El tesoro del Mariscal, de Osvaldo Bergonzi

¿Quién puede dudar del pasado trágico de nuestro Paraguay? ¿Puede acaso pensarse por un momento, en un plano de realismo mágico, lo que hubiésemos sido como país sin el azote tremendo de esa injustificada e injustificable guerra grande? Todo el río de tintas corrido en los países que fueron protagonistas, en los que tratan algunos de justificarla y otros, con mayor coraje de criticar un pasado vergonzoso, nunca serán suficientes para explicar lo que un autor llamó el “¡genocidio americano!”

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Paraguay, enclavado en el corazón de América, enriquecido por gobiernos austeros, con el trabajo tesonero de sus hijos, con la visión de “europeizarlo” al estilo orteguiano, cuando hablaba este filosofo español de la europeización de España, sufrió sin atenuantes una derrota física, pero al mismo tiempo se enriqueció con una victoria moral que hizo de la reconstrucción de la patria un milagro forjado también en la fragua del esfuerzo cotidiano de quienes comprendieron que la patria estaba viva. Palpitante, herida, pero vital, capaz de emprender de nuevo las duras jornadas en pos de un futuro de ventura y paz Pero esa guerra, terrible guerra, como todas, tiene anécdotas, pasajes increíbles que fueron vividas en múltiples ocasiones, y también muchas leyendas que en su derredor se han tejido.

Una de ellas, cuya vigencia dura hasta hoy, es la historia de los tesoros, llamados entierros. Y permítanme una pequeña digresión. Esta expresión es un paraguayismo. Es en el único país en el que dicha palabra tiene la connotación de un tesoro enterrado, ya que en otros se lo usa el acto de depositar en la tumba un cadáver.

Pero volviendo a los tesoros, o entierros, ¿quién de nosotros no conoce cierta historia en la que con voz baja algunos amigos se acercaron alguna vez a contarnos la existencia de uno de ellos, en lugares públicos o privados, y nos invitaron a participar de la aventura de encontrarlo?

Pues bien, Bergonzi, un intelectual inquieto, que hasta ahora nos había presentado libros testimoniales, o biografías históricas o hechos de la historia real, con indudable manejo de dichos temas, sucumbe también ahora en la tentación de incursionar el resbaladizo territorio de los tesoros, pero lo hace desde una perspectiva doble: por un lado, hechos reales que acontecieron durante la guerra y la otra, la novela en la que respetando los lugares, y personas, sin embargo hace volar su imaginación y nos presenta la vida de uno de los valores olvidados de nuestro rico pasado que tuvo nada más y nada menos que la misión de custodiar el tesoro de la República del Paraguay: Juan Bautista del Valle.

Porque, y lo hemos dicho ya alguna vez, la categoría de novela histórica o historia novelada tiene como característica principal, no la distorsión de la realidad o la tergiversación de los personajes históricos, o los sucesos, sino más bien, agregar como fruto de su imaginación hechos, conversaciones o pensamientos de los actores y que, si bien, no han trascendido en forma documental pueden aventurarse como una aproximación sana a lo realmente ocurrido. En estos casos el autor imagina y reconstruye el momento histórico -se hace una idea de lo ocurrido desde el punto de vista de los que vivieron la época, para meterse como protagonista de la novela. Pero para ello es necesario conocer la historia.

Y Bergonzi la conoce y muy bien. No mistifica ni cambia los hechos y lugares. Nos relata cómo Don Carlos enviaba a Europa jóvenes a estudiar, formarse, para volver luego a nuestra tierra con sus conocimientos para servirla avalados con su formación adquirida en el lugar, donde sin dudas, pasaba todo acontecimiento cultural de esa época.

