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CIENCIA CENTRAL Y CIENCIA PERIFÉRICA
Producir ciencia de nivel universal en países sin tradición científica requiere científicos con potencial y estrategias especiales. Santiago Ramón y Cajal, científico español que descubrió la teoría neuronal en un país con poca ciencia a inicios del siglo XX, se ocupó magistralmente de este tema en varios de sus libros (Tónicos de la voluntad o Consejos a un joven investigador, Recuerdos de mi vida). Intentaremos hacer algo parecido, guardando las distancias con este genio de la medicina.
¿Cuál es la situación internacional de la investigación y cuál es la posición de Paraguay en ella? Como en otras disciplinas, y duele esta realidad, hay países centrales y países periféricos en cuanto a actividad y logros científicos. En los países centrales se producen los paradigmas en el sentido de Kuhn. Para este pensador hay dos tipos de ciencia, la de todos los días, o ciencia normal, y la revolucionaria (Thomas Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions). Cuando esta última surge, se establece un nuevo paradigma, se abandonan ideas anteriores, aparece un nuevo modelo, discontinuo con el anterior, y los científicos se concentran en sumar saberes de mayor o menor importancia relacionados con este cambio revolucionario. Esto implica utilizar nuevas maneras de pensar y hacer y nuevas técnicas y expandir el conocimiento, siempre dentro de este paradigma, hasta que se agote y surja otro nuevo. Es muy excepcional que se dé una revolución científica en alguna disciplina en países periféricos a la ciencia. En estos, el nuestro incluido, se practica la ciencia normal, es decir, se trabaja en el paradigma, cuyo núcleo se sitúa geográficamente en los países de ciencia central donde se produjo esta revolución.
CIENCIA GEOGRÁFICA
La ciencia de los países periféricos está generalmente muy ligada a factores locales, ecológicos, geográficos, culturales, lo que no es malo en sí mismo, pero determina una limitación, una reducción de los campos de pensamiento y acción y una dificultad para alcanzar valor universal. Sin embargo, como veremos luego, estudiar un área exótica para los países centrales brinda dos ventajas al investigador periférico. Primero, supone cierto monopolio al no ser tratado el tema en dichos países centrales, lo que facilita la competitividad internacional. Solo cuando ellos no abordan un área podemos competir. Segundo, es el tipo de actividad científica que desean apoyar gobiernos y políticos de países no centrales que administran el dinero. Porque, con su habitual cortedad de entendimiento y su interpretación populista o prebendarista del complejo proceso de producción de conocimientos, creen que el enfoque académico de temas inmediatos «de la sociedad», es decir, la aplicación de las ideas científicas, es lo único factible en países pobres. Craso error, responsable del atraso económico y cultural de estos pueblos marginales a la civilización occidental, que aborrecen, aunque desean desesperadamente ser parte de ella adoptando sin críticas sus características más superficiales, hedonistas y absolutamente prescindibles.
ARBORIZACIÓN DE LA CIENCIA
Esta relación entre la ciencia revolucionaria y la normal es la causa de la dependencia de los países no desarrollados. Nuestros científicos deben casi obligatoriamente utilizar conceptos, métodos y técnicas diseñados en el nuevo paradigma. Es el duro precio de la aceptación por la comunidad internacional. Esto previene otras revoluciones en estos países. Pero la realidad y la historia de la ciencia demuestran con numerosos ejemplos que no se pierde del todo la continuidad entre el conocimiento anterior y el nuevo. Existe como una arborización del conocimiento, de origen raigal y acumulativo, no solo en la ciencia sino en otras disciplinas culturales; se crean escuelas en torno a descubridores originales, que se convierten en mentores, e ideas centrales, que diseminan los discípulos, favoreciendo la aparición de nuevos descubrimientos y nuevos mentores, como lo demostró el profesor Randall Collins en The Sociology of Philosophies. Es más difícil implantar un conocimiento nuevo, las ramas, cuando no existen los fundamentos, la raíz. Esto genera aislamiento intelectual y aumenta la brecha de la investigación entre los países. Quienes no han establecido muchas raíces, es decir nuevos conocimientos fundamentales, mal pueden arborizar esos conocimientos, multiplicarlos y ser dueños de innumerables posibilidades nuevas. Por supuesto, hay excepciones y se han dado grandes descubrimientos en soledad, fenómenos de novo, no relacionados con la tradición, la historia ni la geografía, secuela de la genialidad, como fue el caso de Cajal.
