Homenaje a Hugo Rodríguez Alcalá

Nacido y muerto en noviembre, el escritor Hugo Rodríguez Alcalá (1917-2007) es también recordado este noviembre en las siguientes líneas.

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«Ya vino abril, fingiéndose inocente.

Como él vino una vez la voz perdida,

vino cantando y se alejó muriendo

y yo quedé más solo todavía.

»Abril es lo que pasa, el dulce engaño:

sombra de inaccesible encantamiento,

abril no falta nunca, pero pasa,

y de su canto de oro muere el eco».

(Hugo Rodríguez Alcalá, «Pensamiento de abril», de Abril, que cruza el mundo, México, Editorial Estaciones, 1960, 45 pp.)

No fue en abril, Hugo, fue en noviembre. Es que la muerte, en abril, en noviembre o cuando quiera, como dice tu poema, nunca falla. Han pasado ocho años y quiero evocarte porque tú sí fuiste como abril que cruza el mundo, pleno de esplendor y realizaciones. Un abril cargado de flores en forma de excelencias literarias en las que brindaste toda la sensibilidad de tu espíritu singular. Creador incansable de poemas, cuentos, relatos, trabajos críticos. Como decía, en el prólogo del libro citado arriba, Elías Nandino, «Hay versos de este autor que de tan delicados y transparentes da pena que pudiesen romperse y evaporarse como el rocío».

Yo no puedo hacer en este momento un recuento de tu portentosa obra, pero sí decir unas palabras sobre tu vida, sensibilizada con la cruenta e inhumana guerra del Chaco, que dejó en tu alma huellas indelebles. Apenas vuelto de ella, a la que habías ido sin cumplir la edad reglamentaria, para encontrarte con tus tres hermanos mayores, que estaban desde el inicio de la contienda, escribiste Estampas de la guerra. No es difícil comprender como había afectado tu espíritu estar en el campo de batalla, rodeado del fuego del cañón y la metralla, con amigos, camaradas, muertos a tu alrededor, y otros que, por azar, iban sobreviviendo a las trampas que en cada recodo del Chaco les tendía el destino.

Si bien el Derecho fue tu primera inclinación, pronto habría de primar tu espíritu literario, y fuiste a su encuentro a Estados Unidos; en ese medio, harto difícil, sobresaliste y pudiste alcanzar la dignidad de doctor en Letras y acceder a la cátedra, primero en la Universidad de Wisconsin y después en la de Riverside, California, donde transcurrió gran parte de tu vida. No puedo olvidar tu paso por México, donde estudiaste más de un año a Juan Rulfo; fruto de esa estancia fue el magnífico libro sobre dicho autor, y especialmente sobre su novela cumbre, Pedro Páramo.

Regresaste al país con bríos suficientes para organizar una de tus obras seguramente más queridas, el Taller de Cuento Breve. Cuántas escritoras, hasta entonces ocultas o de vocación dormida, que salieron de esas magistrales horas, hoy son literatas consagradas en nuestro país. Pero seguramente tu función más importante fue revitalizar la Academia Paraguaya de la Lengua Española, a la que desde su presidencia diste nuevo impulso para hacerla renacer de la oscuridad en que se hallaba. Eran reuniones inolvidables con escritores de real valía en nuestro medio, como Oscar Ferreiro, Rivarola Matto, Julio C. Chaves, Appleyard y tantos otros que, juntos, retomaron la senda académica. Y fuiste honrado también con el Premio Nacional de Literatura, más que merecido, por cierto.

Por un azar del destino, estuve en Buenos Aires el día que dijiste: «¡Basta! Me voy». Y te fuiste con la dignidad con la que habías vivido. En tu féretro estaban la bandera paraguaya y la de los excombatientes de la guerra del Chaco. Ningún homenaje mejor que ese. Tu país, que amaste profundamente, y tu condición de excombatiente, que siempre lucías con orgullo.

Fuimos hasta el lugar en el que se velaban tus restos, y allí estuvimos presos de una inmensa congoja y te acompañamos hasta el momento final. Era noviembre, Hugo, no abril, pero la muerte que no falla estaba ahí, presente en la inmensa soledad del cementerio.

Quiero decirte hoy, ya lejano ese día, que tu nombre está escrito en las letras paraguayas con formas indelebles. Has honrado a tus ancestros y a tu patria, que hoy de pie te rinde un emocionado homenaje de perenne recordación. La Academia Paraguaya, a ocho años de tu fallecimiento, también de pie, rinde este homenaje a su mentor, el que la hizo renacer del silencio y se entregó a ella con alma y corazón. No fue en abril, Hugo, fue en noviembre…

* Miembro de la Academia Paraguaya de la Lengua Española

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