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Los jesuitas llegaron al territorio paraguayo en 1587. Sedujeron a los nativos con la música más que con la cruz y la historia de Jesús, posiblemente. Y la compañía se hizo poderosa en la Provincia Jesuítica del Paraguay, tan poderosa que el propio Carlos III vio amenazada su autoridad. Entonces, el monarca ordenó su expulsión en 1767.
Los jesuitas crearon y difundieron obras musicales maravillosas durante su dominación de dos siglos, cuando en Europa resplandecía el barroco, desde el 1600 hasta la muerte, en 1750, de Bach, el representante más reconocido de ese estilo.
Zipoli trajo el barroco y Pavetti lo devuelve enriquecido a Europa
El ítalo-español Domenico Zipoli (1688-1726), el músico más talentoso de las misiones jesuíticas, comenzó el noviciado en 1716 en Sevilla y luego ingresó a la Provincia Jesuítica del Paraguay. En 1717, en Córdoba (Argentina), completó sus estudios para ser ordenado sacerdote, ceremonia que nunca se llevó a cabo porque la sede obispal estaba vacante. El maestro, que se hizo eterno a los 37 años, pasó a la historia como el gran introductor del barroco en el Paraguay y el principal promotor del barroco guaraní.
Tres siglos después, otro joven maestro, Stefano Pavetti Serratti (33), hace historia retribuyendo el gesto de Zipoli: devuelve el barroco a su Europa natal, pero enriquecido con la cultura guaraní. Lo hace como investigador del barroco misional y miembro de Ava Ñembopu, la novel agrupación de música antigua que integra como organista y clavecinista con tres compatriotas que –como él– se perfeccionan en prestigiosas instituciones europeas, y un italiano que vivió en Paraguay. Ellos son: Sariah Miño (30), del Real Conservatorio de Música de Madrid (viola da gamba, violonchelo barroco); Regina Yugovich (33), del Conservatorio Giusseppe Verdi de Milán (violín barroco); Jessica Bogado Corvalán (30), de la Escuela Superior de Canto de Madrid (soprano); y Francesco Cama (52), del Real Conservatorio de Música de Madrid (traversiere barroco).
Pavetti, que obtuvo su maestría en dirección de orquesta en el Conservatorio Giusseppe Verdi de Milán el año pasado y este año defenderá su tesis para aspirar al título de master en órgano y clavecín en esa misma casa de altos estudios, explica que «la expresión guaraní Ava Ñembopu refiere la sonoridad genérica de aquel tiempo, como los sonidos del idioma». El repertorio de Ava Ñembopu está integrado por un cinco por ciento de barroco europeo y un noventa y cinco por ciento de barroco guaraní. A mediados de enero, la agrupación inició su primera gira, por España y Bélgica, y realizará otra este 2019, presentándose en escenarios de Bruselas, Madrid, Londres, y otras ciudades.
El barroco guaraní
La musicología confirma que, además de Zipoli, hubo excelentes creadores e intérpretes entre los nativos. Muchos transformaron el barroco europeo, adaptándolo a los recursos técnicos y humanos disponibles y a los usos y las costumbres locales, dando lugar al barroco guaraní. «Casi se podría decir que (los nativos) son cantores por naturaleza, como los pájaros», sostiene en su Historia del Paraguay (1756) el padre Chartevoix, citado por Pavetti. Y el jesuita Sepp afirma que «son por naturaleza como hechos para la música (los nativos), aprenden a tocar con sorprendente facilidad y destreza toda clase de instrumentos, y eso en muy poco tiempo».
El estrellado, una de las sonatas sueltas editadas por el maestro Luis Szarán, originalmente fue publicada por Zipoli en Roma, en un libro de sonatas para clave de 1716. El propio Zipoli publicó después la misma sonata, pero en una versión facilitada para las Misiones. Recientemente, en Bélgica, Pavetti interpretó esas dos versiones, la original y la misional. Otras obras que forman parte del repertorio de Ava Ñembopu todavía no han sido grabadas, y algunas fueron estrenadas en el mayor Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana, realizado periódicamente en Chiquitos (Santa Cruz, Bolivia), bajo la dirección del reverendo padre Piotr Narrow.
