Ionesco y la comunicación

El presente ensayo constituye un análisis semiótico de la pieza “La Cantante Calva”, obra teatral temprana de Eugéne Ionesco. El estudio amplía las directrices proporcionadas por la comunicación de O. G. Karpinskaia y I. I. Revzin al Curso sobre Sistemas Modelizantes Secundarios, realizado en 1966 en la Universidad Estatal de Tartu, Estonia.

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Enio Quevedo

Estas indicaciones, que hacen uso de elementos de la teoría de la comunicación así como de las conocidas elaboraciones de Roman Jakobson sobre la misma, permiten entender la obra de Ionesco a manera de ensayo sobre el intercambio de información entre las personas.


Axiomas de partida

Elaboremos un conjunto de axiomas iniciales, que caracterizan a experiencias satisfactorias de comunicación entre los sujetos. Estos axiomas sostienen nuestro análisis de la estructura sintáctica de la obra. Al decir sintaxis decimos estructura, organización de los elementos para producir significados. Pero no solamente soportan el análisis sintáctico sino que constituyen además nuestro Interpretante. Entendemos -siguiendo a Peirce- el Interpretante en cuanto norma, creencia o hábito internalizado por el sujeto que realiza el acto semiótico. El Interpretante produce la semiosis, entendida ésta como el paso de un objeto percibido a un objeto elaborado en la mente del Intérprete.
Los axiomas son: 1) El Emisor (E) y el Receptor (R) tienen acceso a los conjuntos de fenómenos A y B respectivamente, cuyos elementos son -en el caso más general- a su vez subconjuntos de dos totalidades C1 y C2 llamadas Culturas; 2) Los conjuntos A y B tienen un conjunto intersección I; 3) E y R elaboran sobre el conjunto intersección I sistemas de enunciados compatibles entre sí. Al elaborar E y R enunciados no contradictorios sobre el conjunto intersección I, pueden formularse los siguientes axiomas que son derivaciones de 3: 3-1) E y R interpretan el pasado y el presente de forma similar, 3-2) E y R pronostican el futuro análogamente, dentro de ciertos límites.

Además, tenemos que: 4)Los enunciados de E están estructurados sobre un sistema de codificación compartido por E y R, 5)Los enunciados de E deben tener un nivel de redundancia adecuado. Si son excesivamente elípticos, el proceso de su decodificación será inestable.
En cambio, una excesiva redundancia incapacita a R, 6)Los enunciados de E deben contener información nueva para R. Si el mensaje tiene una probabilidad alta de ser predicho, menos se comunican E y R. Una comunicación aceptable debe contener enunciados con baja probabilidad de predicción.


La información ausente

Para la escenografía de la escena inicial indica Ionesco: “Interior burgués inglés, con sillones ingleses. Velada inglesa.” Elementos corrientes que indican la probabilidad de hechos corrientes, comunicación eficiente, tanto de acuerdos como de conflictos.
Nada de interiores desencajados, escenografía caótica: Estamos sumergidos en lo Normal. Tenemos así en inicio la intervención de la Sra. Smith: “¡Vaya, son las nueve! Hemos comido sopa, pescado, patatas con tocino y ensalada inglesa..”, “Las patatas están muy bien con tocino y el aceite de la ensalada no estaba rancio.”, “El pescado era fresco. Me he chupado los dedos.”, “Es como nuestra hijita, que solo bebe leche y no come más que gachas. Se ve que sólo tiene dos años. Se llama Peggy.” Si la pareja acaba de comer, el enunciado “Hemos comido sopa, pescado....” y todos los restantes de la escena inicial no contienen información nueva. Al contrario, repiten puntualmente lo que sucedió hace apenas un instante.

La Sra. Smith refiere con naturalidad al Sr. Smith que la hija de ambos se llama Peggy. El Sr. Smith se limita a chasquear la lengua como respuesta.
El siguiente diálogo, también de la primera escena, ejemplifica de nuevo la abundancia de enunciados sin información: “Sr. Smith: Pero, entonces, ¿cómo es posible que el doctor saliera bien de la operación y Parker muriera a consecuencia de ella?”; “Sra. Smith: Porque la operación dio buen resultado en el caso del doctor y no en el de Parker”.

