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Se tiende a discrepar en la interpretación de la relación entre la ciencia normal y la revolucionaria. Una propone la existencia de una secuencia de una a otra, como si la última fuera un mejoramiento de la primera, respetando la continuidad. Pero para Kuhn está claro que la nueva ciencia o paradigma poco tiene que ver con la anterior. Los trabajos de la misma disciplina en la ciencia anterior no se superponen, no son reconocibles como relacionados. Los científicos pertenecientes al paradigma anterior y al nuevo paradigma hablan lenguajes diferentes. En el clímax del libro clásico de Kuhn —dice el profesor Geodfrey-Smith— ambos grupos de científicos en paradigmas diferentes viven en mundos diferentes. La revolución científica determina una discontinuidad en la historia de la disciplina.
¿Cómo ocurren las revoluciones científicas?
Para Kuhn existen dos requisitos principales para que ocurra una revolución científica: la percepción por la mayoría de los científicos de una crisis o estancamiento en el estado del conocimiento de la disciplina, así como la aparición de un candidato a nuevo paradigma. La crisis por sí misma no será suficiente a inducir a los científicos a considerar una gran teoría o paradigma anterior como refutado o falsificado. Y esto es popperiano y darwiniano, en el sentido de que para que pueda ser falsificada una teoría científica debe existir otra que en competencia sea más apta y la reemplace. Entonces, el rechazo de un paradigma acompaña la aceptación de uno nuevo. Porque la simple aparición de una idea que puede parecer ser mejor que la otra no será suficiente para convencer a los científicos de un cambio tan radical si no existiera previamente una crisis. Esta visión no está exenta de críticas, considerando que algunas transiciones fundamentales en la historia de la ciencia pareciera que ocurrieron sin un estado de crisis, sobre todo en el caso de la biología, el ejemplo es el descubrimiento de la molécula del DNA, que revolucionó pero en realidad fue consecuencia de un proceso gradual de oposición de nuevos conocimientos iniciado cincuenta años antes con la identificación de la visión estructural, el descubrimiento de la radiación y la cristalografía, sin los que no hubiera sido posible el gran descubrimiento de Watson y Crick.
Kuhn necesita, para poder justificar la aceptación del nuevo paradigma por los científicos que tienden a aferrarse al paradigma anterior de ciencia normal, de un cambio radical. Solamente una crisis podrá modificar, flexibilizar, “ablandar” la solidez del paradigma y hacer más receptivos a los científicos a nuevas alternativas. En realidad cuando aparece una idea nueva de peso, los científicos empiezan a mirarla desde el punto de vista de sus problemas no resueltos y la aceptabilidad irá en relación con la capacidad de esta nueva teoría de resolver esos problemas. Porque parte importante del proceso de formación del conocimiento es la identificación de anomalías, de situaciones no previstas, de problemas molestos en el marco de la hipótesis de férrea defensa del paradigma.
Muchas veces, la diferencia entre el científico normal, el de la ciencia de todos los días y el revolucionario es que este presta mayor atención a las anomalías que a la confirmación de las hipótesis más o menos ya previstas desde su inicio. Le interesa discurrir en terrenos escabrosos. Entonces, el poder de resolución de estos problemas que mientras tanto estaban en un limbo de interrogantes será el catalista de la revolución.
Kuhn es un defensor de la ciencia
Kuhn argumentó sobre el carácter caprichoso y desordenado de los eventos revolucionarios. Y sobre que estos son afectados por factores personales de los científicos y por accidentes históricos y serendipias. Pero Kuhn no discutió, no criticó, como a veces se malentiende, la relación de las teorías científicas tradicionales y la manera en que estas se relacionan con la evidencia. Es decir, como lo afirmara en trabajos posteriores, existen maneras más rigurosas de metodologías de evaluación de las teorías que son comunes a todos los paradigmas, aquellos de la ciencia normal a de la ciencia revolucionaria. Las teorías deben ser certeramente predictivas, consistentes o coherentes con otras teorías aceptadas en campos vecinos, capaces de unir fenómenos aparentemente dispares y ricas en nuevas ideas y descubrimientos. Estos principios forman la base para la aceptación de las teorías. Una limitación para Kuhn es que cuando estos principios son expresados en un sentido muy amplio, comunes a varias disciplinas, como que se pierde rigor y se vuelven más vagos y menos precisos y con menor poder para resolver problemas difíciles.
Thomas Kuhn, más que un crítico de la ciencia, como se pretende afirmar en algunos medios culturales o disciplinas de menor rigor, fue un defensor de los valores de la ciencia, de sus métodos y de su posibilidad de desentrañar realidades ocultas a las personas comunes, sobre todo de aquellas no versadas en los heterogéneos procesos mentales y experimentales utilizados por los científicos en su quehacer y que, sin ser necesariamente únicos ni restrictos a los superdotados, son diferentes a los otros.
La transición de la ciencia normal a la revolucionaria
La ciencia normal explicada como aquella que defiende con rigor y de manera bastante cerrada el paradigma existente utiliza versiones muy rigurosas para sostener las ideas. Tanto que con el tiempo se convierten en hábitos o modas en la comunidad de científicos y como que ya no explican en detalle y con fuerza las ideas originales que gradualmente van perdiendo fuerza. Se inicia una variabilidad en la manera de enfocar los temas y resolver problemas y esto Kuhn lo ve como algo positivo, porque se estaría preparando el camino para que pueda en el momento preciso ocurrir la revolución. Porque el paradigma de la ciencia normal es ordenado y responde a las evidencias, cerrando el debate de ideas fundamentales en una especie de callejón sin salida. Cuando ocurre la revolución, el orden se altera, se cuestionan ideas fundamentales y aparecen las maneras nuevas de resolver los problemas creados por la crisis, requiriéndose muchas veces de visiones gestálticas y actos de fe, los componentes irracionales en la creatividad científica tan estupendamente percibidos por Poincaré y descritos por Popper y Medawar.
Las revoluciones científicas para Kuhn tienen un rol positivo en la ciencia. Son parte de lo que hace a la ciencia tan poderosa como mecanismo para explorar el mundo, un instrumento de eficiencia suprema dice Godfrey Smith. Entonces, para Kuhn la ciencia es un mecanismo social donde se combinan dos capacidades: la primera es aquella necesaria para un trabajo sostenido, cooperativo, de la ciencia normal. Pueden haber avances, pero serán del tipo de la preciencia o preparadigma a la ciencia normal, con gradualidad y por acumulación de conocimientos previos, innovando el anterior a pequeña escala. La otra es aquella con capacidad para romper los paradigmas existentes y crear uno nuevo; esta es la ciencia revolucionaria, más individual, que nace habitualmente de la genialidad de un pensador científico cuya idea original será luego elaborada cooperativa y solidariamente por innumerables otros científicos dentro de la férrea defensa del nuevo paradigma ya en el marco de la ciencia normal.