El romance de Sara Benítez y José Asunción Flores y muchas cosas más (I)

Vamos a hablar del pasado, pero no vamos a hablar de historia. Amar el pasado no es ser conservador y tradicionalista, aunque pueda parecerlo. Y no obstante haya conservadores aferrados al ayer en cuanto ese antes supone un módulo para desentrañar el presente. Ese regreso retrospectivo no caracteriza al historiador de sensibilidad, al investigador que persigue hechos y reconstruye itinerarios morales, sino al comején que roe documentos en los archivos con la voracidad y la ceguera de los comejenes sin remedio. Amar el pasado, decía Ortega y Gasset, es congratularse de que efectivamente haya pasado, y de que las cosas, perdiendo esa rudeza con que al hallarse presentes arañan nuestros ojos, oídos y manos, asciendan a la vida más pura y esencial de la reminiscencia. Por esto es necesario dar de cuando en cuando una larga mirada hacia el camino del tiempo lejano.

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Ahora recordaremos a Sara Benítez. La de ayer (que no debe ser confundida con la de hoy, su homónima). La bailarina depurada, la cantante eximia, la que triunfó en Buenos Aires. La amiga de los grandes: Hérib Campos Cervera, Roa Bastos, Elvio Romero, Carlos Lara Bareiro, José Asunción Flores... La que paseó el nombre de la patria bajo lejanas estrellas y fue en todas partes aclamada como embajadora. Para que los jóvenes, las nuevas generaciones, la conozcan y sepan quién fue y qué hizo en su vida.

MAGNÍFICA CANTANTE

Charlamos una tarde de 1978, en Buenos Aires, cuando, tras avisarle que iríamos a visitarla para escuchar sus recuerdos de actriz, cantante y bailarina de los mejores días de la historia del teatro, la radio y el cancionero argentino-paraguayo, nos hizo pasar a su elegante departamento de la calle Las Heras, en el que nuestra tertulia se prolongó por más de dos horas.

El nombre, la figura y el arte de Sara Benítez, la magnífica cantante de folklore paraguayo, están íntimamente vinculados al afecto del público argentino. Se ganó el cariño de cientos de admiradores no solo por la calidad de sus interpretaciones sino también por su respeto del cancionero argentino. Su calificado repertorio se integraba por versiones de la modalidad argentina y su conformación de cancionista tuvo lugar en Buenos Aires:

–Yo me he criado en este país. Durante muchos años, apenas he vuelto al Paraguay de tanto en tanto, y solo tres veces a cantar. No quiere decir esto que haya perdido afecto por mi patria: al contrario, estar alejada de ella me parece que me dio más elementos para captar la nostalgia y poesía de sus canciones. Pero durante este alejamiento aprendí a querer a esta tierra como a la mía propia: aquí fui a la escuela primaria y realicé mis estudios de canto.

Y Sara nos relató sus tiempos de integrante del Coro Universitario, y sus aprendizajes junto al maestro Aquiles Lietti, del Teatro Colón, y el maestro Kubik, al lado del cual definió, según su característico sistema de enseñanza, su personalidad de intérprete.

EL TREMENDO PELIGRO

Con las virtudes acumuladas en esa paciente y esforzada labor de estudio, Sara se convirtió en la figura principal de la compañía de Angelita Vélez y accedió a los mejores espacios radiofónicos argentinos, en la Capital Federal y en el interior. El público no olvidó su nombre, que ha dado jerarquía al arte. Supo dar dignidad y sentido estético severo al canto.

Sara intentó también el teatro. En una temporada fugaz, pero memorable se reveló actriz de notables condiciones, singularizadas por una manera muy peculiar de decir y de actuar. En el Teatro Astral, con la certera dirección de Miguel Mileo, protagonizó La inocente, del dramaturgo francés H. R. Lenormand y dijo con firme autoridad el papel de Lisístrata. Y tuvo un exitoso programa de canto, baile y teatro en el viejo Canal 7, en el que dio trabajo a los actores paraguayos Carlos Gómez, Ernesto Báez y Alberto Lares.