Pasado y presente

Más adelante aparece el siguiente diálogo: “Sr. Smith (siempre absorto en su diario): Mira, aquí dice que Bobby Watson ha muerto”; “Sra. Smith: ¡Oh, Dios mío! ¡Pobre! ¿Cuándo ha muerto?”; “Sr. Smith: ¿Por qué pones esa cara de asombro? Lo sabías muy bien. Murió hace dos años. Recuerda que asistimos a su entierro hace año y medio”; “Sra. Smith: Claro está que lo recuerdo. Lo recordé en seguida, pero no comprendo por qué te has mostrado tan sorprendido al ver eso en el diario”; “Sr. Smith: Eso no estaba en el diario. Hace ya tres años que hablaron de su muerte. ¡Lo he recordado por asociación de ideas!”.
Ambos integrantes de la pareja efectúan enunciados de los que se desprende que la muerte de Bobby Watson no forma parte del pasado común de ambos y también forma parte de este pasado común. La ubicación del evento en la sucesión temporal también está alterada sin que ello incomode a los personajes: Bobby Watson murió hace dos años, ambos asistieron a su entierro hace un año y medio pero se habló de su muerte ya tres años atrás.
La viuda de Bobby Watson también se llama Bobby Watson, es grande y demasiado fuerte pero excesivamente pequeña y delgada. A pesar de que su marido falleció, ambos van a casarse en la primavera próxima. Por suerte no han tenido hijos. Pero cuidará del muchacho y la muchacha el tío de Bobby Watson, el viejo Bobby Watson.

En la Escena IV, en la que los invitados del Sr. y la Sra. Smith, los esposos Martin quedan solos esperando la llegada de sus anfitriones tiene lugar el siguiente diálogo: “Sr. Martin: Discúlpeme, señora, pero me parece, si no me engaño, que la he encontrado ya en alguna parte”; “Sra. Martin: A mí también me parece, señor, que lo he encontrado ya en alguna parte”; “Sr. Martin: ¿No la habré visto, señora, en Manchester, por casualidad?”; “Sra. Martin: Es muy posible. Yo soy originaria de la ciudad de Manchester.” Necesariamente dos esposos deben compartir información común referente al pasado. Sin embargo, el Sr. Martin conserva apenas tenues vestigios de su esposa. Esta, a su vez no hace más que recordar mediante las sucesivas preguntas del Sr. Martin: “Sr. Martin: Yo tengo una niña, mi hijita, que vive conmigo, estimada señora. Tiene dos años, es rubia con un ojo blanco y otro rojo, es muy linda y se llama Alicia, mi estimada señora”; “Sra. Martin: ¡Qué extraña coincidencia! Yo también tengo una hijita de dos años con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama también Alicia, estimado señor”.


Hablar del clima

¿Qué nos impulsa a hablar del clima cuando conversamos con ciertas personas? ¿Por qué elegimos precisamente temas trillados, lugares comunes? Ello se debe a que el clima está necesariamente en el conjunto intersección de los universos de E y R, ya que en una conversación es un elemento accesible a la simple observación. Además los enunciados de E y R difícilmente serán contradictorios entre sí con respecto a una realidad evidente a los sentidos. No sucede así con otros temas que también forman parte integrante de los universos de los sujetos, como las ideas religiosas o políticas. Sobre estos elementos, la probabilidad de que los respectivos enunciados religiosos o políticos de E y R sean contradictorios es bastante elevada, por ello no es frecuente que aparezcan al inicio de la comunicación.

En la Escena VII, los matrimonios Smith y Martin, que en la obra son presentados como amigos, deben necesariamente tener un conjunto intersección bastante amplio, con enunciados compatibles entre sí. Pero entre ellos tiene lugar el siguiente diálogo: “Sr. Martin: Todos estamos resfriados” (Silencio); “Sr. Smith: Sin embargo, no hace frío” (Silencio); “Sra. Smith: No hay corriente de aire” (Silencio); “Sr. Martin: ¡Oh, no, por suerte!” (silencio); “Sr. Smith: ¡Ay, ay, ay!”. Se trata de un típico diálogo entre desconocidos. Un poco más adelante pero en la misma escena, se vuelven a producir diálogos sin aporte de información: “Sra. Martin: Pues bien, hoy he presenciado algo extraordinario, algo increíble”; “Sr. Martin: Apresúrate a decirlo, querida...”; “Sra. Martin: ...un señor... de unos cincuenta años de edad... se anudaba las cintas de los zapatos que se le habían soltado”; “Los otros tres: ¡Fantástico!”.


