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Nació el 22 de abril de 1929, en Gibara, provincia de Oriente, Cuba, no lejos de donde nacieron Fulgencio Batista y Fidel Castro, en ese orden. Hijo mayor de fundadores locales del Partido Comunista, creció en una atmósfera política y vio cómo sus padres fueron encarcelados por Batista cuando todavía era niño. Dos años más tarde, sus padres hacían campaña pro Batista ordenada por el partido. A este respecto decía: Me gustan los juegos de palabras y las cronologías. He de repetir que nací en 1929, el 22 de abril, fecha en que también nacieron Lenin y Shirley Temple. Esto me ha condenado políticamente y me ha llevado a tener que ver con el cine. 1929 fue el año del gran crack finaciero mundial, y esto me ha convencido de que nunca seré rico.
En 1941 la familia, aumentada por un hermano menor, decide trasladarse a La Habana, emprendiendo así la gran aventura de descubrir la ciudad, que hace suya, aunque, por supuesto, no la conquista. Crece en la pobreza y estudia bachillerato hasta que un profesor le descubre la literatura. Un día, un profesor que después con los años descubrí lo bueno que era, me comenzó a hablar de La Odisea y del regreso de Ulises a Ítaca y de su perro Argos que momentos después de recibirlo murió. A mí me pareció tan interesante esa historia que comencé a interesarme por la literatura inmediatamente. Me convertí en muy buen alumno de historia literaria.
En 1947 escribe su primer cuento, una parodia seria de un mediocre novelista centroamericano. Comienza a publicar en 1948 cuentos y críticas de cine. Encontré un texto de Miguel Angel Asturias (El señor presidente), y se me ocurrió parodiarlo haciendo un cuento que utilizaba los mismos elementos de repetición y utilización de ciertos sonidos y ciertas sílabas. Este cuento, para mi sorpresa, fue aceptado por la revista Bohemia, que era la revista más popular de Cuba. Y así comenzó. Lo que parecía una broma, se hizo serio, hasta convertise en una afición, después en una profesión, y finalmente en una obsesión.
Lunes de Revolucion
En 1950 ingresa en la Escuela Nacional de Periodismo. Decidí entrar a estudiar periodismo. Ya había empezado a escribir, había publicado algunos cuentos, y aunque no me interesaba el periodismo en sí, era una forma más directa conmigo mismo, más relacionada con mi literatura, de ganarme la vida a través de las letras. Así comencé a trabajar en periodismo, primero lo hice como corrector de pruebas unos cuantos años, después fui crítico de cine de la revista Carteles.
Hay una cosa curiosa, tuve que escoger un seudónimo para escribir las críticas de cine porque en 1952 un cuento mío publicado con malas palabras en inglés fue tomado por la policía, yo fui llevado preso, y finalmente multado por haber publicado ese cuento con esas palabras que eran absolutamente incomprensibles para un cubano medio, puesto que eran malas palabras pero en inglés. Y esto condujo a que la revista que publicó el cuento, la revista Bohemia, no quisiera saber nada que apareciera con mi nombre propio. Entonces inventé un seudónimo basado en las primeras sílabas de mi primer nombre y segundo apellidos, así fue como surgió Caín, con el que firmaba mis crónicas cinematográficas.
Su vida familiar
Se casa, por primera vez, en 1953. En 1954 se hace cargo de la crítica cinematográfica de la revista Carteles, la segunda de Cuba. Ese mismo año nace su primera hija. En 1957 es nombrado jefe de redacción, encargado de literatura en Carteles. En 1958 conoce a Miriam Gómez, actriz, tiene un programa semanal de televisión y nace su segunda hija. En 1959 es fugazmente director del Consejo Nacional de Cultura, ejecutivo del Instituto del Cine y subdirector del diario Revolución.
Funda y dirige el semanario cultural Lunes de Revolución. Recorre los Estados Unidos y Sudamérica en el entourage de Fidel Castro. En 1960 viaja a la entonces Unión Soviética y a otros países comunistas, en la primera delegación de periodistas cubanos detrás de la cortina de hierro.
Sobre este episodio, afirmaba: Un documental, P.M., filmado por mi hermano Sabá, fue secuestrado y prohibido por la Oficina de Censura. Lunes protestó y fue cerrado. Entonces enviaron a Franqui en un viaje a Europa y más tarde lo despidieron como editor de Revolución. A mí me enviaron como agregado cultural a Bélgica.
Se divorcia de su primera mujer y se casa con Miriam Gómez. En 1960 publica su primer libro, Así en la paz como en la guerra, colección de cuentos, y en 1961 escribe una introducción irreverente para la colección de sus críticas de cine, que se publicará con el título de Un oficio del siglo XX, en 1963.
