Kaibutsu en La Colmena

Testimonios de la presencia de comunidades de origen foráneo, como la nikkei, en la sociedad paraguaya revelan la riqueza de las contaminaciones y los fecundos cruces culturales que la experiencia de la emigración trae consigo.

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Kaibutsu

El 26 de enero del 2002, Hisakazu Kasamatsu (de noventa y dos años, de los cuales había vivido más de sesenta en tierras paraguayas) era enterrado en Asunción siguiendo el ceremonial budista-Reiyukai de la rama Hokkekyo, con lectura del Sutra del Loto en sánscrito. Según la creencia budista (de la cual Hisakazu y su esposa eran devotos, mientras que todos sus hijos adoptaron la fe hegemónica del país de acogida, el catolicismo), su espíritu se había convertido en Hotoke, de carácter divino.

Por todas las labores realizadas a lo largo de su provecta existencia, se lo consideraba un gran líder de la comunidad, y lo llamaban Kaibutsu, «monstruo», monstruo en este caso concebido como prodigio relacionado con la grandeza del alma humana.

Recorriendo las páginas de Trayectoria de vida en el Bushido: biografía de Hisakazu Kasamatsu (Asunción, Ediciones Fausto, 2016), nos enteramos de que, según el árbol genealógico de la familia Kasamatsu, encontrado post mortem en un cajón del escritorio de Hisakazu, tenía nuestro nikkei (nikkei es todo inmigrante japonés y su descendencia en general, mientras que los issei son los inmigrantes nacidos en Japón; los nissei, los hijos de japoneses; los sanssei, los nietos; los yonssei, los bisnietos; y los gossei, los tataranietos de los inmigrantes nacidos en el exterior) entre sus ancestros al emperador Seiwa. Nos cuentan estas páginas, sin embargo, que nuestro biografiado fue un samurai sin armas, pues estudió agronomía y, cuando la emigración era la salida recomendada en el Japón de los años treinta, preparó su valija con su shakuhachi, flauta japonesa (tocada por los hombres y que acompaña al samisén, laúd japonés, tocado por las mujeres) y su soroban (ábaco japonés), y, claro, ya tenía introyectado el Bushido, el código samurai del título del libro.

Un japonés en América

Ya en América, Hisakazu Kasamatsu se casó en la colonia japonesa Alianza, de Brasil, el 30 de noviembre de 1935. Hisakazu encontró a su esposa por el sistema omiai (es decir, fue un encuentro programado para la formación de la pareja: el sueldo de tres años de trabajo normal debía ser entregado como dote por el novio al padre de la novia). Su mujer fue Hisa Takai, establecida en Guararape, nordeste de Brasil, desde 1932.

Al año siguiente, debido a que estaba embarazada, Hisa no pudo asistir a la «fundación» de la primera colonia japonesa del Paraguay, La Colmena, el 15 de mayo de 1936. Hisakazu regresó después a San Paulo a buscarla, a ella y a su recién nacida hija, Akemi, para traerlas al Paraguay.

Fue una larga travesía en el barco Mihanovich, que en aquel entonces iba desde Brasil hasta Asunción, pasando por Concepción. En el puerto de Asunción los esperaba un funcionario de Parakatu (la Compañía Colonizadora de Paraguay, en la que trabajaba Hisakazu). En las veredas, mujeres sentadas vendían sandías.

En Asunción, tomaron el tren hasta la estación de Ybytymí (departamento de Paraguarí), y pasaron la primera noche en el Hotel Fleitas. Desde Ybytymí, viajaron en carreta de bueyes los veinticinco kilómetros que los separaban de La Colmena.

Hisa preparaba a menudo queso de soja, salsa de soja y miso (pasta a base de soja y trigo que se fermenta). Todos los hijos posteriores a Clara Akemi (Akemi quiere decir «Belleza del Amanecer») nacieron en Paraguay: Félix Singo (en japonés, Singo es «Firmeza»), Emilia Yumi (Yumi significa «Justicia y Belleza»), Elena Sachiko (Sachiko se traduce como «Hija de la Felicidad») y la benjamina, Rosa Toshiko (para ella se utilizó el nombre del hermano del biografiado, Toshio). En todos se combinaban deliberadamente un nombre en español y uno en japonés.

