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Les Guaranís era un grupo paraguayo que conoció, sin ningún eufemismo, el suceso, el tiempo y la gloria en los escenarios de Francia y fue el primer conjunto latinoamericano que se hizo parte constitutiva de toda una época de la cultura parisina. Fueron asimismo, los primeros músicos de nuestro continente en llegar y permanecer con tanto suceso por décadas en París. El origen de este grupo se remonta a 1947 cuando, en el exilio, Francisco Marín, Cristóbal Cáceres, Gerardo Servín y Ángel Sanabria decidieron unir sus cualidades artísticas para trabajar con Félix Pérez Cardozo. Posteriormente, se asociaron con la Compañía de Ballet de América Latina de Joaquín Pérez Fernández, con quien viajaron a París en 1952. En París el conjunto musical se amplió con la danza, al integrar al grupo a Florence Darband, bailarina de la ópera de París. Les Guaranís conocieron cambios de integrantes en su larga vida y solo quedaron del grupo original, formado en Francia, Francisco y Florence. También fue un aporte importantísimo en la historia de Les Guaranís, aunque ingresara un poco más tarde, el talentoso compositor y músico Virgilio Rojas.
Pero ¿quién era Francisco Marín y dónde había nacido? Vamos a contestar ambas preguntas.
El sufrimiento mejora a las personas
El pueblo donde nació Francisco Marín se llama Itá, Paraguay, y vino al mundo el 4 de octubre de 1919. A los dos años y medio de edad pierde a su madre que muere por causa del tifus. Séptimo y último hijo del matrimonio, su educación es encomendada en parte a una tía, hermana de su padre pero sigue viviendo con él y sus hermanos. Esta pérdida lo marcará para toda la vida. Ante sus más íntimos amigos —entre ellos Elvio Romero y José Asunción Flores—declaraba que le hubiera gustado crecer al lado de su madre. Sin embargo, el destino le tenía preparado ese castigo que él supo sortear gracias al amor de su tía y de sus hermanos.
Todos sabemos que, en el Paraguay, los paraguayos tienen entre otras cualidades la de encontrar para las situaciones más difíciles y dramáticas, el lado risueño, el chiste oportuno. Y Francisco, lo encontró.
Su padre era un acaudalado terrateniente dedicado a la ganadería; hombre autoritario que ocupaba un lugar predilecto en la vida del pueblo de aquellos tiempos. Momentos difíciles de la vida política y social. Él afirmaba que el sufrimiento mejora a las personas. Existe algo más fuerte —decía—que la muerte de mi mujer, de lo que me ha sucedido. Y de lo que me sucederá.
Francisco vivió una infancia libre y muy feliz, que compartió con otros niños del lugar, más allá de diferencias sociales. También estaba muy cerca de la familia materna, especialmente de su tío, un carpintero que dedicaba su tiempo libre a la dirección de una pequeña orquesta de aficionados a la música popular, con la que animaba durante los fines de semana los bailes de la región. Fue con este tío “Galo“, que Francisquito, quien tenía cinco o seis años, se inicio en la música y en la práctica de la armónica. Lo recordó siempre con profunda admiración, pero la disparidad entre las condiciones de vida de ambas familias y la realidad de sus amigos, hijos de peones, interpelan la sensibilidad del niño que guardará estas marcas definitivamente. La ambivalencia de sus sentimientos por un padre al que adora pero al mismo tiempo desaprueba por sus comportamientos despóticos, como su amor por el pueblo de su país —del que luego se alejará durante cuarenta años—, permiten entender mejor las opciones artísticas, políticas y amistosas que fundaron la base de su existencia.
Pupilo en el Colegio Alemán, con el fin de continuar los estudios secundarios, establece contactos con el medio teatral y artístico; se interesa sobre la vida social y política del Paraguay y se une al Partido Febrerista (socialdemócrata) y luego de su escisión se adhiere al grupo marxista—leninista.
Abandona rápidamente los estudios de Derecho al los cuales su padre lo destinaba, y se convierte en actor de la Compañía de Teatro de Julio Correa. Este director y su troupe de teatro popular y de protesta, que recorre pueblos y campiñas, sirve como punto de partida a toda una generación de artistas que, en su mayoría, continuaron sus carreras en la Argentina. Al mismo tiempo, formó parte del grupo musical “Cuarteto Santa Cecilia“, fundado por un músico (exseminarista), a través del cual descubrió su pasión por la música sacra y se familiarizó con la notación musical.