LAS REVOLUCIONES CIENTÍFICA Y EDUCACIONAL
Puede uno preguntarse el origen de esta asimetría entre países. Las causas son históricas y culturales. La revolución científica, como se la entiende hoy, ocurrió en Europa entre los siglos XVI y XVIII, y fueron parte central de ella filósofos naturales y científicos teóricos y experimentales de Italia, Francia, Inglaterra y Alemania, como Galileo, Kepler, Copérnico, Newton, Descartes, Bacon, Boyle, Laplace o Darwin. La mayoría de estos científicos geniales fueron autodidactas y trabajaron en ambientes no universitarios. Aunque ya existía la universidad, era escolástica, más preocupada por determinar la validez de los misterios de la Trinidad o congeniar la visión aristotélica con los dogmas religiosos. Los trabajos de los científicos eran presentados en sociedades o academias de tipo gremial, similares a las artesanales de la época. Los programas de investigación eran autofinanciados, como los de Darwin, o intervenía algún mecenas, como en el caso de Galileo. La institucionalización de la actividad científica, coincidente con una revolución universitaria, ocurrió en Berlín hacia 1810. A partir de esta fecha el lugar preferido de la actividad científica fue la universidad. Todo profesor universitario era un investigador. Su admisión y promoción se relacionaban con su producción científica y no con la docencia. Se contagió esta idea a otros países de Europa, a Norteamérica, excepto México, y a Japón, que monopolizan hasta hoy la centralidad de la ciencia. Ni a España (solo recientemente se transformó su ciencia, hoy excelente) ni a Latinoamérica llegaron estas revoluciones. Nuestra cultura hispano-guaraní fue religiosa y mágica, de presupuestos epistémicos opuestos a los del pensamiento científico. Entonces, no es poca cosa el deseo de introducir una ciencia competitiva y universal en estos parajes donde no ocurrieron esas fundamentales transformaciones culturales. Por eso, el científico situado en esta geografía debe recurrir a estrategias para crear los ambientes propicios para la investigación, sorteando las normales dificultades que le opone esta sociedad sin historial científico.
LAS ESTRATEGIAS
Basándonos en nuestra experiencia y la de otros profesionales que han logrado en cierta manera producir ciencia original en Paraguay y otros países periféricos para la ciencia, indicaremos estrategias para la producción científica competitiva, que pueden servir de guía para jóvenes investigadores. Existen factores formativos y sociales que favorecen la actividad científica o cuya falta la dificulta, como: 1) Originalidad: tender a descubrir lo nuevo, no a repetir, 2) Independencia de criterio y espíritu crítico, 3) Iniciar un programa de investigación en cualquier espacio, la universidad, un organismo, estatal o privado, un garaje, 4) Adquirir un conocimiento y una experiencia general disciplinaria y luego identificar un área y focalizar allí los estudios con rigor, sin salir de ella, 5) Resucitar enfoques o disciplinas extintos con nuevos métodos y bajo costo, 6) Respetar y usar tradiciones locales o estudios previos en el país, 7) Crear ambientes académicos favorables a la investigación y grupos de estudio de alumnos y profesionales motivados para investigar, 8) Iniciar el proceso de investigación con estudios observacionales descriptivos de bajo costo, 9) Generar pautas de autofinanciación mediante trabajo profesional o de financiación externa internacional, 10) Pensar en profundidad: teorizar sobre la práctica y utilizar una visión de proceso como componente de la realidad científica, mediante la observación, la imaginación y el pensamiento causal, 11) Internacionalizar el quehacer; en lugar de un gasto imposible en laboratorios o infraestructura, utilizar colaborativamente técnicas sofisticadas en laboratorios del extranjero, culminar trabajos en publicaciones internacionales o tomar parte en colaboraciones internacionales, 12) Construir una imagen nacional e internacional.
En los próximos artículos iremos explicando en detalle cada una de estas características, que han demostrado ser útiles para la iniciación de programas de investigación universal desde el Paraguay.
Instituto de Patología e Investigación