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De hecho, este diálogo ha sido muy tímido y escaso, apoyándose casi exclusivamente en algunas traducciones del reconocido poeta y novelista Augusto Roa Bastos (1917-2005) en Brasil, y el impacto de algunos autores brasileños como Jorge Amado (1912 -2001), en Paraguay. Con la novela de Marcos, la literatura paraguaya circula de nuevo en nuestro entorno literario, más visible y renovada, lo que permite al lector conocer una notable obra contemporánea, que ha sido objeto de atención por parte de los críticos y estudiosos de diversos países, donde ya se ha traducido.
Juan Manuel Marcos (1950), natural de Asunción, es también poeta, crítico literario, ensayista y profesor universitario. En su militancia política fue elegido para los escaños parlamentarios. El autor ha tenido una participación activa en la lucha por las libertades democráticas en el período de 1960 a 1980, y después de la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner en 1989. De amplia formación en Humanidades, tiene un doctorado en Filosofía por la Universidad de Madrid, y en Letras, por la de Pittsburgh (Estados Unidos), y es actualmente rector de la Universidad del Norte de Asunción. Es un intelectual que trabaja principalmente en tres frentes de la construcción de la modernidad contemporánea en su país: en la política, la educación y la cultura.
Estatuto cosmopolita
La novela El invierno de Gunter llega a Brasil con credenciales reconocidas que dan fe de su valor, como obra ganadora del Premio Libro del Año 1987 en su país, que ya cuenta con traducciones en más de catorce idiomas. En sus páginas, el lector se enfrenta a una ficción magistral, que se percibe por el nivel de desarrollo de su escritura, con un lenguaje y un tema dinámico y polifacético de gran interés cultural. No es coincidencia que la obra sea considerada la novela paraguaya más importante de las últimas cuatro décadas. En su país, el autor es considerado el más grande novelista contemporáneo viviente de alcance universal, revitalizando una tradición literaria enraizada en Roa Bastos como la referencia más reconocida.
De hecho, el tejido textual de El invierno de Gunter revela un minucioso trabajo en el uso contemporáneo de las técnicas narrativas, mezclando diferentes tonos, con incursiones poéticas y filosóficas, diálogos y ocasionales citas de la cultura y de la historia, la eficacia narrativa y el sentido de la medida. En el proceso narrativo se alternan momentos de reflexión, situaciones e información cultural, con pasajes de diálogo franco y vigoroso, a través de los que se afirman las voces del narrador y los personajes. A cada paso, situaciones y experiencias revelan los rasgos personales, los instintos, los sentimientos, las debilidades, las aspiraciones, las actitudes, las ironías y los lugares comunes a la condición humana en el juego del flujo de la ficción. El narrador conduce este proceso de forma segura, con una presentación de personajes bien definidos. Los diálogos son precisos y expresivos, y revelan la psicología de los personajes en acción, llevando al lector a visualizar las escenas con nitidez sin necesidad de largas descripciones. Este procedimiento da agilidad y ligereza al flujo textual, mediante una racionalización del proceso narrativo que envuelve al lector en el reto y el placer de la lectura.
Situado ambiguamente en la pequeña Corrientes, esta novela es, sin embargo, una obra francamente cosmopolita, en el sentido de que su ámbito de aplicación se extiende sobre una amplia geografía referencial, más allá de las fronteras nacionales, con la participación de otras culturas y lenguas –a través de viajes, experiencias y actuaciones de los personajes y múltiples referencias históricas y hechos– y en muchos países como Estados Unidos, Francia, España, México, Argentina y Brasil, entre otros. El narrador tiene una visión integral y global del mundo. Algunos personajes, como el profesor Azuaga, Eliza Lynch y su esposo, el economista Pancho Gunter, se proyectan más allá de las fronteras del país. Por el contrario, los personajes locales, especialmente monseñor Cáceres, representan las limitaciones de una actitud y una visión del mundo que deben ser superados.
El substrato cultural de la novela consiste en una enorme variedad de fuentes, pensadores, filósofos, poetas, escritores de diversas lenguas y nacionalidades, lo que demuestra el dominio erudito del narrador, que tiene una formación académica en gran escala, que le permite saltar de la tradición local a la contemporánea transnacional. Marcos aprecia los orígenes de la formación indígena del pueblo paraguayo, para resaltar los elementos etnográficos de la tradición Tupi-Guarani, pero sin crear mitos sino presentando un estudio con un enfoque antropológico.
