HEY! HO! LET’S GO! Adiós Ramones!

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LA FRATERNIDAD MONSTRUOSA

Únicos miembros de una monstruosa fraternidad simbólica, nacidos todos del seno tóxico de la ciudad polucionada, lactantes adictos de humos, alcoholes y drogas por cuyas venas corrió la misma ardiente y sanguinaria música, los cuatro hermanos Ramone, uno por uno, han dejado la Tierra. Tres de cáncer y uno de sobredosis. Primero fue Joey (de un linfoma, en el 2001), luego Dee Dee (de una sobredosis de heroína, en el 2002), luego Johnny (de cáncer, en el 2004); y ahora Tommy, el viernes pasado. El último de los Ramone acaba de morir el 11 de julio del 2014, en su neoyorquino barrio de siempre, Queens, de un cáncer en las vías biliares. Tamás Erdélyi, Tommy Ramone, nació en Budapest, Hungría, el 29 de enero de 1952, pero unos años después emigró con su familia a Estados Unidos, creció en Queens, donde acaba también de morir, y, con su compañero de bachillerato John Cummings, alias Johnny Ramone, y sus conocidos de la calle Jeffrey Hyman, alias Joey Ramone, y Douglas Colvin, alias Dee Dee Ramone, cruzó con relámpagos de punk rock la escena musical de la segunda mitad del siglo XX.

Cuando Tommy conoció a John Cummings, cursando ambos la secundaria, Cummings era un matón abusivo y, de hecho, un condenado delincuente juvenil, pero Tommy tenía la rara cualidad de ver el futuro, así que siempre vio en Cummins otra cosa que nadie más veía: veía a Johnny Ramone, una gran estrella de rock, un inmortal.

Tommy y Johnny vivían en Queens, y en Queens vivían también un tal Douglas Colvin, que olía pegamento y tocaba la guitarra, y el tímido y raro Jeff Hyman, feo como una bruja, flaco como una salamanquesa y miope como un topo, con el que Douglas tenía unos cuantos socios en común.

Y ya se sabe, eran todos la misma escoria adolescente: larvas frustradas de clase media baja sin tanto dinero como para darse la gran vida y embrutecerse a gusto, pero tampoco tan pobres y agotados por el extenuante ritmo proletario como para no pervertirse, es decir, con suficiente tiempo vacío como para pensar y enfermarse de neurosis; esos tipos que no encajan en la universidad y que al mismo tiempo se sienten demasiado rebeldes o especiales para trabajar, y para los que siempre, al final, aparte de ver películas de serie B y comer pizza barata, lo único que termina teniendo algún sentido en esta vida es la música.

Y ASÍ SURGE LA ONDA

Y así surge la onda. Johnny se compra una guitarra, Dee Dee entra de bajista y vocalista y trae a Joey para baterista, Tommy sugiere que mejor Joey cante porque queda demasiado bien en el escenario con Dee Dee y Johnny a los costados y a Dee Dee le fastidia cantar y a la vez tocar el bajo, Tommy toma el lugar de Joey en la batería, Dee Dee se queda con el bajo y Johnny con la guitarra, Joey deja los palillos por el micrófono, y listo: ha nacido The Ramones. Se cuenta –esta es, al menos, la versión que yo he escuchado– que fue Dee Dee el que inventó esa filiación simbólica del apellido Ramone, esa suerte de fantasía familiar y de marca de hermandad ficticia, poniéndole una e final al nombre con el que Paul McCartney se registraba a veces en los hoteles, Paul Ramon.

La primera canción de los Ramones, que fue escrita por Tommy, se llamaba originalmente «Animal Hop», pero Dee Dee cambió ese título por «Blitzkrieg Bop», nombre de una estrategia de guerra relámpago utilizada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y le modificó un poco la letra para volverla más amenazante. Luego, Dee Dee compuso a su vez «Judy is a Punk», que, como «Blitzkrieg Bop», utiliza el BuzzSaw, un rapidísimo downstroke (golpes para abajo de sexta a primera cuerda) que se detiene solo una milésima de segundo para cambiar de acorde. Dejando de lado los pomposos virtuosismos narcisistas de los largos solos de guitarra y de batería que se habían vuelto por entonces casi hegemónicos a través de corrientes como el rock progresivo, Johnny y Tommy recuperan el gozo elemental, la alegría vibrante y básica del rock, para divertirse y saltar, y devuelven a una atmósfera un tanto enrarecida su vitalidad primaria, aumentando el ritmo y la velocidad con Dee Dee como motor mientra Joey ametralla al público con letras absurdas o tragicómicas que hacen agitarse hombros y melenas.