La dictadura de Higinio Morínigo
Es cosa sabida por todos los hombres y mujeres del Paraguay y conocida por los pueblos de América y por sus gobiernos, que Morínigo y sus nazis se mantuvieron en el poder en contra de la voluntad del pueblo y gracias a la acción de la fuerza. Es también sabido que las fuerzas que sostenían al general Morínigo eran: la policía y los comandos de las Fuerzas Armadas de la Nación. Sin los puntales citados, el régimen de Morínigo no hubiera existido. Nadie duda del carácter político de los andamiajes de ese gobierno. Se sabía perfectamente que eran nazis; que estaban al servicio del nazismo internacional y que en el Río de la Plata tenían una misión especial que la estaban cumpliendo desde la organización del frente de guerra.
Después de la Revolución de 1947, muy pronto comenzaron a afluir a la tierra hermana los incesantes contingentes de los vencidos, pero también los que huían por diversos motivos: exiliados políticos, económicos, culturales. Los erizados fugitivos del miedo. No era la tercera fundación de Buenos Aires por paraguayos, después de la de Juan de Garay, pero sí su inversión un poco tragicómica. En pocos años, según el dicho que el sarcástico humor guaraní popularizó por aquella época, Buenos Aires se convirtió en la ciudad paraguaya más poblada, con más de ochocientos mil expatriados. En toda la Argentina se reunieron más de un millón de exiliados (sobre una población total de cuatro millones), asilados y “colados”, sobre todo después de la dictadura de Stroessner.
Francisco Marín y su amigo Néstor Romero Valdovinos debieron abandonar el país para escapar de la represión, dejando tras de sí un hijo al que no volverá a ver hasta la edad de diecisiete años.
Después de una corta estadía en Clorinda, ciudad fronteriza con la Argentina, los dos amigos se trasladan a Buenos Aires, donde Francisco encuentra a sus amigos de infortunio: el músico José Asunción Flores y el poeta Elvio Romero, con quienes sellará una amistad inquebrantable.
La profunda agitación ideológica que reina en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial, sensibiliza a los intelectuales progresistas de la Argentina, que acogerán con solidaridad a los exiliados paraguayos. Los lazos de amistad que Francisco establecerá con muchos de ellos, se perpetuarán a través de las fronteras y se van a expresar bajo la forma de movimientos de apoyo internacional a las luchas de los pueblos latinoamericanos, víctimas de gobiernos sanguinarios y corruptos.
Luego de hacer algunos trabajos para sobrevivir, Francisco es contratado por el arpista paraguayo Félix Pérez Cardozo, muy popular en la Argentina en ese momento, no solo como intérprete de la música del Paraguay, sino también de la música tradicional argentina. Durante los tres años en que toca con el grupo de Pérez Cardozo, Francisco incorporara la música de las distintas provincias argentinas y la de su propio país y nunca dejará de interpretarla a lo largo de su carrera artística.
Su exilio en la Argentina
Separado ya del grupo de Pérez Cardozo, reúne a tres cantantes y músicos paraguayos: Ángel Sanabria, Cristóbal Cáceres y Gerardo Servín y funda el grupo Los Trovadores guaraníes. El conjunto actúa en las más prestigiosas peñas y cabaret folclóricos de Buenos Aires, donde atraen la atención de Joaquín Pérez Fernández, que está preparando un nuevo espectáculo con su compañía: Ballet de América Latina, para realizar una próxima gira por Europa.
La primera etapa de la gira del ballet de Joaquín Pérez Fernández es París, en el Teatro Marigny.
Es una Francia eufórica por la libertad recuperada, sedienta de cultura y ávida por descubrir la evolución del mundo del que había estado separada durante la ocupación alemana y la guerra, la que recibe a nuestros artistas con los brazos abiertos. América Latina maravilla al mundo a través de sus escritores y artistas y revelan la dura realidad que viven sus pueblos. Es el comienzo, en fin, de una larga complicidad entre dos mundos.
