Cargando...
Durante una larga conversación que pudimos mantener con él, explicó su presencia en Asunción diciendo:
- Paraguay era un lugar que estaba entre mis proyectos siempre. Desde que conocí a Carlos (Colombino), en Brasil el año de 1959, cuando la Bienal de São Paulo. Allí él me dijo: Oye, tienes que venir a Paraguay, y desde ese momento nació un proyecto que se fue postergando a causa de una serie de compromisos que fueron surgiendo, y este iba quedando para un poco más tarde. Fíjese que de toda América Latina, Paraguay era el único país que nunca había visitado.
José Luis Cuevas es un hombre de aspecto muy jovial, pelo entrecano, que fuma mucho y muy vital. Habla con entusiasmo de cualquier tema y lo hace con notable fluidez.
- Siempre he sido un apasionado de nuestro continente
-siguió diciendo-, de América Latina. El primer lugar en el que estuve, fuera de México, fue Cuba, allá por el año de 1958. Entonces expuse en el Palacio de Bellas Artes y fue una de mis primeras exposiciones. O mejor dicho, fue la primera que realicé en un país latinoamericano, fuera de México, mi país natal. Después fui a Venezuela que fue el segundo lugar y así he ido recorriendo toda América Latina. Y para mí es lo más apasionante que me ha ocurrido, aun después de haber vivido en Francia y en Nueva York. Pero siempre me resultó más apasionante vivir en uno de nuestros países. Dentro de esta larga experiencia, Paraguay era lo que me faltaba, y aquí estoy para realizar aquel viejo proyecto.
REFLEJANDO AMÉRICA LATINA
- ¿Recoge su obra las experiencias vividas en estos largos e ininterrumpidos viajes por los países latinoamericanos? - Esto es inevitable. Las experiencias que uno va viviendo lo marcan a uno. Esto no quiere decir que se termine exteriorizando esa experiencia de manera muy evidente. Pero el trabajo de uno es el resultado de todas esas marcas que van dejando las cosas. Así, hay lugares en que uno permanece unos pocos días. En otros uno vive larguísimas temporadas. Sucede así que yo viví en París en una especie de autoexilio hasta 1982.
- ¿Un exilio a causa de sus ideas políticas?
- No, no fue un exilio político. Era más bien como una protesta al excesivo nacionalismo de mi país y debido al hecho que en aquel tiempo había hecho declaraciones muy detonantes que habían irritado mucho a ciertos grupos hegemónicos. De este modo, fui el segundo mexicano que se marchó al exilio. El primero fue Porfirio Díaz, que lo hizo por causas políticas. Y luego yo, que lo hice por propia voluntad.
MURALISMO Y NACIONALISMO
- ¿Pero cuáles fueron los verdaderos motivos de su decisión? ¿Cuáles fueron esas declaraciones detonantes que hizo? - En primer lugar el excesivo nacionalismo que se respiraba dentro de las artes, especialmente a través del movimiento muralista que se había vivido en México con pintores tales como (Diego) Rivera, (José Clemente) Orozco y (David Alfaro) Siqueiros. Pues bien, se me ocurrió hacer unas declaraciones incendiarias contra esta tendencia sin pensar en lo poderosos que eran tales grupos. Ahora me asustan las declaraciones que hice entonces. Pues bien, a raíz de todo ello, opté por el exilio voluntario. Y me fui prometiendo no regresar nunca más. Para aquel entonces ya había vivido en Francia y en Italia.
- ¿Y cuándo regresó?
- A los ocho años decidí regresar de tan largo exilio. Claro que en todos esos años expuse en París y en muchos otros lugares de Europa.
- ¿Cómo lo recibieron?
- Pues, muy mal. Me recibieron a balazos. A los pocos días de llegar sufrí un atentado y cuatro días más tarde, mi casa fue baleada. Por suerte, por las dudas, había mantenido mi estudio en París. En fin, pienso que todo ello era consecuencia del exacerbado nacionalismo que yo siempre había denunciado.
DIBUJO Y MURALISMO
- ¿Cómo resulta ser dibujante en un país donde existe una tradición tan fuerte como la del muralismo?
- Mire, yo escogí el dibujo, o el dibujo me escogió a mí, porque era una vocación que se me manifestó desde mi misma infancia debido al hecho que nací en una fábrica de papel y de lápices. Ahí transcurrieron mis primeros años, donde tenía a mi disposición todo el papel y todos los lápices que quería. Fue por este motivo que comencé a dibujar a una edad muy temprana.
- ¿Cómo sentía usted su obra frente a aquellas pinturas gigantescas en las paredes de los edificios públicos de su país?
