Cargando...
Novelista, ensayista y dramaturgo (según Hugo Rodríguez Alcalá, «el mejor dramaturgo de su generación»), y abogado de profesión, Juan Bautista Rivarola Matto (Asunción, 1933-1991) dejó el país luego de la guerra civil de 1947, que estalló cuando era un adolescente. En Buenos Aires se hizo escritor, con Yvipora, en 1970. Los habitantes del campo –es un autor que entiende especialmente bien el mundo rural– conforman el protagonista plural de esta novela: las poras, escribe en ella, «son antojos que, algunas veces, claro está, expresan preocupaciones colectivas». «Yvy» es tierra; «pora», en su primera acepción, fantasma; en la segunda, habitante. Se trata del habitante de la tierra, pero también de su fantasma, del fantasma del campesino sin tierra.
Tras unos veinte años de exilio, volvió a Asunción en 1979, trabajó como periodista, fundó la editorial Napa, que publicó, en sus cuatro años de vida, cuarenta y dos libros de autores nacionales, y dejó, a su muerte, una obra literaria que incluye el ciclo novelístico formado por Diagonal de sangre (1986), La isla sin mar (1987) y la ahora reeditada El santo de guatambú (1988).
Si cabe incluir a Juan Bautista Rivarola Matto, nacido en pleno fragor bélico, entre los escritores paraguayos de la generación marcada por la Guerra del Chaco, no es tanto por el contexto cronológico de su nacimiento en un mundo en guerra y marcado por ella en los años ulteriores (aunque también por eso) cuanto por la mirada que dirige toda su producción a las relaciones entre la experiencia vital humana y las circunstancias históricas –los conflictos por la tierra y el poder, la inestabilidad política, la insularidad (dos escritores han dado a Paraguay título de isla: Roa Bastos, que lo llamó «isla rodeada de tierra», y Juan Bautista Rivarola Matto, que lo llamó «isla sin mar»), la guerra y su impronta– en la cultura paraguaya.
juliansorel20@gmail.com