Hace 400 años se creó la Provincia Jesuítica del Paraguay (*)

Se cumplieron cuatrocientos años de la creación de la Provincia Jesuítica del Paraguay, si nos atenemos a la carta del 9 de febrero de 1604 (ver texto completo adjunto) que el padre Aquaviva, por aquel entonces Padre General de la Compañía de Jesús, le envió al padre Diego de Torres, indicándole cómo debía hacerse la división de un gigantesco territorio que abarcaba gran parte de la América del Sur española.

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Se cumplieron cuatrocientos años de la creación de la Provincia Jesuítica del Paraguay, si nos atenemos a la carta del 9 de febrero de 1604 (ver texto completo adjunto) que el padre Aquaviva, por aquel entonces Padre General de la Compañía de Jesús, le envió al padre Diego de Torres, indicándole cómo debía hacerse la división de un gigantesco territorio que abarcaba gran parte de la América del Sur española.

Si bien esta provincia no tomó forma definitiva hasta 1607, esto se debió al tiempo y las demoras que sufría entonces la correspondencia, a lo que hay que sumarle una interpretación equivocada del texto de aquella misiva. Esto hizo que a primera división se la hiciera de manera equivocada, hasta que el propio padre Aquaviva dispuso las correcciones del caso. Tales trámites hicieron que la provincia de Paracuaria, como se la conoció luego, se sólo concretara en 1607.


Los límites de la Provincia del Paraguay

El padre Antonio Astrain S.J. en su monumental obra dedicada a la historia de la Compañía de Jesús, se refiere a los límites de aquella provincia.

“Al oír esta palabra (provincia del Paraguay), se imaginarán algunos lectores modernos, que la provincia de la antigua Compañía estaba reducida a los límites de la actual República que lleva ese nombre. Y, sin embargo, nada más inexacto que este modo de concebir el territorio donde se desplegó el celo de nuestros antiguos misioneros paracuarienses. En el siglo XVI, como el primer gobierno fundado por los españoles de las regiones del Paraná fue el de la Asunción del Paraguay, adonde se trasladaron los colonos de Buenos Aires en 1541, resultó espontáneamente, por la rápida extensión de las conquistas, que la gobernación del Paraguay comprendía los inmensos territorios que hoy forman las Repúblicas de la Argentina, del Paraguay, del Uruguay y las provincias meridionales del Brasil, ocupadas entonces por los españoles. Con las misiones fundadas en esos países se unieron en 1607 para el gobierno de nuestros religiosos los misioneros jesuitas que se habían establecido en Chile; de suerte que podemos decir, que con el nombre de Paraquaria como en latín se denominó, comprenden nuestras antiguas relaciones los vastos territorios ocupados por los españoles al Sur del virreinato del Perú y cuyo límite meridional era el estrecho de Magallanes”.

“Muy pronto empezó a desmembrarse de esta vasta provincia jesuítica la región de Chile, por las difíciles comunicaciones que tenía con las regiones del Paraná. Ya en 1623 formaron los jesuitas de aquella región una viceprovincia, y a fines del siglo XVII se constituyó la provincia de Chile, del todo independiente, así del Perú como del Paraguay”.

“Teniendo presente esa organización de nuestras antiguas casas en aquellos vastísimos países, se comprende fácilmente que con el nombre de Paraguay se designaban por regla general los territorios situados desde el Perú y el centro de Bolivia al Norte, hasta el extremo meridional de América al Sur, y desde los Andes hasta el Océano Atlántico”. “Como en todo ese país la principal gobernación era entonces la del Paraguay, puesto que la de Tucumán era inferior y la de Buenos Aires no se fundó hasta 1617, de aquí resultó que los jesuitas al constituir un provincia religiosa en aquellas regiones el año 1607 tomasen para sí la denominación civil que entonces prevalecía en el territorio ocupado por ellos. Empezóse, pues, a llamar aquella provincia del Paraguay (Paraquaria en latín), y con ese nombre perseveró hasta que fue expulsada la Compañía por Carlos III”.


Las dos propuestas de provincia

Desde comienzos de 1602 hasta fines de 1603, el padre Diego de Torres negoció en Madrid y en Roma la división de la Provincia del Perú, de acuerdo a los límites que se habían discutido ya en Lima y en donde se había logrado un acuerdo total.

