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Como todos saben, el francotirador que intentó demoler las estructuras mentales erigidas por la tradición hegemónica, el audaz que se propuso derribar la metafísica occidental, para muchos el filósofo más importante del siglo XX, el imprescindible Martín Heidegger, era profesor de historia de la filosofía.
Y cuando daba clases en la Universidad de Marburgo conoció a la, en ese entonces, alumna Hannah Arendt –de obra más popular y asequible, y, fuera de ello, de cierto interés–. (Eso fue algo sarcástico, lo sé. Me callo. Sigo).
El autor de Hannah y Martín. Un informe sobre la banalidad del amor, Mario Dianment, ya ha aclarado en varias entrevistas que, si bien la idea se la dio la relación entre Heidegger y Arendt, esta es una obra de ficción. No chocará, pues, que yo diga que el tema que hoy nos ocupa no tiene (me disculpen –o no–) que ver con Heidegger (quede Heidegger para otro día), sino con cierto tipo de relación humana.
Una relación de la que hay algo, apunta la reconocida actriz Ana Ivanova (Hannah Arendt), en las relaciones de muchos hombres y mujeres, una relación en un contexto inusual que la obra explota con brillo, una relación de veinticinco años que se resumen en cinco impactantes escenas / encuentros de los amantes Martín y Hannah a lo largo del tiempo.
Que el amor, antes incluso que banal, es amoral, y que es lo único capaz de dar sentido al existir, son las dos claves para ver la obra que Ana Ivanova regala a los lectores aventureros y las intrépidas lectoras de El Suplemento Cultural. ¿Vas a perder la ocasión de confirmarlas? Hannah y Martín. Un informe sobre la banalidad del amor, de Mario Dianment, dirigida por Gustavo Ilutovich, con Ana Ivanova y Jorge Ramos en los papeles de los filósofos Arendt y Heidegger, respectivamente, y con el gancho adicional de las participaciones de Humberto Rubin, Adolfo Ferreiro, David Velázquez y Gustavo Laterza, se despide esta noche en su última función. Nos vemos hoy en la Embajada Argentina (España y Perú) a las 20:00 horas. No faltes.