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En su libro Mitos y leyendas guaraníes (Asunción, Editorial Manuel Ortiz Guerrero, Patronato de Leprosos del Paraguay, 2003, 177 pp.), Girala Yampey define el «paje» como un «sortilegio, embrujo o manipulación mágica utilizada para realizar diversos conjuros o exorcismos, en procura de conseguir los favores de la persona amada o para hacer algún daño a quien se desea perjudicar».
«Por medio del payé», prosigue a reglón seguido Girala Yampey, «se hace el bien o el mal. Entendemos que prevalecen los que son bien intencionados, sobre todo los destinados a lograr éxitos amorosos. Hay sortilegios que llevan malas intenciones. Se urden para transmitir pesadumbres, enfermedades y los peores padecimientos, contra alguien aborrecido para que sufra los efectos perjudiciales del hechizo».
«Los reservados y furtivos actos esotéricos para la ejecución del payé», añade, varios párrafos más adelante, en el mismo libro, este autor, «tienen variadas modalidades. Generalmente se confeccionan fetiches, se preparan brebajes, envoltorios diversos, indicaciones de conductas o acciones para ayudar al éxito del embrujamiento» (G. Yampey, op. cit.).
La creencia en el «paje», palabra guaraní («El vocablo “payé” viene del guaraní “paje”, que tiene la misma pronunciación»: G. Yampey, op. cit.) que designa un hechizo efectuado con el claro propósito de lograr un determinado objetivo definido de antemano (objetivo que puede ser de las más diversas índoles, desde, por ejemplo, la erótica o sentimental, como conquistar el amor de una persona concreta, hasta la económica o lúdica, como tener suerte en el juego), pasando por toda clase de temas y variantes virtualmente infinitos, como evitar un peligro próximo, superar una enfermedad o, por el contrario, provocar una enfermedad penosa o incurable a un adversario, o causar la invalidez o la desgracia a una persona odiada, o incluso la muerte a un enemigo o un rival, etcétera, etcétera) es una de las más populares y tradicionales de Paraguay.
Sin embargo, esta creencia en el «paje», aunque muy arraigada en nuestro país, no es una tradición exclusivamente paraguaya; o, más bien, no es propiamente «paraguaya», sino que se extiende por toda la zona de influencia cultural guaraní, como, por ejemplo, las regiones chaqueñas, correntinas y del nordeste de Argentina.
En este vecino país, por ejemplo, Argentina, la creencia en el «paje» (o la presencia de esta creencia en la cultura y la tradición locales) inspiró, hace algunos años, una miniserie de ficción cuyos ocho capítulos fueron rodados en las provincias del Chaco y Corrientes. Esta miniserie, cuyos episodios trajeron a la actualidad diversos mitos y leyendas guaraníes, que también son muy propios de la cultura paraguaya, fue estrenada en el 2011 y se llama, precisamente, «Payé».
En principio, se considera que en toda el área guaraní sudamericana el «paje» ha estado presente desde hace muchos siglos y que los pueblos originarios ya habían «entrado en contacto» con los legendarios seres que popularmente se piensa que habitaban (o habitan) los montes. Seres maravillosos como, entre varios otros, el pombero, las poras, las ánimas de la Guerra Grande, San La Muerte, etcétera.
Volviendo al tema de la naturaleza moralmente ambivalente o neutra del «paje», que, según decíamos, se presta tanto para hacer el bien como para hacer el mal, al aproximarnos, señala Roberto Ogdon en su artículo «Apuntes sobre la magia guaraní en Paraguay» (publicado en la revista Kenos 2, Buenos Aires, 2003), «a la cultura guaraní –que cubre una vasta región de Sudamérica, incluyendo Argentina, Bolivia, Brasil, Guyana Francesa, Perú y Paraguay; y que contaba con no menos de setenta y un tribus relacionadas con la gran familia nativa llamada Tupí-Guaraní (o Guaraní-Tupí)–, nos encontramos, en tiempos precoloniales, coloniales y poscoloniales, con que la misma se encontraba en la fase productiva propia de una economía agrícola “primitiva” y que sustentaba una muy consistente ideología religiosa, compartida prácticamente in toto por las diferentes tribus, incluso a pesar de las variantes locales en detalles de “mitología” y prácticas rituales», y añade que «la Magia era el marco de referencia de todos los eventos que acontecían en la vida de los miembros de la tribu».
Más adelante, el mismo autor escribe que los «espíritus de la naturaleza» eran invocados «para bien o para mal: para hacer lo primero, se entonaba un “ñe’engara”; para lo segundo, un “purahéi vai” o “ñembo’e vai”; para rechazar un daño, un “mba’e pochy”» (R. Ogdon, op. cit.).
Pero en cuanto a si, más allá de su profundo interés cultural, histórico y antropológico, esta tradición del «paje» es temible, o si no lo es en absoluto, la mejor manera de responder es decir lo que discreta y acertadamente decía el doctor Bonenfantes (y eso que el buen doctor Bonenfantes podría tener un poco, o un mucho, del típico personaje escéptico y racionalista imbuido del positivismo del siglo XIX), en el famoso «Cuento de Navidad» de Guy de Maupassant: «No creo en los milagros, pero creo en la fe. Sí, creo que la fe lo puede todo, creo que la fe mueve montañas. Podría citar muchos ejemplos de ello, y si no lo hago ahora no es porque tema indignar con ellos a la concurrencia, sino porque no deseo disminuir el efecto de la extraña historia que voy a relatarles».
«No creo en los milagros, pero creo en la fe» Guy de Maupassant