- Claro, en México había una exaltación del color local a través de los murales de Diego Rivera. Pero sentía que en México teníamos, en primer lugar, una fuerte tradición de la escultura precolombina, toda la escultura de la época anterior a la conquista. Era lógico entonces que sintiese una fuerte atracción hacia las formas escultóricas y era lógico, también, que terminara descubriendo la escultura.
- ¿Cómo son sus esculturas?
- La primera escultura monumental que hice se encuentra hoy en el Museo José Luis Cuevas y se llama La Giganta. Trabajo en bronce y pienso que la vocación de escultor la tuve desde muy niño. En una exposición antológica, como la llaman los españoles, en el Museo Reina Sofía se expusieron dibujos míos que son de mi infancia. Fueron prestados por una galería donde estaban depositados. Los había hecho cuando tenía diez o doce años y en algunos de ellos yo había escrito Proyecto para una escultura. Nunca me había imaginado que aquellos dibujos se tenían que convertir luego en esculturas.
- ¿No tenía memoria de aquellos diseños?
- Desde luego que no. Me sorprendió muchísimo porque como eran dibujos tan antiguos yo me había ya olvidado de ellos. De pronto los veo allí, el proyecto para escultura y era como una indicación del camino que debía seguir. Era clarísimo. El problema más grave con que tropezaba era los continuos viajes que realizaba. No me quedaba quieto en mi taller para poder entregarme a la escultura. Hasta que de pronto se dieron las condiciones y surgió así La Giganta. A esta obra le siguieron muchas otras.
LOS TEMAS DE CUEVAS
- ¿Cuáles son los temas que más le preocupan en sus obras?
- Bueno, yo creo que hay raíces profundas que vienen del arte antiguo mexicano. Muchas veces hay gente que me dice: Eso que dicen tus obras son cosas verdaderamente mexicanas... Pero si esas cosas son las que están precisamente en el arte precolombino existente. Y por otro lado, lo que hemos recibido de los españoles con ese sentido trágico que hay en su pintura y en su literatura. Además, en México lo tenemos a José Guadalupe Posadas con el que se inicia todo. Los grabados de Posadas son las raíces, son los comienzos del arte mexicano.
- ¿En qué momento, entonces, usted rompe con el nacionalismo en el arte mexicano?
- Pues, yo diría que el arte antiguo mexicano no tiene nada de nacionalista. El nacionalismo del arte mexicano surge con la Revolución (la guerra civil se inició alrededor de 1909 y se prolongó hasta 1917) de Emiliano Zapata y Pancho Villa. En ese momento era importante ese sentimiento nacionalista. Ese nacionalismo se prolongó luego al movimiento de los Muralistas, cuando Rivera llega de París, donde había estado dentro de las vanguardias artísticas y con Orozco y Siqueiros inician tal movimiento. Pues fue justamente ese movimiento que yo combatí ferozmente. No sé de dónde quité el valor de enfrentarme a ellos porque era gente muy poderosa.
- ¿Notó usted alguna repercusión de ese movimiento en otros países latinoamericanos?
- Pues, sí. Durante los viajes que realicé por Latinoamérica, en cada país que llegaba me encontraba que había como una réplica del movimiento de los muralistas en obras que estaban en los palacios de gobierno o en otros edificios públicos. Sin embargo, creo que en los países del cono Sur no se dejó sentir con mucha fuerza. O al menos, no con la misma fuerza que se hizo sentir en otros países del continente. Por ejemplo, no ocurrió así en Argentina y creo que tampoco aquí en Paraguay. En Argentina, por ejemplo, ya había otros murales con contenidos diferentes y no con contenidos políticos como nos tenían acostumbrados los muralistas mexicanos.
- ¿Qué efecto tuvieron aquellas protestas suyas, aquellos enfrentamientos con los muralistas?
- Aquellas declaraciones mías cambiaron el rumbo del arte nacional mexicano. Por eso, la generación que conozco, la que me siguió, se la conoce con el nombre de la generación de la ruptura. Fue como resultado de aquel movimiento que inicié en los años cincuenta de abrir las ventanas al arte de otros países. Esto se consolidó de tal manera que el año pasado se conmemoraron los diez años de la inauguración del Museo José Luis Cuevas. Celebramos la fecha con una muestra dedicada a ese movimiento de ruptura. Con este movimiento se inicia una generación brillante, importante, diría yo, que asume una actitud libertaria en busca de una libertad de expresión. Fíjese que esto fue muy difícil, ya que anteriormente Siqueiros había escrito un manifiesto que se llamaba No hay más ruta que la nuestra. O sea, lo que decía, palabra más, palabra menos, era que el arte que se hacía en el mundo era el mexicano y además había como una actitud de negar los grandes aportes que habían hecho las vanguardias europeas.
Al término de su visita a nuestro país, Cuevas regresó a México después de haberse suspendido su exposición en China por causa de la epidemia de gripe que se había registrado en aquella región.