Juan Manuel Marcos establece un modelo que extrapola la mirada y supera el localismo que caracterizó gran parte de la literatura latinoamericana hasta mediados del siglo 20. En su obra de ficción, nada brilla como el color local, exento del sentimiento de nacionalismo extremo, pero todo se refleja y se referencia como una afirmación de la soberanía cultural. El autor enriquece los diálogos interculturales, con amplias referencias y personajes que son ciudadanos del mundo, mediante la introducción de rasgos paraguayos, como parte de una geografía cosmopolita y universal. La visión de la realidad es múltiple, una mirada sobre los procesos de la vida contemporánea que se transparenta en temas cotidianos.
Tarea histórica
La novela tiene un tono realista, ya que conversa íntimamente con los elementos que constituyen la realidad de su tiempo. Las alusiones al proceso histórico, las citas en passant, las guerras y la actuación de personalidades reales diseñan una serie de sentidos que explica la constitución de la identidad del país de cara a sus vecinos, a veces rivales, a veces aliados y socios –en los ámbitos político, cultural e ideológico, de manera crítica y presente, como la apertura hacia un diálogo continental, sin renunciar a la soberanía de su territorio y su cultura.
Los expedientes de hechos históricos impregnan el proceso narrativo, con mayor o menor relevancia, como si el narrador quisiera marcar de forma indeleble el terreno cultural del que extrae su discurso y su perspectiva. Junto a detalles sobre la tradición historiográfica del Paraguay, se encuentran referencias a la Guerra del Chaco, y lo que más toca a Paraguay y Brasil en el siglo 19, la famosa y todavía insuficientemente explicada Guerra del Paraguay (1864-1870), nombre oficial para los brasileños, o la Guerra de la Triple Alianza, más familiar a los paraguayos. Este terrible episodio aparece más coherente en pasajes de la novela, trayendo nueva luz a los gestos, las palabras y las actitudes del legendario Francisco Solano López, comandante de las tropas paraguayas, ante los vecinos brasileños, argentinos y uruguayos.
La novela propone un debate, un diálogo en tensión sobre un hecho que, especialmente para los paraguayos, no puede ser olvidado ni relegado al silencio de los archivos. Así, la ficción cumple una tarea que la Historia no puede realizar, al volver a representar, en el texto novelístico, unas acciones heroicas de resistencia sin parangón en América.
El lector siente la proximidad del texto literario con el estilo del registro historiográfico, lo que puede confundir o enfrentar a la ficción con la realidad de los hechos – el texto sería percibido así como una narración de carácter memorialístico. Sin embargo, la literatura tiene su propio estatuto ficcional, establecido especialmente en el tejido textual. No se trata del simple registro de un contexto histórico, sino el resultado de la imaginación del autor y su creación, que reorganiza los hechos como representación, y a más allá de la realidad y del substrato que subyace en ella. De hecho, es muy saludable cuando el talento del novelista puede presentar los datos historiográficos y los elementos puramente ficticios impecablemente amalgamados, un estilo que combina lo fáctico y lo imaginado, en una narración que informa, entretiene y sitúa al lector, lo que le brinda una comprensión más profunda de la sociedad y su cultura, su pasado y presente, y una proyección posible de su futuro.
El invierno de Gunter es una obra notable. El contenido que emana de su trama ficticia inspira al lector una amplia gama de información, lo sensibiliza, y le hace reflexionar sobre la realidad de las experiencias históricas y culturales, como la realidad particular del continente de América Latina, y especialmente de cara a un mundo globalizado, con el que el diálogo es necesario e ineludible. Cuando se escribe una obra de tal envergadura, la actitud del novelista es ciertamente política y pedagógica. Como intelectual de su tiempo, con una excepcional experiencia nacional e internacional dentro de sus actividades políticas y de educador, Juan Manuel Marcos demuestra un claro compromiso con la convicción de que la literatura contemporánea es en justa medida parte indispensable de la construcción simbólica de su cultura y de su patria.
Editor: Alcibiades González Delvalle - alcibiades@abc.com.py
Universidad Estadual de Feira de Santana, Bahia