Entropía negativa o parasitismo (positivo) serresiano en la literatura

Hay que retocar los postulados de la vanguardia: sí, el pasado está superado, pero no lo destruimos en el sentido literal de la iconoclastia, sino que lo metabolizamos como parásitos, como artistas de la entropía, escribe el poeta Cristino Bogado.

M. C. Escher, "Drawing Hands", 1948
M. C. Escher, "Drawing Hands", 1948

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Si la vida, como afirma la termodinámica, no es más que una perpetua variación de energía, entonces va pasando de lo menos improbable a lo más probable, del calor al frío, del ser a la nada… Esto es elemental, ¡de escuela paraguaya de Franco!

La literatura no sería, dentro de este esquema básico, más que el arte de la distribución de esta energía.

Si los microorganismos llamados «parásitos» (pues su alimento lo encuentran en otro) hacen, de lo que está descomponiéndose, vida, belleza, alimento, nutrición, como la levadura para el pan, y otros para la cerveza y el vino («Determinados hongos se hallan de manera natural en las frutas, como Sacharomyces ellipsoideus, en la superficie de la uva y responsable de la fermentación alcohólica durante la elaboración de vino. La producción de cerveza sigue el mismo procedimiento mediante las levaduras Sacharomyces cerevisiae, que se añaden a la malta para llevar a cabo la fermentación y obtener así la cerveza»), entonces el escritor hace lo mismo, mutatis mutandis: su cúmulo en descomposición, la basura de la cual saca el arte, no es más que el patrimonio universal del arte del pasado. Parasita el pasado. Le inyecta, cada autor nuevo, su levadura natural para que fermente en una nueva obra para la humanidad. Su basura, de la cual saca belleza, es el pasado, es decir, ese patrimonio llamado: el Quijote, Shakespeare, la Biblia, Dante, Homero, los Upanishads, el Popol Vuh, etc.

Ya se vislumbra nuestra teoría literaria y aun artística. El artista como parásito trabaja sobre la basura, el legado en descomposición, para hacer bellezas… como el microorganismo hace el pan, la cerveza y el vino...

Hay que retocar los postulados de la vanguardia: sí, el pasado está superado, pero no lo quemamos ni lo trituramos en el sentido literal de la iconoclastia, sino que lo metabolizamos como parásitos, como artistas de la entropía, que hacen de ella entropía negativa, es decir vida, sin gastar nada… Hacer flores del mal, según la clásica expresión de Baudelaire.

Precisemos la noción prestada de «entropía negativa». Sí: Schopenhauer, Freud, tenían razón. En el siglo XIX, el siglo humoso de la Revolución Industrial, del trabajo y la explotación, lo único real era la entropía. El desgaste, la pérdida constante de energía. Las cosas, irreversible y cíclicamente, pasaban del ser a la nada… Todo navegaba en una dispersión de fragmentos fruto de una explosión originaria, del Big Bang fundante de nuestra existencia derelicta. Pero hete aquí que el famoso autor del gato de Schrödinger, en su libro Qué es la vida, descubre esta belleza conceptual que nos redime del darwiniano mundo de la destrucción y la matanza constantes: la entropía negativa. Es decir, hay un trabajo –a nivel biológico– sobre lo entropizado, que trabaja sobre lo gastado, reciclándolo. El artista que describimos pertenece, en un nivel suprabiológico ya, al orden de ese fenómeno, el del desentropizador natural; es un detenedor de entropía gracias a sus creaciones y obras. No amontona más basura sobre la basura, sino que refina la basura del capitalismo entrópico actual trabajando directamente sobre la materia en descomposición, saturada de entropía.

(Fuentes: Michel Serres, para el tema de los parásitos, y Erwin Schrödinger, para el tema de la entropía negativa o «neguentropía».)

*No poeta, no escritor, desentropizador.

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