- Paraguay era un lugar que estaba entre mis proyectos siempre. Desde que conocí a Carlos (Colombino), en Brasil el año de 1959, cuando la Bienal de São Paulo. Allí él me dijo: Oye, tienes que venir a Paraguay, y desde ese momento nació un proyecto que se fue postergando a causa de una serie de compromisos que fueron surgiendo, y este iba quedando para un poco más tarde. Fíjese que de toda América Latina, Paraguay era el único país que nunca había visitado.
José Luis Cuevas es un hombre de aspecto muy jovial, pelo entrecano, que fuma mucho y muy vital. Habla con entusiasmo de cualquier tema y lo hace con notable fluidez.
- Siempre he sido un apasionado de nuestro continente
-siguió diciendo-, de América Latina. El primer lugar en el que estuve, fuera de México, fue Cuba, allá por el año de 1958. Entonces expuse en el Palacio de Bellas Artes y fue una de mis primeras exposiciones. O mejor dicho, fue la primera que realicé en un país latinoamericano, fuera de México, mi país natal. Después fui a Venezuela que fue el segundo lugar y así he ido recorriendo toda América Latina. Y para mí es lo más apasionante que me ha ocurrido, aun después de haber vivido en Francia y en Nueva York. Pero siempre me resultó más apasionante vivir en uno de nuestros países. Dentro de esta larga experiencia, Paraguay era lo que me faltaba, y aquí estoy para realizar aquel viejo proyecto.
REFLEJANDO AMÉRICA LATINA
- ¿Recoge su obra las experiencias vividas en estos largos e ininterrumpidos viajes por los países latinoamericanos? - Esto es inevitable. Las experiencias que uno va viviendo lo marcan a uno. Esto no quiere decir que se termine exteriorizando esa experiencia de manera muy evidente. Pero el trabajo de uno es el resultado de todas esas marcas que van dejando las cosas. Así, hay lugares en que uno permanece unos pocos días. En otros uno vive larguísimas temporadas. Sucede así que yo viví en París en una especie de autoexilio hasta 1982.
- ¿Un exilio a causa de sus ideas políticas?
- No, no fue un exilio político. Era más bien como una protesta al excesivo nacionalismo de mi país y debido al hecho que en aquel tiempo había hecho declaraciones muy detonantes que habían irritado mucho a ciertos grupos hegemónicos. De este modo, fui el segundo mexicano que se marchó al exilio. El primero fue Porfirio Díaz, que lo hizo por causas políticas. Y luego yo, que lo hice por propia voluntad.
MURALISMO Y NACIONALISMO
- ¿Pero cuáles fueron los verdaderos motivos de su decisión? ¿Cuáles fueron esas declaraciones detonantes que hizo? - En primer lugar el excesivo nacionalismo que se respiraba dentro de las artes, especialmente a través del movimiento muralista que se había vivido en México con pintores tales como (Diego) Rivera, (José Clemente) Orozco y (David Alfaro) Siqueiros. Pues bien, se me ocurrió hacer unas declaraciones incendiarias contra esta tendencia sin pensar en lo poderosos que eran tales grupos. Ahora me asustan las declaraciones que hice entonces. Pues bien, a raíz de todo ello, opté por el exilio voluntario. Y me fui prometiendo no regresar nunca más. Para aquel entonces ya había vivido en Francia y en Italia.
- ¿Y cuándo regresó?
- A los ocho años decidí regresar de tan largo exilio. Claro que en todos esos años expuse en París y en muchos otros lugares de Europa.
- ¿Cómo lo recibieron?
- Pues, muy mal. Me recibieron a balazos. A los pocos días de llegar sufrí un atentado y cuatro días más tarde, mi casa fue baleada. Por suerte, por las dudas, había mantenido mi estudio en París. En fin, pienso que todo ello era consecuencia del exacerbado nacionalismo que yo siempre había denunciado.
DIBUJO Y MURALISMO
- ¿Cómo resulta ser dibujante en un país donde existe una tradición tan fuerte como la del muralismo?
- Mire, yo escogí el dibujo, o el dibujo me escogió a mí, porque era una vocación que se me manifestó desde mi misma infancia debido al hecho que nací en una fábrica de papel y de lápices. Ahí transcurrieron mis primeros años, donde tenía a mi disposición todo el papel y todos los lápices que quería. Fue por este motivo que comencé a dibujar a una edad muy temprana.
- ¿Cómo sentía usted su obra frente a aquellas pinturas gigantescas en las paredes de los edificios públicos de su país?
- Claro, en México había una exaltación del color local a través de los murales de Diego Rivera. Pero sentía que en México teníamos, en primer lugar, una fuerte tradición de la escultura precolombina, toda la escultura de la época anterior a la conquista. Era lógico entonces que sintiese una fuerte atracción hacia las formas escultóricas y era lógico, también, que terminara descubriendo la escultura.
