“Hebras de remembranzas”, de María Eugenia Garay

Reseña del poemario épico, auspiciado por las Academias: Paraguaya de la Historia y de la Diplomática y Consular, presentado en el Palacio “Benigno López” en un acto presidido por el canciller nacional en el día del natalicio del Mariscal López.

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Los versos de la autora, como un nuevo grito del interminable Mariscal, vuelven a convocar a los campeones invencibles de nuestra dignidad, porque nuestra dignidad nunca pudo ser vencida. Y a la cita acuden con broncíneo esplendor, Díaz y Caballero, Valois Rivarola y Fariña, Escobar y Mongelós, Genes y Bruguez, Elisa Lynch y las Residentas, los tiernos infantes de Acosta Ñu y sus abuelos, y como adosados a ellos, la tierra colorada y el oscuro barrial de los esteros, rumores de cascadas y arroyuelos, aromas de jazmines y azahares, colores de gentiles amaneceres y encendidos crepúsculos, sonidos de arpas y guitarras, sabores de charque y yerba mate, ilusiones y angustias, penas y querencias, es decir, una vez más, la Patria toda, con su ignorancia de mezquindades y su generosidad inconmensurable.

Cómo no conmoverse ante la estremecedora vigencia de su llamado:
Soldados del setenta, que hoy retornan,
desde la alegoría de la inconsciencia,
el tiempo es nada más que una penumbra
donde gravitan rastros de azucenas.

Los soldados de López no están muertos,
ni son polvo sus voces de esperanza
o el opaco cristal de sus tristezas,
de su pródiga sangre hoy ha emergido
la memoria cabal de sus hazañas
que anuncia el alba de una Patria nueva.

Este es el universo tricolor que puebla las páginas de “Hebras de Remembranzas”, universo de los más atroces e inconfesables agravios, pero asimismo, pletórico de testimonios de gloria y de esperanza. Es por esta circunstancia que la figura histórica de cada uno de los héroes visibles u ocultos de la Triple Alianza, y en particular la del Mariscal Francisco Solano López, será siempre fuente de inspiración del cancionero y la poesía en el Paraguay.

Es imposible sustraerse a la fascinación que provoca el contemplar tamaña determinación de un pueblo, toda una nación que escoge marchar en serena procesión hacia su holocausto, antes que doblegarse o transigir en sus convicciones; pues ayer como hoy, y hoy como mañana, aquellos que pretendan poner a prueba estos sagrados preceptos, deberían aprender las definitivas lecciones de nuestra historia: el Paraguay no negocia, ni negociará jamás su dignidad.

El mensaje que nos propone la lectura de “Hebras de Remembranzas” permea hasta lo más íntimo de nuestras fibras paraguayas, y cala hasta el miocardio de aquellos que palpitamos la firme determinación de una patria libre y soberana. La vigencia de este mensaje resulta estremecedora. La preservación de nuestra independencia y la construcción de nuestra soberanía no son empresas que se hayan agotado con los Yegros, Cavallero, Francia, los López o más cercanos en el tiempo, Estigarribia y la generación de 1930. Su defensa es tarea presente y perenne, demanda el compromiso de todos los devotos hijos de esta nación, y precisamente hoy, la vanguardia de sus trincheras se ubica en esta Cancillería.

A través de sus estrofas podremos cabalgar al lomo de Mandiyú, y aprender de la firmeza y determinación de López; o poblar las trincheras del Gral. Díaz, y abrevar de su ingenio; acompañar una carga de Caballero, y asimilar su bravura y picardía; o cultivar la prudencia de Escobar y la generosa entrega de Valois Rivarola. Porque, como en un cuento de laberintos circulares de Jorge Luis Borges, la Patria se halla nuevamente ante una encrucijada de su historia, y no será esta vez la espada sino la pluma, la sabiduría y la determinación de sus hijos, quienes detendrán las afrentas a su ser.

Fiel a su linaje y a sus sentimientos, el alma inquieta de María Eugenia tampoco podía permanecer indiferente ante los acontecimientos que la afligen, y es con este afán que presurosa se apresta a blandir los recursos de que dispone y con los que articula el sonoro testimonio de su protesta. Bendita rebeldía la que cuaja en la mejor manifestación del arte excelso. La obra aparece en el día del 185º Aniversario del Natalicio del Mariscal Francisco Solano López, a quien los designios de nuestra historia encomendaron la enorme proeza de elevar al Paraguay de la cuna de su independencia, a calzar los pantalones largos de su afirmación soberana.

En Francisco Solano se hacen carne los sentimientos de todo un pueblo, que no hesita del sacrificio y hasta de su misma inmolación en el altar de sus convicciones. Sentencia el Mariscal López, con un grito postrero, en abierto desafío al destino, “muero con mi patria”; pero el Paraguay no murió, como el ave Fénix se levantó de sus cenizas, y con él, férreamente sujeto a invisibles e indisolubles ligaduras, el Mariscal tampoco murió nunca; pues, mientras exista latir en un pecho paraguayo, el corazón de López, intacto, intangible, e inmortal, continuará palpitando en él sus anhelos, sus ilusiones y esperanzas. Ese es el legado de López, de los soldados del 70, de la generación que supo mantener en alto y nunca arrió nuestra tricolor bandera; y es ese el mensaje que, de igual manera hoy, rescata para nuestro tiempo “Hebras de Remembranzas”.

Ministro, director general de Protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores

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