Referente, mensaje y cOdigo

En el modelo de la teoría de la comunicación adoptado por Jakobson, un Emisor enviaba un Mensaje a un Receptor. Este Mensaje estaba soportado por cierto Código y hacía relación a un determinado Referente o Contexto, circulando por un Canal o Contacto. En la Escena VIII donde hace su aparición el Capitán de los Bomberos, la relación entre el Mensaje y el Contexto se diluye: “El Bombero: Un ternero había comido demasiado vidrio molido. En consecuencia, tuvo que parir. Dio a luz una vaca. Sin embargo, como el becerro era varón, la vaca no podía llamarle ‘mamá’. Tampoco podía llamarle ‘papá’, porque el becerro era demasiado pequeño”. Más adelante: “El Bombero: Voy a relatarles otra. ‘El gallo’. Una vez un gallo quiso pasar por perro, pero no pudo, pues lo reconocieron en seguida”.

En la escena XI, desaparece el Canal o Contacto y cada personaje habla sin tener en cuenta a los otros. Desaparece la interlocución: “Sr. Martin: El que compra hoy un buey tendrá mañana un huevo”; “Sra. Smith: En la vida hay que mirar por la ventana”; “Sra. Martin: Se puede sentar en la silla, mientras que la silla no puede hacerlo”; “Sr. Smith: Siempre hay que pensar en todo”; “Sr. Martin: El techo está arriba y el piso está abajo...”. Posteriormente se retoma el Contacto pero los enunciados no llegan a constituir diálogos: “Sr. Martin: No se hace que brillen los anteojos con betún negro”; “Sra. Smith: Sí, pero con dinero se puede comprar todo lo que se quiere”.

Seguidamente, los mensajes se vuelven más simples, sólo palabras repetidas o enunciados semánticamente insuficientes: “Sr. Smith: Cacatúas, cacatúas, cacatúas...”; “Sra. Martin: ¡Cacto, coxis! ¡Coco! ¡Cochino!”; “Sra. Martin: ¡Toca mi toca!”; “Sr. Martin: ¡Tu toca de loca!”; “Sr. Smith: La toca en la boca, la boca en la toca.” Finalmente hasta el código se desintegra y los personajes empiezan a articular vocales, consonantes e interjecciones aisladas: “Sr. Smith: ¡A, e, i, o, u, a, e, i, o, u, a, e, i, o, u, i!”; “Sra. Martin: ¡B, c, d, f, g, l, m, n, p, r, s, t, v, w, x, z!”; “Sr. Martin: ¡Del ojo al ajo, del ajo al hijo!”; “Sra. Smith (imitando al tren): ¡Teuf, teuf, teuf, teuf, teuf, teuf, teuf!”.


¿Qué es un Título?

Para Barthes, una de las funciones del título es plantear que lo enunciado en él tiene relación con lo que sigue.
En su análisis del texto de Poe “La verdad sobre el caso del señor Valdemar”, dice Barthes que anunciar una verdad es estipular la existencia de un enigma. La existencia de ese enigma cuya facticidad plantea el título cumple una función aperitiva. Así, en la expresión de Barthes: “...se trata de disponer al lector al apetito (procedimiento emparentado con el ‘suspense’). El relato es una mercancía, cuya proposición va precedida de ‘charlatanería’. Esta ‘charlatanería’, este apetizar, es un término del código narrativo (retórica de la narración)”.

Consciente del carácter aperitivo del título, Ionesco propone una fórmula de una fuerza visual extraordinaria: una Cantante Calva. La expectativa generada es intensa, y la ausencia total de dicha Cantante en el texto -salvo una fugaz mención del Bombero- produce la frustración de la espera vana, la promesa incumplida. Nuevamente la comunicación se vuelve equívoca: el Autor promete algo para de inmediato ni siquiera hablar de ello.


Hablar

“La Cantante Calva” está estructurada como una sumatoria de fallos comunicativos. Pero ningún personaje descubre dichos fallos o reclama corrección. Todos se desenvuelven con naturalidad, sumergidos en la alteración del hablar que los envuelve.
Una sola queja en boca de algún personaje hubiese transformado la pieza en fábula. El paso de la sintaxis al sentido que ella articula o deja entrever revela, no el absurdo -habitual calificativo para las piezas de Ionesco- sino la incomunicación, la desesperada incomunicación con la que cotidianamente reforzamos nuestra soledad.
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