Gabo, el escritor que hizo la magia

Cuando Gabriel García Márquez nació, el 6 de marzo de 1928, en Aracataca, el prodigio llegó a la literatura y se instaló definitivamente en ella.

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Supo nuestro escritor, iniciado en el periodismo, inventar una magia única en el género en las letras y convertirse siempre en noticia.

¿Qué se puede decir sobre este colombiano que capturó lo esencial del universo literario con su magnífica obra Cien años de soledad? No basta decir que esa novela suya ha ganado el Premio Rómulo Gallegos en 1972, y es una obra maestra de la literatura hispanoamericana y universal.

Ella ha sido estudiada por los críticos más entendidos y exigentes en materia de géneros literarios, que hallaron revelaciones de un nuevo lenguaje en su forma.

Con la aparición de Macondo y la familia Buendía, se ha ido construyendo un mundo imaginario extenso que sigue transcurriendo, al parecer, con el mundo real.

Cierto es que para muchos lectores de diversas partes del planeta Cien años de soledad no solamente tiene amores, pasiones, globalización, capitalismo y dolores, sino además una tristeza metafórica, pero tristeza al fin. También lluvia y bastante soledad.

Caminante de las letras, Gabo no se ha limitado a crear una grandiosa obra, sino que fue por más, aunque las que vinieron después de aquella que le daría el Premio Nobel de Literatura en el año 1982 no lograron convencer, según los mismos estudiosos, las expectativas de los lectores.

El otoño del patriarca, El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada, El general en su laberinto, Memoria de mis putas tristes, entre otros más (escribió tanto, ciertamente), son libros de muchísima circulación. Sin embargo, no alcanzaron a dar con el toque mágico que llevó al éxito universal a Cien años de soledad.

Se publicó por primera vez en 1967, en la Argentina, y dio un giro de timón a la narrativa de todos los tiempos.

Por otra parte, influyó enormemente en la literatura universal. Tarea ciclópea ha de constituir medir los alcances de tal influencia en las generaciones de escritores que vinieron y que vendrán.

El coronel Aureliano Buendía, promovedor de levantamientos armados, tiene su propio sello literario.

Igual cosa ocurre con Macondo, un pueblo ficticio, pero que termina por ser real a fuerza de imponerse, por repetición, en la memoria de la gente.

El amor en los tiempos del cólera lleva a los generadores de frases a decir, por ejemplo: “La política en los tiempos de cólera”.

Lo mismo ocurre con la novela Crónica de una muerte anunciada, que llevada y traída de aquí para allá se transforma, a veces, en picardías como: “Crónica de un gol anunciado”. Gabriel García Márquez es una figura literaria que ya está más allá de la leyenda y de la historia, porque el peso de su fama equivale a millones de libros traducidos a diversos idiomas.

Supo explorar en los rincones más atrevidos y más inverosímiles de la imaginación partiendo de lo elemental: su talento y su capacidad para inventar y reinventar el lenguaje.

Gabo es uno de los más grandes escritores vivos que tiene la
humanidad.

Y los lectores viven para contarlo.

POESÍA PARAGUAYA

LA PLENITUD DE UN DÍA DE ESOS AÑOS

Ma quel giorno non torna
Cesare Pavese
Inmenso ser viviente de alma verde,
veo cubrir la parra los dos patios.
Veo fulgir el sol entre sarmientos
y veo trozos de un azul diáfano.
Estoy allí, a la sombra de esa parra.
Siento el aire caliente del verano,
el olor de la tierra humedecida,
y la semiembriaguez de dulces vahos.
Mas yo quisiera ver la casa entera:
los muebles, los objetos de los cuartos
tales como antes, con su luz y sombra;
la sala en que dormía aquel piano,
la de grandes ventanas con postigos
biselados de sol curioso y cálido.
Quisiera ver el lecho en que he dormido
los sueños de mis días plateados.
Y despertar quisiera en la penumbra
del dormitorio, a algún domingo mágico,
y salir a aquel aire amanecido,
estriado por los silbos de los pájaros.
¡Ver más, ver mucho más de lo que veo,
en lento film de todo ese pasado;
en la resurrección de un universo
en que hasta el musgo sobre el muro blanco
exige verdear en la memoria
en la restauración de todo el cuadro!
¡Y vivir otra vez, en un minuto
la plenitud de un día de esos años!

Hugo Rodríguez - Alcalá

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