Sentada en su sillón de pana, destacaba su estampa bella y poderosa. Era todavía joven, de ademanes fáciles, y en cada gesto revelaba el propósito de hacerse sentir, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda. El perfil sereno, los ojos vivaces bajo las alas suaves de las cejas, la piel atezada, la voz que se le encendía hasta destacar nítidamente la cara de su pensamiento no lograban persuadir acerca de la personalidad verdadera de Sara Benítez. No era la mujer artista que estábamos acostumbrados a ver en nuestro medio proclive al envaramiento y la egolatría. Sara Benítez era una auténtica mujer que se había despojado de su atuendo artístico para atendernos amigablemente.

La felicitamos por su generoso apoyo a la Casa Paraguaya para remodelar sus instalaciones. Sus puertas habían vuelto a abrirse para la colectividad guaraní. «Creo que todo lo que se haga por la Casa Paraguaya, por nuestra colectividad, es poco», nos dijo. «La era moderna es un desafío supremo a la luz de la inteligencia. Pero no podemos abandonarnos al desánimo. El porvenir depende de nuestra solidaridad y preocupación. Todo lo que suponga una inquietud espiritual o un hambre cultural, hallará en mí su más cálida defensora. Por eso, he apoyado decididamente realizar festivales a beneficio de nuestra casa».

La fisiología y los psicólogos saben que la salud de una función reside en la energía. Tener capacidad para una pasión –se ha dicho más de una vez– y no realizarla es mutilarse y limitarse. Sara Benítez supo sortear el tremendo peligro realizándose, nos atrevemos a afirmarlo, de manera total. En aquella entrevista de tiempo atrás nos lo explicaba:

–Llevo tres años seguidos actuando en Radio Belgrano. En esta temporada he actuado ya cuatro meses. La gira que me apresto a realizar significará un alejamiento de un par de meses, en los que procuraré incorporar a mi repertorio nuevas canciones argentinas y paraguayas.

La gira incluía su actuación, por primera vez en forma especial, en Asunción. La tierra natal volvió, pues, a oír a la estrella.

–Soy hermana de Fontao Meza, mi querido Rigoberto, poeta popular muy afamado en el Paraguay. De él me viene una temprana inquietud para recoger lo mejor de las canciones paraguayas: Ne rendape aju, India, Chirikoe, Che la reina y otras. Espero que esta gira me sirva para seguir la senda de belleza de la que siempre he procurado, y procuraré, no apartarme. Soy amiga de Carlos Lara Bareiro, de Roa Bastos, nuestro mayor escritor, de Elvio Romero, gran poeta; la colonia paraguaya me quiere, y de los argentinos ni hablar. Ah… somos muy amigas con Nelly Prono, actriz excelente que pone muy alto el nombre del Paraguay. Como lo puso en su momento nuestro querido actor, amigo, Jacinto Herrera. Hoy otro joven y talentoso actor paraguayo, Arnaldo André, brilla en las marquesinas de los teatros de Buenos Aires, al lado de una señora del cine, Mirtha Legrand. Otro joven que dará mucho que hablar, y ya está dando, es el músico Luis Szarán, que vino al Teatro Colón a perfeccionarse y a quien ayudé en su momento con consejos y orientaciones. Son muchos los paraguayos y las paraguayas que vienen a estudiar aquí; algunos se están ubicando y otros empiezan a triunfar en esta Meca, en este París, de las artes y las letras.

–¿Muchos viajes?

Ella soltó una risa de buena salud y su respuesta fue inmediata:

–Siempre he viajado. Y no como una valija. He viajado con avidez de conocer, de aprender. No hay sitio de París que no visitáramos con mi entonces marido Roberto Rosales, director artístico de Canal 7. Desde el Louvre hasta el Hotel de los Inválidos. Desde el Trianón hasta los suburbios llenos de sorpresas. Ni lugar en España que no conociera con fiebre. Nunca me faltó un libro, nunca una impresión que recoger.

Una inquietud espiritual peculiar otorgaba una fuerza especialísima al arte de Sara Benítez, garantizando su permanencia en el afecto unánime y el triunfo, tan esperado por ella, ante el público paraguayo que, a la distancia, la había hecho también una de sus estrellas predilectas.

(Continuará el próximo domingo)

armandoralmadaroche@yahoo.com.ar

(Desde Buenos Aires, especial para ABC Color)

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