La escritura y la página en blanco

Estar escribiendo ahora mismo acerca de estar escribiendo ahora mismo acerca de estar escribiendo ahora mismo acerca de… En un susurro, al oído solitario del lector, con la complicidad de la noche, cuyas sombras esfuman los contornos de las cosas y vuelven imprecisos sus límites y favorecen así la hermandad de lo real y lo ficticio, en este artículo el escritor Carlos Bazzano hace hablar al silencio acerca del misterio de la página en blanco.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2074

Cargando...

Estimado lector, apreciadísima lectora, no sé cómo empezar estas líneas y necesito escribir algo. Imagine una persona que se encuentra sin inspiración en la soledad de su casa. Imagine una silla y una pequeña mesa. Imagine también a la persona mirando fijamente la mesita. En la mesita vemos una página en blanco. La persona de la que te hablo necesita escribir, se le ocurren muchas cosas a la vez, y a la vez nada. ¿Nunca te pasó eso? Discúlpame que te trate de vos, pero tratarlo de usted me parece que genera una distancia, una distancia que no me gustaría para este espacio. Prefiero la cercanía de tratarnos de vos. Vos. ¿Vos qué pensás? Usted. ¿Usted qué piensa? Definitivamente, prefiero tratarte de vos. ¿Vos qué pensás de esa situación?

Ahora me siento un poco más seguro. Me siento un poquito más cerca de vos. Siento que si llegaste hasta este punto del texto es por algo. Quizá te llamó la atención el título, quizá el título tenga que ver con alguna necesidad tuya. Quiero hablar de eso, de la página en blanco y la escritura. Quizá si te trataba de usted, la distancia sería como si yo fuese un especialista. No me considero un especialista, me considero una persona sedienta. Quiero hablarte de esa sed, pero más que desde mis certezas, quiero hablarte desde mis dudas y mis pequeños aprendizajes. Desde esos pequeños oasis y espejismos. Por eso me parece más íntimo hablarte de vos.

Hace un rato nomás me encontraba así. Luego di unas vueltas por la casa, pensando y pensando y pensando y pensando. Tenía tantas ganas de decirte algo, pero a la vez sentía una inmensa angustia ante la hoja en blanco. Sí, me refiero a ese difícil instante antes de escribir. Me preguntaba constantemente qué escribir, qué escribirte, qué escribirme, qué escribirnos, qué escribir. Supongo que serás una de mis páginas más memorables, pues no tengo una idea precisa de lo que quiero contarte, le dije absurdamente a la página en blanco. En ese frágil instante entendí que esa página en blanco es uno de mis mayores enemigos y amigos de noches de insomnio desde hace años. Hablaré de la página en blanco y la escritura, me dije en voz tan baja como si alguien me estuviese espiando en la sala vacía.

Así como vos no tenés una idea fija de lo que vas a leer, yo no tengo una idea fija de lo que quiero contarte. Vuelvo a la posición original, personaje frente a su hoja en blanco, ahora susurrando, ahora escribiendo, ahora quieto, inmóvil. Ahora me doy cuenta de que sin embargo te escribo, y sin embargo me leés. En este instante creo que ni si tuviéramos una idea precisa de qué leer, o qué escribir, tendríamos la certeza de que el mensaje emitido fuera el recibido. No existe plena certeza en la creación literaria de que mensaje emitido sea mensaje recibido. Menos aún si hablamos de poesía. Dudo. Lo único seguro es que dudo. Ahora escribo la palabra «dudo». No me gusta esa palabra. ¿O sí? No sé.

Pienso que tal vez esto de la creación literaria es así. La certidumbre y la incertidumbre se adueñan de este rincón de la página. Quizá alguna de estas palabras, algo del fondo o la forma nos comunique, al menos de una manera subliminal, a vos y a mí. Seguro te estarás preguntando si pasará algo antes de que termine esta página. Yo también me pregunto eso cuando leo algo. A veces sucede, y a veces no. Yo también me pregunto si pasará algo. Algo tiene que suceder, me digo. Si alguna vez te pasó algo parecido con la hoja en blanco, mirame con esos tiernos ojos, por favor. Siento la omnipotencia de ir llenando esta página y a la vez un sentimiento de impotencia al no tener una idea clara. Sí, salto de la omnipotencia absoluta a la impotencia absoluta; creo que a muchos escritores les pasa esto. La sed de llenar esta página en blanco es la potencia.

Entonces pasa que me encuentro con la página casi llena. Y me recuerdo en un lugar parecido a un desierto. Y recuerdo que había sed, necesidad y necedad en el camino.

La sed, la necesidad y la necedad, y la sed nuevamente. La página en blanco, símbolo y espejo, supongo. Suspiro. Ahora me fijo en algo, y siento como si despertara. Veo que más allá de las clásicas preguntas que intenté contestar sobre el fondo de lo que quiero decirte, o sea, ese momento en que, luego de decidirnos sobre un tema o una situación, y prepararnos a contestar el qué, el quién, el cómo, el cuándo, el dónde, el por qué y el para qué, me encontré con una duda igual de intensa. Me encontré con la necesidad de responder otras preguntas que giran en torno a la forma. Ya lo dijeron otros escritores, fondo y forma van de la mano en la creación literaria. Me explico: cuando me decidí sobre qué hablar, la escritura y la página en blanco, mis cavilaciones giraron en torno a la forma en que se presentará el fondo. ¿Quién hablará? ¿Cómo? ¿Cómo hablará? ¿En qué tiempo? ¿Desde qué lugar? ¿Por qué es como es el que habla? ¿Para qué hace lo que hace el personaje? ¿Cuál será su actitud? ¿Cómo se presentará el secreto?

Como te había dicho, paciente lector, fraterna lectora, a esta altura de la página y de la madrugada, la página ya no está en blanco. Pero la misión no está cumplida. Ahora quiero releerla constantemente, en silencio, en voz alta, nuevamente en silencio, cambiar palabras, rediscutir el fondo, la forma. Y luego de todo esto, ya en medio de la madrugada, te lo confieso, no me siento satisfecho, y a la vez siento cariño y bronca por lo que digo o cómo lo digo. La relación de escritura y página en blanco es una relación tan simple como complicada. Una dialéctica que precisa de sed. Cuando tenemos sed, si no bebemos, todo se vuelve absurdo. Dudo de las últimas palabras; no deberían ser como una sentencia. Tengo sed, y pienso que hay múltiples formas de sed. A veces la sed nos lleva a oasis, y a veces tan solo a espejismos. Estimado lector, apreciada lectora, te quiero dar las gracias por la complicidad. Quiero darte las gracias por acompañarme en el desierto. ¿Será un oasis o un espejismo nuestra próxima página en blanco?

carlosbazzano@gmail.com

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...