa civil-militar impuesta por los Borbones españoles a todo el Imperio en respuesta a las derrotas militares consecutivas frente a sus tradicionales rivales europeos, especialmente la Gran Bretaña. En el ámbito civil, el proyecto reformista borbónico implicaba poner al frente de cada provincia a un militar rodeado de asesores civiles «letrados», abogados o expertos en leyes; así, todos los gobernadores-intendentes de Paraguay fueron militares: Pedro Melo de Portugal, Joaquín de Alós y Brú, Lázaro de Ribera y Espinosa de los Monteros y, finalmente, el coronel Bernardo Velasco. En la práctica, los asesores civiles, aun sometidos a la autoridad del gobernador, ejercían el papel de jefes de la administración civil provincial y ganaban, consiguientemente, una notable influencia en sus respectivas provincias, virreinatos o capitanías generales; (e) un comercio exterior –centrado en la exportación de tabaco y la yerba mate– canalizado por vía fluvial –los ríos Paraguay y Paraná– y considerablemente encarecido y entorpecido por los gravámenes experimentados en el tránsito a sus mercados. Estas restricciones aduaneras serían uno de los temas centrales en las discusiones entre las élites asunceña y bonaerense sobre la constitución de nuevas formaciones políticas ante la crisis orgánica del Imperio español; (f) una práctica consuetudinaria de enriquecimiento ilícito compartida entre gobernadores intendentes, miembros de los cabildos e influyentes miembros de la élite colonial; (g) un conglomerado de asentamientos serviles indígenas sometidos a la rapacidad de los administradores civiles y en avanzado estado de disolución.

* Desde Munich, Alemania

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