Hansel, Gretel y los fantasmas de la Historia

Hace ocho siglos, la Gran Hambruna diezmaba Europa; fue 1316 el peor año de un periodo brutal de mortandad masiva por inanición que se extendió desde la primavera de 1315 hasta el verano de 1317, desencadenó violentos conflictos sociales, oleadas de crímenes y brotes de canibalismo e infanticidio, y llenó de miedo y muerte el siglo XIV. Las huellas de esos horrores no solo quedaron registradas en las crónicas: su sombra se proyecta también sobre fantasías que se han vuelto universales. Como el relato de Hansel y Gretel, recogido por los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm ya en el siglo XIX, pero perteneciente al fondo mucho más antiguo de la tradición oral.

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En la primavera de 1315, una gran lluvia comenzó a azotar gran parte de Europa. Casi toda la cosecha se perdió. Empezó a faltar comida. En la primavera de 1316, seguía lloviendo. El hambre cundió. Fueron sacrificados animales de tiro, el grano que era para la siembra fue comido y seguramente hubo niños abandonados en el bosque por sus padres, incapaces de alimentarlos. Como Hansel y Gretel, según la tradición oral recogida en 1812 por Jacob y Wilhelm Grimm.

Hansel y Gretel eran, en esta antigua tradición oral, hijos de un leñador cuya mujer (madre de los niños en las primeras versiones, madrastra en las posteriores, para suavizar, se cree, su papel, más duro de aceptar en una madre que en una madrastra) lo convence de que los lleve al bosque y los abandone allí. Hansel y Gretel la escuchan, recogen guijarros blancos para marcar el camino y, así, logran volver. Los llevan de nuevo, esta vez solo tienen migas de pan para dejar el rastro y los pájaros las comen y lo borran. Perdidos, ya casi extenuados, dan con una casa hecha de pan, azúcar, nueces, manteca, avellanas y todo tipo de dulces. Empiezan a comerla. Una anciana sale, los invita a pasar y les da un banquete.

En realidad, es una bruja que atrapa niños para engordarlos y comerlos. Encierra a Hansel en una jaula y reduce a Gretel a su sirvienta. Como es corta de vista, pide a diario a Hansel que le tienda un dedo y lo toca para ver si ya está gordo, jugoso y suculento, pero él le tiende un hueso de pollo para postergar su fin. Harta de que no engorde, la bruja decide almorzarlo así. Enciende el horno y va a buscar a Gretel para guisarla también. Pero Gretel la empuja al horno y la bruja muere entre alaridos al spiedo. Hansel y Gretel vuelven con las joyas de la bruja, en casa encuentran a su padre, que ahora está viudo, la pobreza termina y viven por fin felices.

Los monstruos de Hansel y Gretel son bastante reales: hambre, maltrato, abuso, asesinato. El hambre y la escasez constante de comida son medievales, y el infanticidio o el abandono de niños que no podían ser alimentados seguramente también. Pero, pese a lo emocionante de este plano del cuento, su mayor fuerza no está ahí. Entonces, ¿dónde está?

Voy a decir algo raro. Por ende, demos por terminado el horario de protección. A partir de este momento, se recomienda que los menores que permanezcan leyendo lo que sigue en el Suplemento Cultural lo hagan bajo la supervisión de un adulto.

Hay un detalle extraño: ellos matan a la bruja lejos, en su distante casa fabulosa del fondo del bosque; y mientras tanto, al parecer, en su lejano hogar paterno, simultáneamente, muere también su madre, pues cuando regresan encuentran a su padre ya viudo.

¿Por qué la coincidencia?

Porque no es coincidencia. Más allá de la discusión acerca de si existen las coincidencias o no, cualquier lector de la historia puede sentir que no lo es. No es fortuito que encuentren viudo a su padre. Se palpa en la narración que, por una lógica oculta, es necesario.

Aquí hay que preguntar algo muy concreto que, como su estructura profunda, subyace al relato. ¿Hansel y Gretel han asesinado solo a la bruja o han matado a la vez a las dos, a la bruja y a su propia madre, que, por secreta metáfora, son en realidad una y la misma?

La madre de Hansel y Gretel es un personaje sospechoso desde el inicio. La bruja devora y destruye como caníbal, como monstruo, abiertamente. Pero, de otra forma, la madre devora y destruye también: si no hay comida, morirán los hijos, no ella; los devora en tanto que devora su sustento vital, y los destruye al privarlos de ese sustento y al convencer al padre de que los lleve al bosque y los abandone allí a su suerte.

Como su madre, es obvio que les ha dado la vida; lo que el cuento revela es que ella, que se las dio, cree que puede quitársela.