- ¿Cómo son sus esculturas?
- La primera escultura monumental que hice se encuentra hoy en el Museo José Luis Cuevas y se llama La Giganta. Trabajo en bronce y pienso que la vocación de escultor la tuve desde muy niño. En una exposición antológica, como la llaman los españoles, en el Museo Reina Sofía se expusieron dibujos míos que son de mi infancia. Fueron prestados por una galería donde estaban depositados. Los había hecho cuando tenía diez o doce años y en algunos de ellos yo había escrito Proyecto para una escultura. Nunca me había imaginado que aquellos dibujos se tenían que convertir luego en esculturas.
- ¿No tenía memoria de aquellos diseños?
- Desde luego que no. Me sorprendió muchísimo porque como eran dibujos tan antiguos yo me había ya olvidado de ellos. De pronto los veo allí, el proyecto para escultura y era como una indicación del camino que debía seguir. Era clarísimo. El problema más grave con que tropezaba era los continuos viajes que realizaba. No me quedaba quieto en mi taller para poder entregarme a la escultura. Hasta que de pronto se dieron las condiciones y surgió así La Giganta. A esta obra le siguieron muchas otras.
LOS TEMAS DE CUEVAS
- ¿Cuáles son los temas que más le preocupan en sus obras?
- Bueno, yo creo que hay raíces profundas que vienen del arte antiguo mexicano. Muchas veces hay gente que me dice: Eso que dicen tus obras son cosas verdaderamente mexicanas... Pero si esas cosas son las que están precisamente en el arte precolombino existente. Y por otro lado, lo que hemos recibido de los españoles con ese sentido trágico que hay en su pintura y en su literatura. Además, en México lo tenemos a José Guadalupe Posadas con el que se inicia todo. Los grabados de Posadas son las raíces, son los comienzos del arte mexicano.
- ¿En qué momento, entonces, usted rompe con el nacionalismo en el arte mexicano?
- Pues, yo diría que el arte antiguo mexicano no tiene nada de nacionalista. El nacionalismo del arte mexicano surge con la Revolución (la guerra civil se inició alrededor de 1909 y se prolongó hasta 1917) de Emiliano Zapata y Pancho Villa. En ese momento era importante ese sentimiento nacionalista. Ese nacionalismo se prolongó luego al movimiento de los Muralistas, cuando Rivera llega de París, donde había estado dentro de las vanguardias artísticas y con Orozco y Siqueiros inician tal movimiento. Pues fue justamente ese movimiento que yo combatí ferozmente. No sé de dónde quité el valor de enfrentarme a ellos porque era gente muy poderosa.
- ¿Notó usted alguna repercusión de ese movimiento en otros países latinoamericanos?
- Pues, sí. Durante los viajes que realicé por Latinoamérica, en cada país que llegaba me encontraba que había como una réplica del movimiento de los muralistas en obras que estaban en los palacios de gobierno o en otros edificios públicos. Sin embargo, creo que en los países del cono Sur no se dejó sentir con mucha fuerza. O al menos, no con la misma fuerza que se hizo sentir en otros países del continente. Por ejemplo, no ocurrió así en Argentina y creo que tampoco aquí en Paraguay. En Argentina, por ejemplo, ya había otros murales con contenidos diferentes y no con contenidos políticos como nos tenían acostumbrados los muralistas mexicanos.
- ¿Qué efecto tuvieron aquellas protestas suyas, aquellos enfrentamientos con los muralistas?
- Aquellas declaraciones mías cambiaron el rumbo del arte nacional mexicano. Por eso, la generación que conozco, la que me siguió, se la conoce con el nombre de la generación de la ruptura. Fue como resultado de aquel movimiento que inicié en los años cincuenta de abrir las ventanas al arte de otros países. Esto se consolidó de tal manera que el año pasado se conmemoraron los diez años de la inauguración del Museo José Luis Cuevas. Celebramos la fecha con una muestra dedicada a ese movimiento de ruptura. Con este movimiento se inicia una generación brillante, importante, diría yo, que asume una actitud libertaria en busca de una libertad de expresión. Fíjese que esto fue muy difícil, ya que anteriormente Siqueiros había escrito un manifiesto que se llamaba No hay más ruta que la nuestra. O sea, lo que decía, palabra más, palabra menos, era que el arte que se hacía en el mundo era el mexicano y además había como una actitud de negar los grandes aportes que habían hecho las vanguardias europeas.
Al término de su visita a nuestro país, Cuevas regresó a México después de haberse suspendido su exposición en China por causa de la epidemia de gripe que se había registrado en aquella región.