Nos relata con pluma ágil y entretenida, el viaje de cuatro de esos paraguayos que emprenden la aventura de estudiar en el viejo continente. Cándido Bareiro, Gregorio Benítez y Juan Carlos del Valle van a Francia, y Juan Crisóstomo Centurión a Londres. Imaginemos por un instante los momentos que se vivían en el viejo continente. Europa salía de uno de sus períodos más convulsionados. Napoleón había dejado una estela de situaciones que debieron ser resueltas en el Congreso de Viena, donde dos gigantes de la diplomacia, Talleyrand y Meternich se enfrentaron para proceder a la Reconstrucción de Europa, como lo llamó el italiano Gugliemo Ferrero.

Y Gran Bretaña, indudablemente la potencia marina más importante de Europa con su política de, incursionar y salir, de los grandes entuertos armados en el continente, siempre de acuerdo con sus intereses tan peculiares. Lo hacía con la menor cantidad de desgaste posible, y actuaba solamente cuando su interés nacional se encontraba comprometido.

Cándido Bareiro era el principal de la excursión a Europa. Manejaba el dinero que le había entregado el gobierno paraguayo y que debía aportar a los estudiantes para su mantenimiento. Y lo hacía con mucha avaricia. Indudablemente esa pléyade de brillantes jóvenes despertaba celos, explicables, en un alma mezquina como la suya, pero los muchachos se comunicaban entre ellos, y por supuesto Bergonzi nos relata los amoríos que tuvieron ellos en esas tierras, sobre todo los de Del Valle con una francesa, de la que nace un hijo, que luego asumirá un papel central en la novela. Esos encuentros entre los becarios eran furtivos, ya que Bareiro no debía enterarse que se encontraban. Pero es destacable como maneja Bergonzi los personajes de la época. Aparecen ellos incidentalmente, pero son de decisiva influencia en el devenir de la obra. Así pasa Juan Andrés Gelly y su decisiva amistad e influencia con el Mariscal.

De cómo aquél hombre ilustraba a López sobre los peligros que afrontaba la región y la necesidad de armar al Paraguay para defenderlo. A lo que Don Carlos se oponía tenazmente. Pasan también Candido Bareiro y Juan Crisóstomo Centurión, y muchos otros de gravitación en la historia patria. Y por supuesto el Mariscal López, figura por la que el autor siente una gran admiración plasmada ya en otros libros. Los diálogos entre el Mariscal y Elisa Lynch adquieren tintes dramáticos, descriptos con gran maestría, cuando aquél se da cuenta de la gravedad de la situación en que se encontraba el Paraguay, la traición de Urquiza y lo que parece ser la visión de la patria desangrada hasta el final.

Y se lamenta no haber hecho caso al maestro Gelly. Y se nota también el inmenso amor de Elisa Lynch, quien le aconseja y le da fuerzas para seguir bregando por la defensa de los intereses paraguayos. Aparece también en la obra el general Mc Mahon, el último representante de los Estados Unidos en Paraguay, a quien confía el Mariscal dinero para su familia. Este general que compartió con nuestro pueblo los últimos momentos de la guerra, en la obra, cumple con su palabra y resguarda los dineros que le confió el Mariscal para su familia.

Pero en la segunda parte del libro con la irrupción del hijo de Del Valle, inscripto en Francia como Delval, hijo que había nacido de su apasionada relación con una francesa, y que fuera criado por sus abuelos, en vista del viaje del padre al Paraguay, se inicia la búsqueda del tesoro. Y se lee cómo Del Valle custodió hasta el final el tesoro que le había confiado el Mariscal, aguantando las presiones que le puso el ejército del Brasil, escondiéndolo y hasta muere con su secreto.

Nos relata la obra también como Emilio Salgari, el que tanto alegró nuestras primeras lecturas, con los “Tigres de la Malasia”, Sandokán, el portugués Yáñez y otros personajes, se ocupa también del tesoro del Presidente del Paraguay y su escondite.

