El retorno de "a Babosa"

L novela que refleja la idiosincrasia de la gente que vivía en el interior del Paraguay, es “La babosa” - recientemente reeditada por Criterio Ediciones - del escritor compatriota Gabriel Casaccia. Basta un ejemplo, ubicado en un tiempo no lejano del siglo que nos apresura: por muchos es sabido, al menos grosso modo, cómo se desenvolvían las relaciones, y en otros casos las amistades, entre las personas que ocupaban importantes cargos públicos dentro de un pueblo.

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Desde la publicación de esta exitosa novela de Gabriel Casaccia, en 1952, no ha pasado mucha transformación social dentro de la gente que puebla los lugares más alejados de Asunción; se puede decir que “La babosa” es una obra que refleja el estilo de vida de una época que ya fue, en cierta manera, pero que parpadea todavía, como la lumbre de una vela, en las costumbres pueblerinas.

Sus actitudes extremas

Por tratarse de una novela, los personajes toman actitudes extremas, algunas veces. Y hablando de actitudes, viene al caso el carácter iracundo del cura párroco de la iglesia de Areguá, el padre Rosales, que encontraba en cualquier distracción de los concurrentes a la misa, un motivo para una enérgica sanción de carácter religioso.

Estas y otras excentricidades con que pintaba el escritor a sus personajes, respondían a su necesidad de dar a la novela el sentido de las costumbres de un pueblo (donde todos conocen a todos) con un estilo -felizmente- ocurrente, extraído de una realidad sobredimensionada.
Y bien que el resultado fue exitoso, pues con cuánta evidencia se presenta ante nuestros ojos aquella miserable figura de Ramón Fleitas, oriundo de Itacurubí de la Cordillera, poeta de formación literaria mediocre, que hace culpable del intento frustrado de su primera novela, al “destino fatídico”. Para cubrir su ineptitud, levanta el dedo acusador contra su esposa, su suegro tacaño y, por supuesto, Areguá. Ramón Fleitas es el típico personaje que todo lo teoriza, todo lo lleva a los planes de un futuro mediato, mientras dedica el paso holgazán de sus días al consumo de la caña en cualquier despensa de un pueblo.

La “babosa” del pueblo

Con cuánta evidencia pasa también frente a nuestros ojos, clavándonos de paso, un alfiler ennegrecido en la conciencia, el “sentido cristiano” de doña Ángela, protagonista de la novela. Doña Ángela, o la babosa, como dio en llamarla el padre Rosales, por encontrarla viciada por su lengua viperina, es la “cristiana” que encuentra en la figura de Dios la motivación para maldecir a las personas que, según lo que le dicta su ocurrencia, pecan.
El rigor religioso, que disfraza la crueldad de su alma, no se detiene ante nada; antes bien, se deleita frente a las desgracias de algunos personajes de la novela; considera, erigiéndose en jueza itinerante, que tales desgracias son el justo castigo de un Dios que se impacienta con un pueblo tan pecaminoso, tan embarrado y tan cochino, según sus conclusiones.

Los jerarcas de Areguá

Y están los otros personajes que Casaccia delinea con pluma calificada. Se mueven dentro de las páginas del libro el ambiente anímico y psicológico, así como el ambiente físico.
Por ejemplo, el escritor nos habla de un dormitorio rústico, donde se vuelven poco menos que “osamenta”, en los roperos, las prendas de vestir de la hermana de Ángela, doña Rosalba. Y se siente, cómo no, el calor así como el polvo (escasamente llueve en el pueblo) que nos lleva -imaginariamente- a otro sitio, Comala, donde deambulan los seres fantasmales de Juan Rulfo, autor de “Pedro Páramo” y “El llano en llamas”.

Las figuras de los jerarcas de Areguá, repartidas en las personas del comisario, el juez de paz, y hasta el cura párroco, encarnan el carácter “letrado” que siempre ha caracterizado a las autoridades del Paraguay. ¿No es acaso, que en amigable camaradería, quienes están en las funciones públicas, se cubren sus pecados, o mejor aún, se alían para delinquir impunemente?

El autor de “La llaga” y “Los exiliados” ha tomado el espíritu de un pueblo para volcarlo en una novela que quienes ya la leyeron deberían, creo yo, releerla, para deleite propio. En cuanto a los estudiantes de los colegios, aprovechando que el precio del libro es accesible al bolsillo, tendrían que adquirirlo, para su beneficio cultural. No creo equivocarme tanto si pienso que “La babosa” es la novela que todo estudiante paraguayo debe leer.

Breve reseña biográfica del autor

Nació en Asunción en 1907 y murió en Buenos Aires en 1980.

Cuentista, novelista, dramaturgo y periodista. Considerado el fundador de la narrativa paraguaya contemporánea, Casaccia vivió la mayor parte de su vida en la Argentina, donde también escribió y publicó casi todas sus obras y donde falleció en noviembre de 1980.

El total de su producción literaria consta de diez títulos que incluyen siete novelas, dos colecciones de cuentos: “El Guajhú” (1938) y “El pozo” (1947) y una obra de teatro en un lapso de cincuenta años.
En 1930 apareció “Hombres, mujeres y fantoches”, su primera novela; luego “Mario Pereda” (1940), su segunda novela, y en 1980, pocos días antes de su muerte, terminó el manuscrito “Los Huerta” (novela publicada póstumamente en 1981) su último libro.

Sus obras más importantes son tres novelas: “La Babosa” (1952), “La Llaga” (1963) y “Los exiliados” (1966), dos de las cuales (“La llaga” y “Los exiliados”) han sido premiadas en concursos internacionales. Su única obra no publicada en Buenos Aires, “Los herederos”, apareció en España en 1975.
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