Los niños se adentran en la espesura del oscuro y desconocido bosque y encuentran allí otra figura, que es también maternal, pues tiene una casa de golosinas que ellos pueden, con su consentimiento y beneplácito, disfrutar sin tasa; refugio de la adversidad, nutre, protege y da placer, como lo hace la madre con sus hijos desde su nacimiento.

Pero esa «otra madre», esa «madre rara», esa «madre del bosque» –como siniestramente me gusta llamarla– se transforma en una asesina caníbal que atrapa, enjaula, esclaviza y colma –no hay, aunque lo parezca, contradicción aquí– de cuidados y placeres, deseables y a la vez indeseables, porque son parte del escondido proceso de devorar.

La madre «real» (la esposa del leñador, la que está en el hogar, en la casa) ampara y nutre; su cara oculta (la bruja del fondo del bosque) es que se apodera de aquellos a los que nutre y ampara –en el cuento, de modo muy material y crudo, se los come–.

La «madre del bosque», la bruja, es la cara oculta de la madre. Que los dos personajes, el bueno y el malo, la madre y la bruja, son en la realidad una sola persona duplicada en dos símbolos en la ficción se revela en la «coincidencia» (que no es tal), en la simultaneidad entre el asesinato de la bruja y la misteriosa viudez del padre.

La bruja nutre, cuida, alberga y atrapa. En la vida real, la hospitalidad que hace difícil salir al exterior debe ser despojada de su disfraz para dejar al desnudo la trampa. No hay otro modo de escapar y transformarse, en mujer Gretel, y Hansel en hombre. Ya que es preciso observar que lo femenino y lo masculino son rebajados y ridiculizados, desvirtuados pues, por la bruja: en Gretel, al reducirla a sirvienta sumisa, embrutecida, bestializada; en Hansel, al convertirlo en zángano inútil, mimado, ciego para ver que sus privilegios y comodidades castran su independencia y su capacidad.

La ambigüedad es propia de muchas realidades. La noche trae, después de las fatigas de la jornada, el alivio del silencio y el reposo, de la paz y la intimidad, pero en todo yace en ella inerte, como muerto. La tierra da, con frutos dulces y jugosos, fuerza y vida, pero traga los cadáveres que los gusanos necrófagos que alberga devorarán. La luna rige las mareas y los ciclos biológicos y hace fermentar la levadura, y su suave luz es dulce, pero prestada, y, por ende, espejismo, engañosa alucinación. Frente a los sistemas de valores fundados en pares de conceptos antagónicos (el bien-el mal, lo idealizado-lo repudiado, la madre-la bruja, la vida-la muerte,), los mitos, con frecuencia, como el pensamiento filosófico y el arte (cada uno a su modo), desmontan las farsas moralistas y maniqueas al señalar la espesa y rica trama de complejidades insondables que soslayan.

Hace ochocientos años, en 1316, la Gran Hambruna diezmaba a Europa; fue ese el año más terrible de cuantos abarcó ese periodo brutal de mortandad masiva por inanición que se extendió desde la primavera de 1315 hasta el verano de 1317 (aunque en algunos lugares duró más), que desencadenó violentos conflictos sociales, incrementó la criminalidad, produjo brotes de canibalismo e infanticidio y llenó de miedo y muerte el siglo XIV. Las huellas de esos horrores no solo quedaron registradas en crónicas, documentos y otras fuentes similares: su sombra se proyecta también sobre personajes, cuentos, leyendas y fantasías que se han vuelto universales. Tal es el caso de este relato recogido por Jacob y Wilhelm Grimm ya en el siglo XIX, pero perteneciente al fondo mucho más antiguo de la tradición oral.

La historia de Hansel y Gretel en esa tradición oral tiene muchos elementos históricamente verosímiles, pero, sobre todo, transmite (en forma no letal, en forma de ficción) el placer estético de un saber difícil, de un saber que necesita primero ser presentido para poder ser, quizá, después, sentido, y, en los raros casos en los que haya suficiente lucidez (o locura) para ello, tal vez hasta pensado.

Versiones y perversiones

La primera edición del libro de los hermanos Grimm, Jacob (Hanau, Hesse, 1785-Berlín, 1863) y Wilhelm (Hanau, 1786- Berlín, 1859) Cuentos para niños y el hogar (Kinder- und Hausmärchen) fue publicada en Berlín en 1812 y contenía ochenta y seis narraciones. El segundo volumen, de 1815, se amplió para incluir setenta más. Se realizaron siete ediciones, en las que se agregaron, modificaron y excluyeron cuentos, hasta llegar a la versión final, de 1857, que reúne doscientos once relatos. Uno de los más conocidos y adaptados desde entonces hasta hoy (al cine, la televisión, el cómic, etcétera) es «Hansel y Gretel» («Hänsel und Grethel»). La madre de la versión original, de 1812, pasa a ser la madrastra en la más reciente, de 1857.

Juliansorel20@gmail.com

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