El espectáculo es aclamado por la prensa y el público parisino como un importante evento cultural. Es la revelación de una expresión artística de América Latina hasta ese momento completamente ignorada en el mundo europeo, donde solo habían llegado algunos ritmos de la música de baile afro-brasileña, el tango y el bolero. Tras el éxito rotundo en el Teatro Marigny, la compañía ofrece una serie de actuaciones en Inglaterra, España, Suiza y Portugal antes de regresar a París (Teatro de París) donde finaliza la gira europea.
La ciudad luz
Luego la troupe regresa a Buenos Aires sin los cuatro paraguayos: Francisco Marín, Ángel Sanabria, Gerardo Servín y Cristóbal Cáceres.
En ese mismo momento, en el Teatro de París, se monta una opereta que sucederá al ballet latinoamericano. Los protagonistas de la opereta participan de una fantástica aventura que los lleva desde Canadá hasta Tierra del Fuego. Para el teatro, nuestros paraguayos caen a punto, ya que pueden cantar temas de todo el continente. Para ellos es una oportunidad como nueva experiencia teatral como así también un ingreso económico no desdeñable.
Conocen entre tanto a un médico enamorado de América Latina: el Dr. Obadia que, apreciando la calidad del grupo, les presenta a uno de sus amigos, el Sr. Levy Álvarez, propietario de la compañía discográfica BAM (Caja de Música). Por consejo de este último, Los Trovadores guaraníes se convierten en Los 4 Guaranís, una simplificación que parece más adecuada para el público francés. Graban un disco que obtiene el Premio de la Academia del Disco Francés en 1953; al año siguiente el segundo disco recibe el Premio de las Juventudes Musicales de Francia. Estas recompensas permiten al grupo una notoriedad suficiente que les abre las puertas de la “Rose Rouge“, el cabaret-teatro que junto con la “Fontaine des quatres saisons” (el cabaret-teatro de los hermanos Prévert). Ambos eran el refugio de la élite literaria y artística del tout París de la época. El director de la Rose Rouge, gran admirador del ” Ballet de América Latina“, sugiere a Francisco ampliar el repertorio del grupo introduciendo algunas danzas. Una joven bailarina con formación clásica, recientemente egresada de la ópera, se une al grupo, luego de haber recibido una formación intensiva en danza folclórica con una bailarina argentina de paso por París. Posteriormente, se casará con Francisco y será la madre de su segundo hijo.
Una vez más, el grupo cambia de nombre por el de Les Guaranís bajo el cual se establecerá su fama definitiva como formación musical y coreográfica sobre temas de América Latina.
Esto lleva rápidamente a la necesidad de incorporar un bailarín profesional, entonces se contrata al argentino Paco Sánchez (exbailarín de Joaquín Pérez Fernández) para mejorar y diversificar el repertorio coreográfico. Hasta ese momento había sido Ángel Sanabria el que cumplió esta función.
Tras el enorme éxito de la Rose Rouge, el grupo, muy solicitado, se produce en los lugares más prestigiosos de la canción popular, como Bobino, donde participó durante tres semanas junto con Edith Piaf. Luego en el Olympia con Leo Ferré, otra figura importante de la canción francesa, y también en manifestaciones de alto prestigio cultural tanto en televisión como en teatros de toda Francia y países europeos.
Turbulencias. En 1955, cuando el grupo comienza a tener una sólida reputación, se produce una escisión abrupta organizada por tres de sus miembros: Gerardo Servín, Ángel Sanabria y Cristóbal Cáceres – que proyectan actuar en un pequeño cabaret, cuyo dueño pretende beneficiarse con el éxito creciente de Les Guaranís. Francisco debe reestructurar con urgencia al grupo amputado, en el que quedan un guitarrista- cantante y un par de bailarines (uno de ellos, Paco, también canta y se acompaña con la guitarra). Pero el tiempo apremiaba, mientras esperan la llegada de un nuevo arpista y de un cantante paraguayo que vienen de la Argentina, deben cumplir con los contratos firmados por Francisco, responsable del grupo. Un problema de emergencia que se resolverá, finalmente, con la integración del cantante-guitarrista chileno Renato Otero y de un cantante-guitarrista peruano que también interpreta quena y charango, Milton Zapata. Este último, quedará unido al grupo durante varios años. A raíz de este hecho y, a petición expresa de Eddie Barclay, el nombre de Francisco se añade al nombre del grupo que se convierte en Les Guaranís de Francisco Marín, para disipar cualquier confusión con el trío disidente que, por su lado, tardará poco en disolverse.