Entre las reconstrucciones estrenadas por la agrupación musical están las realizadas por la paraguaya Ana Villamayor (31), con estudios de musicología en La Sorbona de París, ciudad donde reside. Puede verse y oírse la interpretación de un Canto guaraní a cargo de Ava Ñembopu a través del link: https://www.youtube.com/watch?v=Nr84KyTSXJk
Los futuros promotores del barroco guaraní
El barroco se caracteriza por la claridad y la sencillez, la polarización de las voces extremas (aguda y grave), la relevancia del bajo continuo, la progresión de acordes funcionales y la improvisación. El barroco guaraní deja un espacio más limitado a la improvisación, habida cuenta del desarrollo técnico local más acotado de las habilidades en el manejo de dicho recurso.
Las destrezas barrocas gravitan sustantivamente en la solvencia del músico, y son imprescindibles para lograr un nivel artístico digno de las orquestas profesionales. Sin embargo, Paraguay no enseña el estilo barroco a sus músicos. Este déficit tiene razones históricas. En el ocaso del siglo XIX y los albores del XX, cuando llegaban los primeros maestros europeos, estaba en auge la música romántica (1820-1910), cuyo principal exponente es Beethoven (1770-1827).
En el romanticismo abundan contratiempos y síncopas, ritardandos, cromatismo, cambios de dinámica y cuerdas que «lloran». Estos recursos buscan la expresividad y estimulan las emociones y la diversidad de estados de ánimo en el oyente. Eso lo sabían los maestros europeos, y eso enseñaron a sus discípulos paraguayos, que terminaron interpretando incorrectamente –también al modo romántico– todos los demás estilos, incluido el barroco.
Pavetti –igual que muchos de nosotros, los músicos paraguayos– anhela que la institución de enseñanza musical de la que es profesor titular, el Conservatorio Nacional de Música (CoNaMú), instaure el análisis musical de obras barrocas. Es más, el Estado nacional debería asumir como política educativa la incorporación oficial del barroco en los programas de estudio de todos conservatorios. Debería hacerlo a través de la Dirección General de Educación en el Arte (DGEA) del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), creada por Decreto 8564/ 2012 con la misión de «ejercer la rectoría pedagógica de la educación artística». A quien firma este artículo le cupo el honor de proyectar y dirigir ese órgano oficial.
La Ley 5749/2018 que establece la Carta Orgánica del MEC, resta competencia a la DGEA sobre las instituciones de educación superior y el CoNaMú. Así elimina la posibilidad de que el MEC –a través de la DGEA– preste asistencia técnica a esas instituciones tan gravitantes en la formación de artistas. Si Paraguay aborda rigurosamente la formación barroca –y, dicho sea de paso, en música contemporánea también– el país dará un salto cualitativo en el universo cultural. Entonces, los paraguayos podremos investigar mucho más, difundir y explotar el barroco guaraní.
La inclusión en orquestas y conciertos
El próximo 4 de abril, Pavetti dirigirá la OSCA en un concierto con obras de compositores como Beethoven, Joaquín Rodrigo (1901-1999) y Ruggero Lencavallo (1857-1919), cuyo centenario de partida a la eternidad se cumple este 2019. Estos músicos tienen en común la discapacidad, sordera en el primer caso y ceguera en los otros dos. Con el programa de este concierto, Pavetti rendirá homenaje a esos maestros y a la inclusión. Igual que esos genios universales, nuestro compatriota lidió con la discapacidad (visión disminuida) para abrirse camino en la música.
«Con el Lic. Giulio Andreotti presenté a la Secretaria Nacional por los Derechos Humanos de las Personas con Discapacidad (Senadis) un proyecto de orquesta escuela inclusiva, para dar oportunidad de desarrollo de habilidades y trabajo a la discapacidad», con orgullo y fe comparte Pavetti. Se abrirán pues, nuevas perspectivas para talentos como las violinistas Lucrecia Taglioretti o María Paz Vaesken. Maestro es de quien se aprende. ¡Gracias por tu ejemplo de talento, tesón y generosidad, maestro Pavetti!
mendezmazo@gmail.com