Fundación de La Colmena

Fue en parte debido a la limitación del número anual de inmigrantes que el gobierno de Brasil impuso en 1934 por ley (la ley de «restricción al dos por ciento de admisión anual de inmigrantes, en proporción a la cantidad preexistente», o ley «dos dois por cento») que la primera colonia agrícola japonesa se estableció en Paraguay, convertido en la alternativa a Brasil más cercana, en 1936.

En 1935, los gobiernos de Japón y Paraguay, cuyo presidente era en ese momento Eusebio Ayala, acordaron que cien familias japonesas serían admitidas de manera experimental en el país. Así, en marzo de 1935, Hisakazu fue nombrado ingeniero de planeamiento de la colonización japonesa en Paraguay, y llegó al país como integrante del Parataku.

Después de muchos estudios de factibilidad y topografía, encontraron hacia Ybytymí, zona de Iriarte, a unos 135 kilómetros de Asunción, un sitio interesante. El cerro Apyraguá, majestuoso entre serranías de rocas y árboles, sobre todo, fascinó a los japoneses: su configuración les parecía locamente similar a la del monte Fuji. De hecho, los primeros inmigrantes japoneses bautizaron al monte como «Colmena Fuji». Al final, el gobierno de Japón compró 10 850 hectáreas de tierra en lo que sería La Colmena.

El 17 de febrero de 1936, el coronel Franco se hizo con el gobierno y, en principio, se manifestó en contra de la primitiva resolución firmada por Ayala. Pero se solventó este impasse el 29 de abril de 1936, y se permitió a las cien familias ingresar al país.

El 15 de mayo de 1936, fecha de llegada a la localidad de La Colmena del cónsul japonés acreditado en Argentina y del jefe de planeamiento, Kasamatsu, se considera la fecha de fundación de La Colmena, el primer asentamiento de inmigrantes japoneses en el Paraguay. Las primeras ocho familias, procedentes del Brasil, llegaron en junio de 1936.

Más colonias

En una segunda etapa de la inmigración japonesa, en la década de 1950, con el patrocinio de Kasamatsu se fundaron nuevas colonias en las zonas de Itapúa y Amambay: Colonia Chaves, Colonia Fram, Colonia Pirapó, Colonia Yguazú... Yasuo Wakatsuki, autor de Medio siglo de inmigrantes en América del Sur, menciona la ímproba labor cumplida durante esos años por Hisakazu, la ardua tarea de instalar a los inmigrantes japoneses en el Paraguay.

El célebre cafetero norteamericano Mr. Johnson (Clarence Earl Johnson, un tejano cuyo inglés parecía portugués, que tenía en Pedro Juan Caballero una cantidad de tierra equivalente –según un reportaje de la revista Time del 27 de junio de 1955– «a la mitad del estado de Delaware» y personaje importante del libro del inefable Ernesto Giménez Caballero Revelación del Paraguay) hace su aparición en nuestra biografía en su calidad de presidente de la Compañía Americana de Fomento Económico (CAFÉ) cuando esta, que estaba encargada de la colonización de la zona, quiebra en 1958, y Hisakazu Kasamatsu, a pedido del embajador japonés, es solicitado como mediador entre los colonos japoneses y CAFÉ.

Stroessner en Japón

Curiosamente, cuando la visita oficial del presidente de Paraguay Alfredo Stroessner a Japón, era embajador paraguayo en ese país el economista Desiderio Melanio Enciso, yerno de nuestro biografiado. Merece citarse la anécdota de que el chef Murakami preparó con la asesoría de la hija de Hisakazu, y esposa del embajador, Emilia Yumi, la sopa paraguaya, ese famoso ambigú nativo, para que la degustase el emperador Hirohito...

Completa el perfil de Hisakazu Kasamatsu su incursión, desde los años cincuenta, en el mundo empresarial, sobre todo en el rubro de importaciones y exportaciones. Entre 1972 y 1975, la empresa Kasamatsu SACI representó a las firmas Nippon Electric Company (NEC) y Toshiba para la construcción de la red de microondas y la estación satelital de Areguá para Antelco (Administración Nacional de Telecomunicaciones, actual Copaco), la primera en este tipo de equipos en el Paraguay.

Emi Kasamatsu

Trayectoria de vida en el Bushido: biografía de Hisakazu Kasamatsu

Asunción, Ediciones Fausto, 2016

kurubeta@gmail.com

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