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LOS PERSONAJES
Otra característica que he podido observar en el libro Verdades futuras y mentiras antiguas (escritas en un presente incierto), es la capacidad de observación que posee el autor. Así, observando su entorno, él recoge las historias de vida, algunas casi legendarias, de conocidos personajes como el chausero, el soldado, etc., de nuestra ciudad.
El fantasioso Jeu Azarru, en un cuento suyo, nos presenta la historia de un Kurupí urbano. El kurupí de Azarru debe adaptarse a la época que le corresponde vivir, ya que en los pueblos ha perdido toda credibilidad.
A propósito, transcribo un fragmento de la obra, donde el mitológico personaje concede una entrevista a un atrevido periodista:
Antes, en épocas de los indios guaraníes, nómadas por naturaleza, yo paseaba por el mundo buscando tribus con quienes entretenerme. Pero al crearse las ciudades, se hizo todo más fácil, puesto que mucha gente se amontona aquí, y no hay que caminar kilómetros y kilómetros en busca de algún ser humano.
Además me aburrí de las chicas del campo, tan inocentes. Uno tiene que enseñarles todo, y encima, al terminar, se quedan enamoradas de vos... Las muchachas de la ciudad ya están en otra onda, todo es sin compromisos, ni culpas...
Pienso que este libro de reciente publicación en nuestro medio, debería ser leído por los jóvenes, pues a través de un lenguaje sencillo y ameno, se ubica, exitosamente, en algunos cuentos que rescatan mitos urbanos, y otros donde la era de la informática hace ya su aparición.
EL SOLDADO (UN CUENTO DEL AUTOR)
El observador común a veces pasa delante (o al costado) de un evento interesante, o curioso, muriendo a cada paso de vida, puesto que la vida es el descubrir la magia de cada momento, y la muerte el paso dormido.
Si bien nuestra ciudad de Asunción, con sus lapachos florecidos y sus tórridas calles de asfalto, pareciera carente del misticismo de las antiguas poblaciones europeas, mágicas y enigmáticas, de todos modos cuenta con sus propios elementos atractivos y casi fantásticos, tan sólo visibles para el observador avispado.
El simple relato del Chausero, que escribí hace unos meses atrás, causó un revuelo significativo en nuestra cómoda sociedad, al describir a un hombre que todos hemos visto, pero nunca observado.
Y el Chausero no es más que uno de tantos símbolos vivientes de lo interesante que puede ser nuestra ciudad (y nuestra vida) si tan sólo aprendiéramos a mirar a nuestro alrededor, a hablar, y a comunicar lo que sentimos.
Y hoy, en unos escuetos párrafos, quiero hablar de otro personaje tanto o más extraño que el anteriormente citado, pero más fácil de encontrar si se lo busca, puesto que no tiene los poderes paranormales de teletransportarse a voluntad o de desaparecer frente a uno cuando se lo mira. A este personaje lo apodé simplemente El Soldado a falta de una explicación coherente sobre su vida y sus actos, más bien juzgando únicamente su apariencia física.
El Soldado es un hombre menudo, de unos cincuenta años, con bigotes, que siempre está vestido con viejas ropas verdes de militar y con un casco de metal o un sombrero rojo con algunos escritos encima. Vive en la esquina de las calles Perú y Mariscal Estigarribia (donde doblan los colectivos que viajan hacia el centro), en una casa fácilmente distinguible, ya que tiene un cartel escrito a mano con la frase Casa del colorado contribuyente, con una bandera roja colgada al lado de la puerta, y todo el frente de la construcción tapizado con recortes de periódicos, mapas y frases escritas en crayón por él mismo, con letra mayúscula casi tan fea como la mía.
Innumerables veces, mientras esperaba el ómnibus, me he quedado leyendo las paredes de su hogar, extasiado, intentando encontrar un enlace universal que diera significado a la tarea de un loco coherente, de un hombre misterioso con el cual no he intercambiado palabra, pues no sé si es peligroso o inocente.
Pero las frases y recortes de diario que he visto allí, ordenadas de manera ilógica para nuestra mente racional, parecen tener un significado profundo que no podemos revelar con el mero uso del intelecto.
Él, mientras tanto, recorre las calles céntricas con su extraña vestimenta, o simplemente toma tereré escuchando una pequeña radio a baterías mientras cuida su preciado refugio que lo aparta del mundo y mantiene ocupado afanosamente en tener la información al día para poder ser leída por todo transeúnte que recorra el lugar.
Al fin y al cabo, lo que he llegado a dilucidar, es que él está intentando comunicar algo, con sus recortes, su letra, sus dibujos y su exposición al mundo, a la espera, tal vez, de un sagaz peregrino que entienda lo que está intentando decir, y con quien pueda hablar de un elevado esoterismo inalcanzable para nosotros, simples mortales. Tal vez él mismo sea un chaman, un iniciado, que mediante este rito extraño está esperando a alguien merecedor de su conocimiento y su ciencia, a quien pudiera enseñar antes que esa verdad se pierda irremediablemente en el mar del olvido y de su mente.
04/02/2002
BREVE RESEÑA
Nació en Argentina en 1974. A los dos años de edad se radicó en Asunción del Paraguay, donde aún reside. Es ingeniero en Informática, Locutor y Profesor Universitario.
Participó en la creación de las primeras revistas digitales y multimedia del país y fue editor de ellas. Interesado en temas trascendentales ha realizado un postgrado en formación ético-teológica, para ampliar horizontes mentales y poder escribir ficción, pero insistiendo en la capacidad del hombre de alterar el mundo y hacerlo un lugar mejor, con sólo proponérselo.
En 2001 publicó su primera novela, titulada La Sociedad de las Mentes.
Verdades Futuras y Mentiras Antiguas (escritas en un presente incierto) es una recopilación de 29 relatos breves escritos principalmente entre los años 2001 y 2002, con algunos más antiguos que se han revisado y corregido para esta publicación.