Hallazgo de nuevos manuscritos de Domenico Zipoli

Documentos encontrados por Luis Szarán en Roma permitirán una mayor profundización del estudio del gran compositor de las reducciones jesuíticas de América del Sur.

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Recientes hallazgos de manuscritos originales, de la época europea, de Domenico Zipoli (1688-1726) permitirán un gran avance para un estudio más profundo acerca de la obra de este autor, último gran representante de la tradición organística italiana y principal figura musical del esplendor llamado “barroco musical de las reducciones de la antigua provincia jesuítica del Paraguay”. El maestro Szarán y su equipo de trabajo, el Domenico Zipoli Ensamble de Venecia, ofrecieron hace unos años un concierto en la Basílica di Santa Maria in Trastevere, en Roma, donde Zipoli fuera organista a partir del año 1710, unos seis años antes de su partida para Sudamérica. Entre miles de páginas de música del archivo de la Basílica, hoy custodiadas en el Archivo Capitular del Vicariato de Roma, fueron hallados dos manuscritos originales de música vocal-coral, únicos ejemplares existentes hasta el momento en dicho género. Salvo las Sonatas de Intavolatura para Órgano y Cémbalo, así como algunas arias sueltas y piezas instrumentales encontradas en las últimas décadas en diversos archivos europeos, los grandes oratorios, misas y motetes del periodo europeo de Zipoli se encuentran perdidos o, en todo caso, apenas quedando conservados solamente los textos.

Este reciente descubrimiento permitirá una mayor comprensión del proceso evolutivo del estilo vocal de Zipoli, entre su producción europea y la compuesta en Córdoba, Argentina, sede de sus actividades, entre las que se encuentran: misas, motetes, vísperas, himnos y salmos, que generalmente fueron adaptadas a las posibilidades de los coros y orquestas formados por los indígenas de las misiones. Al mismo tiempo, posibilitará la realización de estudios grafológicos comparativos frente a los más de 5500 manuscritos hallados en la década del 80 en la Chiquitania boliviana –en su mayoría figurando como anónimos– conservados en el Archivo Musical de Chiquitos en Concepción, Bolivia.

Las piezas halladas recientemente en Roma son: Graduale Confitemini Domino in Vigilia Pentecostes y Última Antífona a Cuatro para el Domingo de Resurrección “Respondens Autem Angelus”, composiciones para cuatro voces y órgano. Es de considerar que la mayor parte de las composiciones corales de Zipoli, escritas en Sudamérica, están hechas a tres voces: soprano, contralto y tenor, debido a la carencia de voces graves entre los indígenas.

Desde el año 1985, el maestro Luis Szarán viene estudiando y transcribiendo la obra de Zipoli, a partir del hallazgo de los miles de manuscritos por parte del arquitecto suizo Hans Roth en Bolivia. Sus recopilaciones fueron publicadas en Italia y Alemania (Víspera de San Ignacio de Domenico Zipoli, Edición Pizzicato de Udine - 1997; Misa a San Ignacio de Domenico Zipoli, Edición Pizzicato de Udine - 1998; Música para Órgano y Cémbalo, Edición Missions Prokur de Nuremberg - 2000; y Domenico Zipoli - Una Vita Un Enigma, Edición Partner Ship, Prato - 2000). En paralelo a dichas publicaciones, dirigió más de 200 conciertos con la música de Zipoli a lo largo de toda Europa y América. En el año 1994, el Gobierno italiano le confirió la condecoración “Caballero Oficial de la República Italiana” y la Unesco le otorgó el reconocimiento “Orbis Guaraniticus”.

DOMENICO ZIPOLI

Domenico Zipoli, nacido en Prato (Italia) en 1688, luego de sus años de formación en Florencia, Nápoles y Bolonia, se estableció en Roma a partir de 1710, donde se destacó entre los grandes compositores de su tiempo, como Pasquini, Corelli, Pioselli, Scarlatti y otros, siendo prominente miembro de la célebre Congregación de Músicos de Santa Cecilia, convertida luego en la actual Accademia Nazionale di Santa Cecilia, presentando sus misas, oratorios y ejecutando el órgano en las iglesias de Jesús, San Girolamo della Carita, San Carlo ai Catinari y Santa Maria in Vallicella.

Hacia 1715, Zipoli ultimaba los detalles de su obra máxima: las Sonate d’Intavolatura per Organo e Cembalo, a la que debe su fama universal y su inclusión entre los grandes creadores del género, volumen que editó en enero de 1716 con los auspicios de María Teresa Strozzi, la princesa de Forano, a quien dedicó la obra. Paralelamente, se desempeñaba como organista de la Iglesia de Jesús, en Roma.

En el invierno sudamericano de julio de 1717 llegaba al puerto de Buenos Aires, junto a un grupo de notables europeos –entre ellos el español Pedro Lozano, historiador oficial de la Compañía de Jesús– quienes se embarcaron, al igual que el compositor, soñando con la “tierra sin mal” en las perdidas selvas y llanuras del sur del continente. Los jesuitas, durante los 150 años de su predominio en la región (1609-1767), fundaron 30 pueblos, reuniendo a unas 150.000 almas, siendo el ejercicio y la práctica de la música barroca uno de los elementos de atracción para los indígenas en su nuevo estilo de vida, en poblaciones organizadas y administradas de una manera singular, similar a la República, soñada por Platón; ciudades encantadas, todas iguales, y aisladas de los centros urbanos gobernados por los españoles y portugueses.

Domenico Zipoli sintió profunda atracción por los logros musicales de otros músicos jesuitas, como Jean Vaisseau (1584-1653), Louis Berger (1588-1639), Anton Sepp (1655-1733) y otros, cuyos resultados con los formidables coros y orquestas formados por los propios indígenas emocionaban a visitantes de la época, que luego difundían la noticia en toda Europa. El compositor se estableció en Córdoba, centro intelectual de las reducciones, donde estudió Teología, Filosofía, componiendo música para el servicio litúrgico de los pueblos de las misiones jesuíticas.

Las piezas fundamentales entre las escritas en Sudamérica, que luego de la expulsión de los jesuitas en 1767 fueron destruidas o perdidas, volvieron a la vida gracias al hallazgo por casualidad en el baño de una sacristía, en la lejana región del oriente boliviano, por el arquitecto suizo Hans Roth, quien a mediados de 1970 trabajaba restaurando la herencia arquitectónica de las reducciones jesuíticas de América del Sur. Estas páginas, rescatadas y ubicadas hoy en el catálogo del Archivo de Chiquitos, humorísticamente como “toiletten papier” (para inmortalizar al moderno e indiferente cura que empleaba los manuscritos de música barroca en reemplazo de la carta higiénica) constituyen la revelación más valiosa para la musicología de América. Entre miles de páginas musicales, se encuentra gran parte de la inmensa obra del compositor italiano Domenico Zipoli (1688-1726), quien dejó los puestos de privilegio en Roma para trasladarse a las selvas de Sudamérica y sumarse a la utopía jesuítica de buscar “la ciudad de Dios en la Tierra”. Zipoli enseñaba y componía música entre los indígenas, y sus creaciones eran interpretadas en todos los pueblos jesuíticos hoy repartidos –como ruinas– en los actuales territorios de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia.

Editor: Alcibiades González Delvalle - alcibiades@abc.com.py

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