Ahora puedo ver que en mi primer libro, Así en la paz como en la guerra -nos lo decía en una entrevista realizada en 1995, en Madrid- lo aparentemente conseguido (cierto color local) es menos valioso que el homenaje rendido a varios escritores verdaderos originadores de muchos de los cuentos, y no la reproducción de la realidad que me proponía en principio. Mi idea de realidad ha cambiado sustancialmente, y ahora me pregunto si existe de veras como materia literaria... En ese libro hay juvenilia, pero también cierta senilia. Fue escrito mayormente cuando empecé a escribir crítica cinematográfica, a mediados de la década de 1950. No tengo nada en contra de esos relatos. En realidad, es posible que una media docena de ellos sean rescatables. Pero objeto el libro mismo.
Three Trapped Tigers
Se hace connotado disidente y es exiliado oficialmente a Bruselas con el cargo de agregado cultural en 1962. Por azares diplomáticos es nombrado, poco después, encargado de negocios en Bélgica. En 1964 obtiene el premio Seix- Barral de novela con Tres Tristes Tigres. En 1965 regresa a Cuba a los funerales de su madre y es retenido por el servicio de Contra-Inteligencia, que se muestra, efectivamente, contrario a la inteligencia. Renuncia a su cargo diplomático y logra salir del país tres meses más tarde. Vive en Madrid, con sus dos hijas y Miriam Gómez en grave pobreza. Por azar artístico escribe un guión de cine en Londres, ciudad en que se establece y donde vive desde 1966 hasta el día de su muerte, febrero de 2005.
Es posible admirar un libro por sus rasgos más superficiales, o aun por lo que no es. Esto ya pasó con el Quijote en su siglo (¿cuántos leyeron el subtexto que escondía bajo su humor, su ironía, su cautela crítica?) y también ha pasado en la Argentina con Borges (todavía se lo acusa de frío e intelectual, sin leer la pasión, el terror y las trágicas obsesiones que están en el centro de su literatura), y seguirá pasando cada vez que un libro, un autor, sean suficientemente nuevos como para que la crítica quede completamente despistada ante la creación. Pensábamos esto frente al indiscutible éxito que tuviera en su momento Tres Tristes Tigres, la gran novela de Guillermo Cabrera Infante, y ante las curiosas reacciones que suscitaba en muchos buenos lectores y críticos.
Tres Tristes Tigres es un libro que décadas después de publicado todavía suscita interpretaciones -afirmaba el escritor-. Algunas son muy ingeniosas, otras absurdas, y todas demuestran una lectura halagadora. Sin embargo, es un libro que tiene dos o tres errores que yo me sé, y una equivocación mayor escondida por el malabarismo del lenguaje y la peripecia.
Los que sostienen que Tres Tristes Tigres es sólo un collage, tienen razón cuando usan la palabra collage, pero no la tienen al creer que se aplica a texto o texturas inconexas. Por el contrario, el collage presupone una concepción muy rigurosa del espacio pictórico. No en balde fue una técnica desarrollada por los cubistas. De modo que si Tres Tristes Tigres es un collage, lo es en el sentido profundo en lo que son los cuadros de Braque o lo es Rayuela, de Julio Cortázar, que es la novela latinoamericana con la que tiene más puntos de contacto.
Una última observación antes de pasar a otra forma del análisis: la unidad interior de sus primeras 85 páginas, por ejemplo, está asegurada por otro elemento que es aun más importante que el anecdótico. Todos los capítulos están dichos o escritos por alguno de los personajes y lo mismo pasa en el resto del libro. Esta es una novela de voces, a pesar de que unas hablan y otras escriben, de que unas pertenecen a escritores profesionales (como Silvestre) y otras a mujeres que se pierden en los laberintos de la ortografía o de la fonética, hay una unidad básica en el procedimiento: esa unidad está asegurada porque lo que constituye una galería de voces -como aseguraba Cabrera Infante en la entrevista antes citada- es la unidad de una lengua viva, el cubano, o tal vez: el habanero, que constituye en definitiva el tejido básico sobre el que se crea y descrea esta magnífica fábrica verbal que es Tres Tristes Tigres.
