Historia integral de la Guerra del Chaco

La Guerra del Chaco marcó un antes y un después en la historia republicana del Paraguay —de forma similar, aunque menos trágica, a como antes lo hiciera la Guerra de la Triple Alianza—.

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Después, ya nada volvería a ser lo mismo: crisis del liberalismo, inestabilidad, ascenso del nacionalismo... ¿Por qué este encontronazo con nuestro vecino norteño tuvo consecuencias tan tremendas? En parte, por lo menos, puede haberse debido a eso que, en la jerga médica, se denomina "la magnitud del golpe". La movilización de recursos fue tan fuerte, las pasiones y voluntades movilizadas fueron tantas y la sacudida económica fue tan tremenda (también la demográfica, aunque no tanto como la de la Guerra Grande) que los problemas y tensiones que venían incubándose desde mucho antes hicieron, de pronto, eclosión.¿Cuáles fueron las tensiones sociales que la guerra despertó en el Paraguay? ¿Por qué y cómo las despertó? El sentido de patria y de comunidad que algunos historiadores sostienen formó en el Paraguay la Guerra Grande, ¿se rompió después de la Guerra del Chaco? No se puede negar que la lucha de facciones existió desde siempre. Un marxista ortodoxo señalaría que la patria es un fetiche agitado por ciertas clases para defender sus propios intereses. También "desde la otra ribera" ideológicamente hablando —la del liberalismo y usamos este término con un sentido que trasciende el de una agrupación política—, se han criticado el nacionalismo paraguayo y sus símbolos, considerados como mitos: el Doctor Francia y los López (por lo menos el segundo de ellos), acusados de autoritarios, aislacionistas, oscurantistas y de proporcionar las coartadas ideológicas para los autoritarismos civiles y militares que, durante años, asolarían la República. Estos juicios negativos se han extendido incluso a la misma Guerra Grande que, desde esta visión, sería algo así como una epopeya dirigida por un imbécil; un acto de sublime sacrificio en el altar de un ídolo de barro; en resumen, un morir por nada.   

Sin embargo, la Guerra del Chaco no ha despertado esa clase de juicios. Por el contrario, parece existir un consenso no solo respecto a la justicia de la posición paraguaya, sino a la respetabilidad de los conductores del país en tan difícil momento, así como a la validez de las pasiones patrióticas. No deja de ser sintomático que las posturas políticas más cosmopolitas, por no decir antinacionalistas —el liberalismo "a la derecha" y el anarquismo "a la izquierda"—, entren en crisis a partir de ese momento (el segundo hasta desaparecer como fuerza con algún peso en la vida pública, aunque hay que decir que este fue un proceso general en todo el mundo occidental después de la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa).   

Tras la Guerra no sobrevino una gran fiesta de concordia y unidad nacionales, sino que, por el contrario y tal como ya lo hemos dicho, sobrevino la agudización de los conflictos y un confuso periodo de inestabilidad, que concluiría con el ascenso de los regímenes autoritarios —Morínigo, primero, y Stroessner, después—. Los nuevos tiempos se movieron claramente en dirección a una especie de "neofrancismo" —acaso más retórico que real— que Gabriel Casaccia retrata admirablemente en alguna de sus novelas, donde el líder de una seccional expone cuál es la naturaleza del proyecto de su partido: un Paraguay habitado solamente por paraguayos y donde todos, además, sean "buenos paraguayos" —es decir, miembros leales del
partido—.   

Puede decirse, pues, que la Guerra del Chaco mantiene hoy toda su actualidad. Toda una generación quedó marcada por la que fue la mayor conflagración internacional del continente suramericano durante el siglo XX. En esta conflagración, que algunos han calificado de absurda, se ensayaron tácticas militares antiguas y novedosas y se enfrentaron concepciones estratégicas distintas. Las interpretaciones abundan y, sin embargo, antes de la interpretación es siempre necesaria la narración de los hechos "tal como fueron", la verdad cruda y descarnada. Y esto es, precisamente, lo que nos entrega el teniente coronel Antonio E. González en su obra póstuma, la monumental Historia integral de la Guerra del Chaco.   

La obra demuestra un cabal conocimiento de todos los aspectos de la guerra (materiales, psicológicos y culturales, entre otros) y permite calibrar los motivos por los que Paraguay pudo dar, en aquella guerra, una sorpresa frente a un enemigo técnica y materialmente mejor preparado. La homogeneidad del pueblo paraguayo y la convicción que animaba a las tropas fueron factores ventajosos frente a ese carácter de "país-continente" que Bolivia comparte con otras naciones de la región andina, carácter que, si bien convierte a estos países en un objeto de estudio fascinante para los antropólogos y otros científicos sociales, en este caso se tornó un factor contraproducente.   

No están ausentes los factores técnicos, las apreciaciones respecto a la calidad del armamento (como el apartado referido a los famosos fusiles españoles), a la logística y a la intendencia. Se hace extrañar, quizás, una mayor profusión de mapas a lo largo de todo el libro y no solo al final del segundo tomo, así como índices analíticos, además de un índice general más detallado y —¿por qué no?— un glosario de términos militares y técnicos que provea al lector profano de una hoja de ruta y de las herramientas necesarias para navegar en las aguas procelosas de la historia militar. Pero cabe aclarar que, si bien tales agregados embellecerían sucesivas ediciones de esta obra —que el historiador Herib Caballero calificó, durante la presentación, de "joya de la historia militar paraguaya"—, la misma no resulta, en modo alguno, de difícil comprensión, pues está escrita en un lenguaje llano y sencillo, sin que esto desmerezca la elegancia del estilo.   

Tampoco la parte diplomática ni el marco internacional en el que esta guerra se produjo están ausentes en este libro que puede calificarse, sin duda alguna, como uno de los trabajos definitivos sobre la Guerra del Chaco, de obligada consulta para todo interesado en la misma. Un hombre como su autor, que, después de participar y sufrir en tan sangriento conflicto, fue capaz de vivir en Bolivia y hacer amistad con los protagonistas bolivianos de la guerra e incluso de comprender el punto de vista boliviano sin perder por ello un ápice de su arraigado patriotismo, es, sin duda, un hombre de una ecuanimidad y altura poco comunes. Y ese hombre de ecuanimidad y altura poco comunes debe haber sonreído al contemplar la edición póstuma de esta, su obra más ambiciosa y más completa.
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