Así, el padre Torres le propuso al padre Aquaviva dividir la provincia del Perú, “formando al norte y al sur dos viceprovincias; la primera, que llevaría el nombre del Nuevo Reino de Granada, con la cual se juntaría el colegio de Quito, y la segunda, que podría intitularse de Santa Cruz e la Sierra, por ser el domicilio más meridional de la provincia del Perú, y con esta viceprovincia estarían unidas las misiones empezadas en las regiones del Tucumán” según lo afirma el padre Astrain.

Pero más tarde, el padre Aquaviva, tal como lo señala en su carta del 9 de febrero dirigida al padre Torres, cambió de opinión. Es así como dice: “... y así, después de haberlo encomendado a Nuestro Señor y ofrecido a esta intención muchas misas, hemos determinado que del Tucumán y del Paraguay se haga una provincia distinta e independiente de la del Perú”.

Se comete un error

Cuando regresó a lima el padre Torres llevando consigo la carta que autorizada la división de la provincia del Perú y lo nombraba al mismo tiempo provincial de la del Paraguay, hubo sospechas que podía tratarse de un ardid para obtener tan alto cargo. Como, por otro lado, existía una propuesta anterior del propio padre Aquaviva, en Lima interpretaron que la intención del Padre General era la primera propuesta. Así, se crearon dos viceprovincias con el nombramiento de sus correspondientes viceprovinciales. Una fue la del Nuevo Reino de Granada a cargo del padre Diego de Torres y la segunda fue la de Santa Cruz de la Sierra a cargo del padre Alvarez de Paz.

Tomada esta decisión se le consultó al Padre General y la respuesta tardó dos años en llegar. En pocas palabras, el padre Aquaviva no aprobaba lo que se había hecho y pedía que se realizara la división de acuerdo al segundo criterio, que creaba una provincia totalmente independiente de la del Perú.

Así, el padre Aquaviva escribió:
“Acá no han satisfecho las razones que allá tuvieron para no ejecutar lo que escribimos de que fuese el P. Torres al Paraguay. Porque lo que V.R. dice del temple y clima de aquella tierra, espero en la divina bondad que con la virtud de los que allá fueren, se allanará todo y se llevarán con paciencia los golpes de la pobreza. La razón potísima que de ahí escriben V.R. y otros, que no se ejecutó por falta de gente, bien ve V.R. cuan poca fuerza tiene, pues es muy diferente el haberse de cumplir una orden que de acá enviamos y el dejarlo de ejecutar, por no poderse hacer con muchos sujetos, pudiéndose haber hecho con poco lo que era más conforme a lo que escribimos. Así que viendo que cada día va creciendo la necesidad de aquellas almas y que muchas peligrarán en que nuestro orden se difiera, juzgamos que vaya allá el dicho P. Torres, como antes tenemos escrito”.

Al mismo tiempo, el padre Aquaviva escribió al padre Torres diciéndole:
“Creo que V.R. habrá sentido que se le impidiese la ida al Paraguay... Como atendemos que la necesidad del Paraguay es muy grande y deseamos que asienten allá los jesuitas y que, desde luego, se dé principio a aquella provincia con los que allá están, con los seis que habemos escrito vayan del Brasil y con otros sujetos que se avisa al Provincial del Perú que tenga aparejados en Lima para cuando V.R. vaya allá, nos parece que en recibiendo ésta parta V.R. para Lima o para donde estuviere el Provincial y se vea con él, y después de haber tomado los sujetos que le fueren señalados, se parta, con la bendición del Señor, a su provincia del Paraguay, y lleve por su compañero al P. Luis de Valdivia”.

De este modo se daba inicio a la experiencia de las Reducciones que se iba a prolongar por ciento setenta años y que daría que hablar y polemizar incluso hasta nuestros días.


(*) La información utilizada en este artículo proviene del libro: “Jesuitas, guaraníes y encomenderos” del padre Antonio Astrain S.J. editado bajo el cuidado del padre Bartomeu Meliá S.J. por el entro de Estudios Paraguayos “Antonio Guasch” y la Fundación Paracuaria, Missionsprokur S.J. Nürnberg, Asunción, 1996.
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