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En la mayoría de los países de la América hispana el palacio presidencial se encuentra en el corazón del centro histórico de la ciudad capital. En Paraguay, el Palacio de los López, originalmente concebido para ser el Palacio de Francisco Solano López, la fastuosa residencia privada del ministro de Guerra y Marina del gobierno de su propio padre, Carlos Antonio López, nunca llegó a cumplir esa función. Saqueado su mobiliario estilo segundo imperio, se convirtió en cuartel general de las tropas de ocupación, y terminó después como un edificio abandonado, al igual que el oratorio privado de los López, el inconcluso Teatro de los López –hoy convertido en sede de la Secretaría de Tributación, como en una puesta en escena surrealista–, concebido según el modelo del Alla Scala de Milán, y muchos otros.
El diseño original del Palacio de los López, según las arquitectas urbanistas Beatriz Chase y Mabel Causarano, se debe al arquitecto italiano Alejandro Ravizza, llegado a Paraguay en 1854, y las tareas de ingeniería, construcción y terminación estuvieron a cargo del británico Alonso Taylor, también llegado al país, como Ravizza y muchos otros profesionales extranjeros, durante el gobierno de Carlos Antonio López. Una versión no corroborada afirma, sin embargo, que fue el propio Francisco Solano López quien trajo los diseños de su viaje europeo.
Iniciada la recuperación económica del devastado Paraguay con las ventas de tierras públicas y yerbales estatales de 1883 y 1885, hubo suficiente presupuesto para restaurar el edificio, dañado durante la guerra y abandonado después, y pronto se le encontró una función con la muestra nacional por el cuarto centenario del viaje de Colón, en 1892. Poco después, con la llegada a la presidencia de la República del general Juan Bautista Egusquiza (1894) y como muestra de la recuperación nacional, el despacho presidencial y los de todos los ministros del Ejecutivo se mudaron al desde ese momento denominado Palacio de Gobierno. En esos días, los presidentes seguían residiendo en sus domicilios privados, y más de uno iba a su despacho caminando, con la sola compañía del edecán militar.
Las fotos de aquella época muestran el Palacio rodeado de un sólido enrejado, que el presidente Schaerer, curiosamente, eliminó. De haber seguido en pie, aquellas fuertes rejas quizá podrían haber evitado la tragedia en la que terminaron las protestas estudiantiles del 23 de octubre de 1931.
Eran épocas de una mal entendida «modernización», que en Paraguay duró más de medio siglo y que se llevó, víctimas de la piqueta, entre otros inmuebles, la Casa de los Gobernadores, el histórico edificio del Club Nacional y, una cuadra más arriba, el Banco Mercantil. Así como, media cuadra más abajo, la residencia colonial más representativa, visitada a diario por turistas extranjeros, la casa de la familia Escobar Abente, que albergaba la imagen de la Patrona de Asunción.
En un país conocido por sus frecuentes revueltas políticas, el Palacio de Gobierno, sorprendentemente, casi siempre salió ileso de las balaceras y los bombardeos, que en 1902 llegaron hasta la sala del Congreso Nacional y culminaron con la muerte del senador Facundo Ynsfrán, candidato a presidente de la Asociación Nacional Republicana, y que en 1908 casi derrumbaron el Edificio de la Policía. Corroborando el hecho de que el Palacio es simplemente un símbolo burocrático. Incluso el bombardeo desde la Bahía, en la Noche de la Candelaria, en 1989, que destruyó parcialmente edificios cercanos, lo dejó intacto.
El Palacio fue sede de muchos acontecimientos sociales, como la visita del presidente Getulio Vargas en la década de 1940, la visita del duque de Edimburgo en 1962, la visita del príncipe Bernardo de Holanda y, ya en democracia, la visita de los reyes de España en 1992, en conmemoración del quinto centenario del viaje de Colón.
También fue sede de honras fúnebres, como las de su propietario original, Francisco Solano López, en 1936, antes de pasar sus restos al Panteón de los Héroes, inaugurado por el coronel Rafael Franco, y, cuatro años después, las del otro Mariscal, Estigarribia, fallecido en un accidente aéreo. Entre otras funciones, el Palacio cumplió así la de salón velatorio de héroes y guerreros.
Naturalmente, el eje de la política paraguaya no podía estar ausente de espacios simbólicos de esta naturaleza, y fue desde el balcón de este Palacio que el «Presidente de la Victoria», el doctor Eusebio Ayala, anunció a una multitud exultante el armisticio que ponía fin a la Guerra del Chaco.
El Palacio ha dejado registros singulares en la memoria colectiva, como la impronta de lo ocurrido en 1989, cuando los históricos adoquines que adornaban su frente fueron sumariamente recubiertos con una capa asfáltica para facilitar el desfile de la Caballería. Curiosamente, el general Lino Oviedo, antes de ser pasado a retiro por el primer presidente civil colorado en culminar su mandato, el ingeniero Juan Carlos Wasmosy, solicitó dirigirse a sus seguidores desde el balcón, solicitud que no tuvo eco.
El edificio ha sido refaccionado en varias ocasiones. Recientemente, con técnicos de la Cooperación Española, pues su estructura de madera siempre está expuesta en climas tropicales, y los estudios estructurales han demostrado que no siempre puede soportar la cantidad de gente que asiste a los actos protocolares.
Como se ve, el Palacio de los López ha ido reflejando, con el paso de los años, las peripecias del devenir político, económico y social del país. Y últimamente ha recuperado su fisonomía desde la bahía con la incorporación de la franja costera, que da relieve al monumento; posiblemente, la tarjeta postal más difundida de la ciudad de Asunción.
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