Inspirado en el Satiricon de Petronio
La fuente del libro, ha contado Cabrera Infante, está en el Satiricón, de Petronio, novela en la que de algún modo se capta la luz de la vela que alumbraba la decadencia romana y en la que también brilla el ingenio verbal, la libertad de las situaciones y la más sutil crítica social. Pero al mostrar esa vida a través del habla de sus personajes, Cabrera Infante ha evitado toda intromisión directa suya en la novela. No hay aquí un autor omnisapiente que muestra, juzga, condena o alaba. Todo está contado por los participantes; el autor simplemente ordena, o desordena, los testimonios. El juicio moral queda suspendido. Si hay juicio, y claro que lo hay, es de los participantes mismos. En lo que unos escriben sobre otros, en el reflejo de las imágenes de unos en el habla de otros está el juicio.
Estructura lingüistica
La estructura lingüística de Tres Tristes Tigres está hecha, desde el título, de todos los significados posibles de una palabra, y a veces de un fonema, de los ritmos de la frase, de los retruécanos verbales más inauditos. Discípulo de grandes maestros pero sobre todo discípulo de su propio oído, Cabrera Infante ha aportado al cuerpo de su novela cosas que no vienen de la literatura sino del cine o del jazz, integrando en los ritmos del habla cubana los de la música más creadora de este tiempo o del arte cuya persuasión visual nos ha colonizado.
Podríamos afirmar que en García Márquez y en Cabrera Infante predomina la concepción de una novela como estructura lingüística, no olvidamos (naturalmente) que tanto en Cien años de soledad como en Tres Tristes Tigres, los contenidos son de perdurable importancia.
¿Cómo no advertir que el proceso demente de la violencia en Colombia queda perfectamente trazado, en su superficie y en sus vertiginosas entrañas, por la mano mágica de García Márquez? ¿Cómo no reconocer en La Habana del crepúsculo del batistato en que se agitan estos tristes tigres, una sociedad que está en las últimas, una vela a punto de apagarse o ya apagada cuando Cabrera Infante la evoca en su libro? De acuerdo. Es obvio. Pero lo que hace de Cien años de soledad y de Tres Tristes Tigres las creaciones singularísimas que son no es su testimonio que el lector podrá encontrar también en otros libros menos logrados y extraliterarios. Lo que singulariza a estas dos obras es su devoción a la causa de la novela como ficción total.
El mayor error de un escritor
Para mí escribir, hasta lo que podría llamarse escritura seria, es un juego. Los juegos de palabras cuyo significado depende del juego; es el jugador quien dispone los movimientos. Un gran jugador, Lewis Carroll, lo sabía, pero como era un clérigo puso las palabras en la boca de Humpty Dumpty. La pregunta acerca del lenguaje no es quién está acertado o equivocado, sino, según el viejo esquema hegeliano, quién es el amo y quién el esclavo. Los juegos de palabra son mi libertad y mi control, expresaba.
Y añadía: El mayor error que puede cometer un escritor es creerse que es un creador cuando solo se es un mal intérprete atrapado en el lenguaje. Nada se crea, todo se construye y, finalmente, se destruye. Hasta esa eternidad verbal que es el lenguaje cambia, cae en desuso y termina por perderse en el olvido. Esa es la ley de entropía literaria.
El titulo es lo primero
El título es lo primero, tanto para mí como para el lector. He escrito muchos relatos y artículos suiguiendo obstinadamente el título. A veces uso un título de trabajo, a veces encuentro un título adecuado para determinado tema. Tomemos mi novela, La Habana para un infante difunto (1979). Cuando la empecé, tenía otro título: Las confesiones de agosto, una ingeniosa alusión a las Confesiones de San Agustín. Había empezado a escribir el libro en agosto, de modo que también había concluido el mes. Entonces, un día escuché el título, La Habana para un infante difunto, así como así, del mismo modo que San Agustín escuchó la voz en el jardín. Con ese nuevo título en mente reescribí el libro.
Borges, un gran escritor
Afirmaba: Mentiría si dijera que Paradiso es un gran libro, a pesar de saber que tiene una reputación enorme. Lo que sí me parece extraordinario es Lezama Lima como poeta. Yo creo que si hay cinco poetas de este siglo que escriben en español en América, uno de ellos es sin duda Lezama; otro, tiene que ser Borges, que siempre ha sido puesto a un lado, porque se habla de un Borges narrador pero no del Borges poeta. Esto que voy a decir molesta a los españoles: De él opino que es un gran escritor que haya producido la cultura hispana desde la muerte de Calderón, en 1681. Uno revisa todos los escritores que ha habido desde entonces y ninguno ha sido citado constantemente como Borges, en Inglaterra o en Francia, dentro de textos que no tienen nada que ver con la literatura. Borges ha convertido el ensayo en una forma de arte literario, por no hablar de sus cuentos y poemas. Hasta que no apareció Borges, no había en español, repito, un escritor de esa enorme influencia mundial.