Del Valle había dejado a su hijo, en poder el abuelo francés, y a este, las claves para encontrar el tesoro. Emprende Delval el viaje al Paraguay acompañado de un amigo, para encontrarlo. Relata el libro como conoce a quien fuera el auxiliar de su padre, un ex combatiente, ya anciano, que lo acompaña en la aventura. Y los pasajes vividos en la inmensa jungla del Alto Paraná, hasta la Cordillera de Amambay, para llegar al término de la novela, que lo reservo para que los lectores se encuentren con el sorpresivo final.

Es pues esta una novela fantástica, en la que Bergonzi demuestra que no solamente puede escribir biografías o historias o sobre hechos dolorosos ocurridos en nuestro país. Maneja la temática con un conocimiento impresionante no solamente de los acontecimientos históricos ocurridos en Paraguay, sino que conoce la historia universal, en especial la de Europa, y nos pinta los ambientes europeos como si los estuviéramos viviendo. París, Londres, Versalles, los ambientes en los que se movieron los jóvenes becarios paraguayos, que aunque cortos de dinero por la avaricia de Bareiro, pudieron formarse en la Academia Diplomática francesa, donde sin dudas sobresalió Gregorio Benítez, de trascendental importancia para las relaciones de Paraguay con Francia. Y más tarde como Ministro de Relaciones Exteriores.

Y luego, la posguerra grande, con su secuela de hechos sangrientos que enlutaron la historia patria, con muertes de políticos importantes, incluso presidentes de la República, y la figura de los reconstructores, Caballero y Escobar ordenando la casa. Imagina los viajes desde la Argentina al Paraguay, a bordo del buque motor General Artigas, con la presencia de Carlos Casado, que venía a adquirir las tierras del Chaco, hecho que a veces es criticado, sin entenderse que esa venta fue la que otorgó al Paraguay la posesión sobre los territorios del Chaco que pretendía Bolivia y fue decisivo para el valor de los títulos paraguayos sobre esas tierras. En la tesis de Fulgencio R. Moreno de la defensa del Chaco, al uti possidetis de juris que invocaba Bolivia, le opuso el Paraguay el uti possidetis de facto.

Mucho más podría decir de hermosísimos y dramáticos pasajes del libro, que revelan un estilo de escribir ágil, movedizo si cabe la expresión, con una ligazón entre acontecimientos realmente sucedidos y aquellos que pudieran haber ocurrido, de los que no hay constancia, pero quedan de la mano del escritor. Pero tal vez la parte más interesante de la obra está en el epílogo, en el que el autor, además de resumir la vida de los personajes de la época, plantea una serie de interrogantes sobre los misterios que rodearon los dos años de la guerra del coronel del Valle, ascendido meteóricamente por el Mariscal, y cuidador de su tesoro. Cumplió sus instrucciones, secretas, no reveladas hasta ahora? ¿Por qué volvió al Paraguay? Mi interpretación, según el libro, es que era tan grande la pena que sufrió con la muerte de su amada en la lejana Francia, que solamente quería morir, por eso quizá también esa tenaz negativa a revelar el lugar del tesoro, prefiriendo la muerte a la que era amenazados por los vencedores.

Pero también rescato el párrafo de la pelea de Elisa con el Mariscal, sobre una paz negociada, magistralmente relatado por el autor, y sus interpretaciones de ese hecho. Y por supuesto su disquisición sobre el lugar donde fue enterrado o escondido el tesoro del Mariscal. Pero todo queda para la especulación, y hace que el libro tenga aún más sabor para el lector, que sacará también -estoy seguro- sus propias conclusiones. Estamos pues en presencia de un libro sumamente original, novedoso, que atrapa, que no puede dejar de leerse una vez que se lo inicia; lo que nos demuestra un Bergonzi imaginativo, creador, pero respetuoso de los acontecimientos de nuestra historia de la que tiene un impresionante conocimiento. Me congratulo con Osvaldo por este hermoso libro. Y que sea el inicio de otros de este jaez, que su pluma ágil, vivaz, descriptiva y de gran contenido pueda regalarnos. Las letras paraguayas, agradecidas.
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