Entre el cielo y el infierno

Estos días estuvieron llenos de acontecimientos significativos para las artes escénicas, y además de significativos, muy diversos, desde lo que más compra el mercado hasta lo más comprometido con la sociedad.

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CERCA DEL CIELO

Compositor y productor de cientos de hits con cuatro Grammys en su haber, Kike Santander representa el modelo de éxito del músico comercial. Luis Miguel, Alejandro Fernández, Gloria Estefan y Cristian Castro son algunas de las estrellas que han hecho célebres sus canciones. En Paraguay, compartió su experiencia en estrategias de inserción en la industria musical y en temas generales de composición, derechos autorales, relaciones entre el desarrollo de la música y la dinámica de las redes sociales, etcétera, con miembros y amigos de la asociación Música en Acción. La tecnología musical está al alcance de cualquiera. Entonces, ¿un músico puede ofrecer al público un producto mejor que el de otro? Sí, su creatividad. Es lo que aseguró «San-Tander». Encontrarse con él fue como estar cerca del cielo.

DESCENDIENDO A LOS INFIERNOS

Alegorías al modo del infierno dantesco de la Divina Comedia o de la Commedia dell’Arte, surrealismo felinesco y realismo mágico latinoamericano, cultura viva comunitaria, instalaciones visuales, tragafuegos, títeres, folclore, rock en vivo, zancos, malabares, máscaras se conjugaron en «Y descendió a los infiernos», performance experimental de teatro rock concebida y dirigida por el escritor Moncho Azuaga a partir de su libro Celda 12 y representada el lunes 2 y el martes 3 de febrero en el Parque Carlos Antonio López como un tributo a los héroes de la lucha por la democracia.

Muerto, el General llegó al infierno. Allí encabezó una peregrinación de penitentes sojuzgados por diablos cancerberos. Fueron visitadas diversas estaciones que rememoraron el terror dictatorial con humor inteligente. Y en la elevada explanada central, conmovido y furioso, Dios presidió el juicio final.

MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL

Entre los polos comercial y social, el jueves 19 irrumpió el concierto de música erudita de los guitarristas José Carlos Cabrera y Tatiana Stanichevsky (en la foto) como uno de los espectáculos del ya tradicional «Ciclo de Verano» con el que llena muchas veladas desde comienzos de enero hasta finales de marzo el Teatro Municipal.

Maestro es aquel de quien se aprende. Estos chicos, de, respectivamente, veinticinco y veintitrés años, aprendieron de Mangoré a amar a Latinoamérica, y ofrecieron al auditorio un recorrido virtual por este continente a través de sus interpretaciones. Ellos están convencidos de que la disciplina es el puente que se puede tender entre los sueños y los logros para cruzar al otro lado. Y se lucieron ante el público del Municipal, entre el cual se encontraban presentes monstruos de la música como la pianista Valentina Díaz-Frenot y el director de orquesta y compositor Diego Sánchez Haase.

STANICHEVSKY

Tatiana demostró fluidez en los fraseos y en la combinación de planos sonoros y colores de las armonías modernas, particularmente en las obras «Terruño», del argentino Quique Sinesi, y «Pasaje Abierto», del costarriqueño Edín Solís, creando climas a veces intensos, a veces angelicales. Con melodías en las cuerdas graves, el «Preludio Número 1» del brasileño Heitor Villalobos fue sutilmente interpretado por la joven dama, imitando la sonoridad del violonchelo con largos glissandi y vibratos intensos, como el compositor lo imaginó, y asombró con la fuerza rítmica de las polcas paraguayas de Felipe Sosa y de Agustín Barrios, «Mangoré».

CABRERA

José Carlos se impuso por su madurez y su dominio técnico del instrumento. Emocionó con los rubatos sutiles del «Caazapá» de Mangoré. Trajo la plenitud romántica de Mangoré en la sonatina «A mi madre», de magistrales armonía y contrapunto, con giros melódicos apasionados y secuencias que nos recuerdan a Chopin.

Con el vals «Florinda», del paraguayo Báez Allende, disfrutamos la pureza sonora de los glissandi, adornos, dinámicas y colores románticos. La «Sonata III», del mexicano Ponce, en tres movimientos, rica en recursos musicales y técnicos, permitió al guitarrista demostrar su ductilidad a través de caracteres contrastantes en los distintos temas de la obra, con partes solemnes, melancólicas y picarescas. La interpretación culminó con un aire español. Aquí, brillaron las escalas veloces, los trémolos, los trinos, los sonidos armónicos, los rasguidos, en forma de Rondó.

En «Variaciones sobre un tema paraguayo», de Diego Sánchez Haase, el tema sometido a seis variaciones es «Campamento Cerro León» (Cerro León, hoy tema de candentes debates públicos). La obra planteó interesantes desafíos que el guitarrista superó con éxito: recursos percusivos como golpear el puente, las cuerdas y la caja de la guitarra, y técnicas cómo el trémolo, los rasguidos, los glissandi, los ruidos de cuerda, los chasquidos.

ENSAMBLE CABRERA-STANICHEVSKY

El común denominador de estos guitarristas es el sonido preciso, limpio y cristalino que logran. Algo que solo es posible con un buen entrenamiento muscular, con un elevado desarrollo de la digitación, con la aplicación de la presión justa sobre el diapasón. Así, cada nota suena llena, embellecida con la completitud de sus armónicos. Y son imperceptibles los ruidos producidos por el desplazamiento de los dedos en la generación del glissando.

En su debut como dúo, el ensamble Cabrera- Stanichevsky sonó afiatado y pulcro. Ello no pasó inadvertido para el público, que lo ovacionó, especialmente en la interpretación de la poco conocida versión a dos guitarras de la muy conocida «Danza Paraguaya», de Mangoré.

mendezmazo@gmail.com

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