Se abre un largo período de turbulencias que se manifiestan por una sucesión de entradas y salidas de nuevos intérpretes. Dificultades de adaptación a un nuevo estilo de vida o una concepción de la profesión muy diferente a la que habían ejercido hasta el momento provocan en algunos el sentimiento de “nostalgia” y necesidad de regreso; para otros, el deseo de recuperar su independencia. Será necesario esperar hasta principios de los 60 para que el grupo se reconstituya alrededor de Francisco Marín, el cantante-guitarrista y responsable del grupo, con la participación del arpista paraguayo Ignacio Alderete, el cantante y guitarrista Virgilio Rojas y del bailarín argentino Luis Casasco, partenaire de Florence Marín. A partir de entonces, gracias a un acuerdo perfecto en todos los niveles, entre todos los miembros del grupo, cada uno dará lo mejor de sí mismo, según sus habilidades y los proyectos más ambiciosos podrán ver el día.
De acuerdo a su estricta voluntad
Es en el pequeño teatro de vanguardia parisino, Teatro Mouffetard, que Les Guaranís lanzarán por primera vez en 1964 una nueva forma de espectáculo poco usual en el medio de la música popular en Europa: el “recital”, donde un solo intérprete o grupo asegura por sí mismo la totalidad del espectáculo de la noche. El programa, dividido en dos partes de 45 minutos cada una, estaba compuesto por nueve cuadros consistentes en canciones, danzas y música de diferentes países de América Latina —Venezuela, Chile, Ecuador, Cuba, México, Argentina, Colombia, Paraguay y los países andinos (Perú, Bolivia y norte de Argentina)– con la participación de un actor, Bachir Touré, que interpretaba un poema de Hérib Campos Cervera, paraguayo, y uno de Nicolás Guillén, cubano.
Después de un mes de actuaciones y de la cálida acogida del público parisino, el espectáculo recorre varias ciudades de Francia. Más tarde, dos nuevos espectáculos concebidos de la misma manera pero con repertorio y escenografía distintos, se presentaron en los teatros La Bruyère y en el Des Mathurins, cada uno por un período de un mes.
Desde entonces, el “recital” será la forma más frecuente de expresión de Les Guaranís pero adaptado a lugares y circunstancias muy distintos, como fábricas; en torno a debates y conferencias destinada a dar a conocer el Paraguay y la América Latina a un público popular no acostumbrado a la frecuentación de teatros; escuelas; centros de vacaciones como parte de “Semanas Culturales” organizadas en torno a conferencias y/o películas en las que participan escritores (en varias ocasiones Rubén Bareiro Saguier), poetas, etnólogos, artistas plásticos y otros.
Desde 1972, fecha de creación de la “Misa por un Continente” en la iglesia Saint Roch de París (en presencia del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias) la mayoría de los recitales se componen de una primera parte con canciones y danzas, y una segunda reservada al canto coral del Siglo de Oro español; cantos y danzas latinoamericanas, y finalizan con la “Misa por un Continente”.
Estos programas son presentados, generalmente, en teatros e iglesias, tanto en Francia como en otros países europeos.
Señalamos con emoción que, para el cuadragésimo aniversario de su creación, la “Misa” ha sido interpretada y representada el 5 de mayo de 2012 por el conjunto vocal e instrumental “Cuerda y Voz“, dirigido por Vidal Rojas, hijo de Virgilio Rojas.
Después de una larga enfermedad, Francisco muere en su departamento de París, el 31 de mayo de 2008. De acuerdo a su estricta voluntad, sus cenizas fueron esparcidas en la corriente del arroyo Paranombú de Itá.
–––– Este artículo fue escrito gracias al aporte de Heddy Penner, y a los datos proporcionados por Florence Dorband de Marín.
armandoralmadaroche@yahoo.com.ar
(Desde Buenos Aires, especial para ABC Color)