Aunque los bares en Nueva York en general querían por entonces contratar solo bandas de covers, había un pub, llamado CBGB (Country Bluegrass & Blues), cuyo dueño, Hilly Kristal, curiosamente, solo quería bandas que tocaran temas propios. En él, en marzo de 1974, con camperas negras como la que lleva Marlon Brando en The Wild One, debutaron los Ramones. En el primer disco, Ramones, de 1976, posan para la foto en blanco y negro en el Bowery neoyorkino donde quedaba el CBGB y abundaban los vagos y mendigos. Tommy Ramone hizo de productor y manager del grupo, además de tocar la batería. En los tres primeros álbumes –Ramones (1976), Leave Home (1977) y Rocket to Rusia (1978)–, de hecho, Tommy está en la batería pero también en la producción. Y aunque en 1978 le pasó los palillos al nuevo baterista Marky Ramone, participó en la producción de Road to Ruin (1978) y Too Tough to Die (1984). Si bien el paso de Tommy por la banda fue el más corto entre los de los cuatro miembros fundadores, incluido Dee Dee, ese paso del último sobreviviente del grupo, muerto hace unos días, fue decisivo como lo es toda idea a la que le ha llegado su momento.

THE GAME IS OVER

Este año, el de las cuatro décadas de su debut (1974-2014), lo ha elegido el Azar para terminar limpiamente su trabajo de extinción de la fantástica estirpe de engendros llamada The Ramones enviando al Otro Barrio al último, Tommy. Bien pensado y muy lógico: nada más natural que cerrar el ciclo con el que lo inició. Pues Tommy fue el que impulsó desde el comienzo a los otros tres vagos a hacer lo que hicieron. Tommy tuvo cierta cualidad vidente o visionaria, como dije antes. Porque no me negarán que Tommy vio lo que nadie veía ni podía ver, lo que, a decir verdad, nadie en su sano juicio hubiera visto, en sus tres compañeros de banda, que eran tres seres dignos del rechazo de cualquier ambiente, no digo ya elevado, sino meramente pasable, y que terminaron siendo lo que Tommy veía como algo obvio y palmario en ellos desde siempre, eso que Tommy se empeñó en que fueran desde el principio: estrellas, emblemas, héroes para millones.

Y lo fueron. Personas y personajes.

Johnny, el frío, el duro, a cargo de las finanzas del grupo, un tipo conservador pero recto; el talentoso y autodestructivo Dee Dee; Joey, el sujeto rencoroso y algo pesado pero sensible. Tommy juntó a estos, excusen la expresión, inadaptados sociales para hacer juntos algo que cambiaría muchas vidas, porque seguramente, o al menos eso creo (de otro modo, no le encuentro explicación a esta historia), Tommy sabía lo que significaba ser un verdadero perdedor, y sabía que no existe ninguna otra razón legítima para estar orgulloso de haber pasado una temporada pateando las veredas de este áspero mundo.

UN MINUTO DE ESTRUENDO

Ladies and Gentlemen, todos los Ramones fundadores han muerto; se llevan consigo una de las más ruidosas y frescas esquinas del siglo XX, que, entre charcos luminosos y fogonazos nocturnos de luces flúo, iridiscentes aluminios satinados de latitas de cerveza, plic, psssssht, y blancas nubes angélicas de delirios, de esmog y de tabaco, siempre se resistirá a abandonar nuestro espíritu. Donde cada uno de nosotros esté, y a quién le importa si es domingo, hagamos ya un minuto de estruendo en su memoria. ¡Vamos! Hey, ho, let’s go!

They’re forming in straight line,
They’re going through a tight wind,
The kids are losing their minds:
Blitz-krieg-Bop!
Hey, ho, let’s go! Hey, ho, let’s go!

montserrat.alvarez@abc.com.py

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