Hisakazu Kasamatsu, el hombre récord. Trayectoria de vida en el bushido

Hay libros que ejemplifican la fluida y enriquecedora relación que se genera entre el material de lectura y el lector. Uno de ellos es Trayectoria de vida en el Bushido. Biografía de Hisakazu Kasamatsu, de la escritora Emi Kasamatsu, que me ha abierto de par en par las puertas a una existencia, la de Hisakazu Kasamatsu, quien se solidarizó –sobrepasando los límites humanitarios, muchas veces– con los inmigrantes japoneses. Potenció la inmigración japonesa en el Paraguay desde perspectivas del trabajo comunitario y la búsqueda del bien colectivo.

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Trayectoria de vida en el Bushido lleva el sello de Fausto Ediciones. Antes de entrar en la reseña, presentaré brevemente a la autora: Emi Kasamatsu es graduada en Letras; tiene maestría de Género y Desarrollo; posgrado en Formación Docente Universitaria y Metodología de la Investigación en la Universidad Nacional de Asunción. Cursó estudios de Antropología Aplicada en la Universidad Salesiana de Ecuador. Realizó cursos de liderazgo para la Gobernabilidad Democrática en el II G (Cataluña). Fue disertante sobre temas de inmigración en universidades de Estados Unidos y Japón y en las Convenciones Panamericanas Nikkei realizadas en México, Perú, Argentina, Chile, Canadá, Brasil y República Dominicana. Es presidenta del PEN Club del Paraguay. Escribió La presencia japonesa en Paraguay e Historia de la Asociación Panamericana Nikkei y presencia e inmigración japonesa en las Américas.

¿Quién era Hisakazu Kasamatsu? Un hombre que llegó a nuestro país en plena juventud y organizó la afirmación y la concreción progresista de la colonia La Colmena, que junto con otros japoneses fundó en el Paraguay.

El 15 de mayo de 1936 llegaron a la localidad de La Colmena el cónsul japonés, Chihiro Uchida, e Hizakazu Kasamatsu, jefe de planificación de la Compañía Colonizadora del Paraguay, para instalarse en el sitio. La Colmena fue fundada, pues, en esa fecha.

Ya quisiéramos los paraguayos poseer la firme determinación, la valentía, la voluntad y el espíritu triunfalista de este oriental, quien no se dejó doblegar por las circunstancias adversas. Las decisiones que tomó en su más verde edad fueron drásticas. Dejó a su madre, su patria, sus afectos, sus costumbres para venir a radicarse en nuestro país. El nivel de su férrea disciplina y determinación lo mide como a un hombre enérgico, dinámico, un bushido en el exacto sentido del término. Fue el líder de cientos de japoneses inmigrantes.

¿Cómo no hacerme eco del estilo de vida de un ser humano noble y perfeccionista que puede inspirar a muchísimos jóvenes paraguayos? ¿Acaso en esta sociedad, casi alienante, no son necesarios valores y principios morales capaces de levantar el ánimo y la moral de las personas?

He leído muchas biografías a lo largo de mi existencia, y heme aquí, reseñando la trayectoria de un jovenzuelo que supo superar el desprendimiento familiar, al embarcarse para América.

La inmigración japonesa, el asentamiento de la colonia y la asistencia a los inmigrantes han sido el leitmotiv de su vida. Su existencia se apagó definitivamente una tarde del 26 de enero de 2002.

En marzo de 1936, fue nombrado por Kunito Miyasaka ingeniero de planeamiento de la colonización japonesa en el Paraguay.

En una casa alquilada en la calle Azara casi Iturbe, empezó a realizar los correspondientes estudios de factibilidad así como de topografía del suelo paraguayo. En los planes de desarrollo comunitario estaba la agricultura. Y en La Colmena, que dista unos 135 quilómetros de Asunción, Kasamatsu (ingeniero agrónomo y agrimensor) se encargó de dirigir los planes para la estructuración del área urbana de la mencionada Colmena y la parcelación de tierras para la zona rural.

El sueño de la calle con el propio nombre se concretó cuando las calles adyacentes a las avenidas 14 de Mayo y 15 de Agosto llevaron nombres de tres destacados orientales: Kunito Miyasaka, Hisakazu Kasamatsu y Padre Nakayama.

Albergues para los desamparados

Los principales inmigrantes llegaban a nuestra tierra en la época de la posguerra del Chaco, en medio de las precariedades de la época. Sin embargo, Kasamatsu hacía, fiel a sus principios de cooperación permanente, el esfuerzo necesario para proveerles de albergues.

Ha de valorarse, aún póstumamente, el marcado heroísmo civil de este bushido, quien durante la terrible revolución de 1947 contribuyó a establecer pacíficas relaciones con la población paraguaya.

Transcribo un breve párrafo del texto para que el lector comprenda la dimensión humanística del líder de la inmigración oriental: Kasamatsu siempre mantenía abiertas las puertas de su casa. Inclusive en épocas de la revolución paraguaya de 1947, cuando muchos ciudadanos y sus familias de ambos partidos políticos (Colorado y Liberal) pedían albergue en hogares japoneses. Había noches en que todas las familias pertenecientes al Partido Colorado venían con sus sábanas y almohadas pidiendo refugio. Y cuando la situación cambiaba, se llenaban de familias de liberales.

Fundó varias entidades. Era, definitivamente, un hombre récord. Creó un Consejo de coordinación compuesto por presidentes de entidades japonesas a nivel nacional, llamado Centro Social de Beneficencia Japonesa del Paraguay. Escribo y remarco que en tal centro estaban incluidas todas las asociaciones japonesas del Paraguay. La dirección la ejerció hasta su muerte, que llegó hasta él cuando tenía 92 años.

La suerte, el sufrimiento de sus compatriotas no le fueron nunca indiferentes. La permanente práctica del bien común parecía infundirle dinamismo y vitalidad.

La condecoración más elevada otorgada por el Gobierno de Japón recayó en su persona. Me refiero al Kun Yon too en 4to grado Orden del Tesoro Sagrado, Rayos de Oro y Rosetón por los servicios prestados en favor de la inmigración japonesa en el Paraguay (1982).

Fue el primer japonés que recibió la condecoración del Gobierno del Paraguay con la Orden Nacional del Mérito en el grado de comendador. Si tuviera que escribir las condecoraciones y honores al mérito obtenidas por el hombre récord necesitaría páginas y más páginas.

Le definían su honestidad, su integridad y su firmeza de carácter. El Bushido lo sostuvo en todo tiempo y lugar, como a un árbol de firme tronco.

Finalizo estas líneas con esenciales anotaciones ligadas a un elevado concepto de la vida: los preceptos del Bushido, llamados también Código del Samurai, consideran la rectitud como la fuerza que decide, en cierta manera, la conducta del hombre de acuerdo a la razón, sin que este se agite. Se ha de morir cuando es correcto morir y actuar cuando se debe actuar.

delfi24acosta@gmail.com

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