El mapa lingüistico el Paraguay

La población paraguaya es mayoritariamente mestiza hispano guaraní, aunque más propiamente es vasca guaraní, atendiendo al grupo inicial de europeos que le dieron origen. La población “blanca” es minoritaria y la indígena actualmente no alcanza el tres por ciento. Mirado desde el punto de vista étnico, es el país más latinoamericano de América Latina porque ni es muy latino ni muy americano.

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En el país existe un mosaico de lenguas y culturas. Se hallan en uso, por comunidades humanas establecidas, un total de quince lenguas, ejercidas a través de más de treinta dialectos. Atendiendo al origen de las lenguas, las clasificamos en tres bloques: americanas, europeas y asiáticas. El bloque americano se halla compuesto por cinco familias lingüísticas que son: 1) La zamuco, que reconoce dos dialectos: ayoreo e yshyr; 2) La mataco, con sus dialectos: nivaklé, makä y choróti. 3) La maskoy, integrada por los dialectos: lengua, angaité, guaná, sanapaná y toba-maskoy. 4) La guaicurú, con dialecto único dentro del Paraguay, pero con extensión hacia Argentina. 5) La avá-guaraní, que reconoce siete dialectos dentro del Paraguay: paï-tavyterä, ava-katueté, mbya-ka’yguä, aché-guayaki, guaraní-ñandéva, chiriguaná o guarayo y guaraní paraguayo. El bloque europeo se halla integrado por el castellano, el portugués, el alemán, el platoich, el ruso, el ucraniano y el polaco. El bloque asiático lo integran el japonés, el coreano y el chino.

Localización y demografía.

En la Región Oriental se hallan localizados cuatro de los dialectos indígenas del idioma guaraní: 1) El paï-tavyterä en el extremo norte, en el departamento (gobernación) de Amambay, en la frontera con el Brasil. El territorio de la parcialidad que lo habla es transfronterizo y se los denomina paï-kaiová a los situados en el lado brasileño. En el Paraguay se hallan organizados en treinta y tres comunidades, sumando aproximadamente tres mil personas. Ellos conservan los conceptos de nación, de parcialidad y de territorialidad. Es la parcialidad guaraní mejor organizada y la más cohesionada. Su dialecto es diferente del guaraní paraguayo y existen muy buenos registros. 2) El dialecto ava-katuete es hablado por la parcialidad guaraní del mismo nombre, localizada en el departamento de Canindeyú; integra 23 comunidades. Este dialecto se halla muy invadido e influenciado por el guaraní paraguayo. 3) El dialecto mbya-ka’yguä, de indígenas así denominados, distribuidos en 60 comunidades pequeñas dispersas por varios departamentos. Esta es la parcialidad más anárquica, libertaria y celosa de su cultura. Su población actual sumaría tres mil personas. Su dialecto es bien diferente del guaraní paraguayo y existen registros muy fieles. 4) El dialecto aché-guayakí, hablado por indígenas del mismo nombre, es el guaraní más arcaico; se lo considera protoguaraní. Solo quedan cuatro comunidades, 400 personas, luego de ponerse fin al inmundo negocio de la venta de sus niños en Europa, que en principio se creyó que era para estudios laboratoriales nazis, porque son indios rubios de ojos claros. Todos estos dialectos se hallan en vías de extinción. Los otros dos dialectos del guaraní se hallan ubicados en la Región Occidental o Chaco. En esta Región Oriental se hallan localizadas además todas las lenguas europeas y asiáticas. El portugués ocupa toda la costa del río Paraná, frontera con el Brasil, y se calcula en cuatrocientos mil. El alto alemán hablan comunidades pequeñas asentadas en Itapúa y Guairá, constituidas antes, pero reforzadas luego de la derrota nazi. El ruso, el ucraniano y el polaco todavía lo hablan algunos abuelos en el departamento de Itapúa, en poblaciones de inmigrantes asentadas en distintas partes después de la revolución de 1917. (colonias Fram, Hohenau, Cap. Miranda). Todas en vías de extinción. El idioma japonés pervive en boca de los abuelos en sus pueblos originarios: La Colmena (Paraguarí), y Pirapó (Itapúa). Se halla en vías de extinción. El coreano es hablado en Asunción por inmigrantes de esa nacionalidad. Uno de los dialectos del chino lo hablan sus inmigrantes en Ciudad del Este, Alto Paraná.

EN LA REGION OCCIDENTAL

En la Región Occidental o Chaco se encuentran las demás familias lingüísticas mencionadas, más las dos parcialidades restantes de la guaraní. En el extremo norte de esta Región se encuentran los Ayoreo, conocidos como “los indios moros”, una nación montaraz que resistió como ninguna al contacto con las sociedades nacionales. La mitad de su territorio se encuentra dentro de Bolivia. Se presume que tienen hasta ahora pequeños grupos que no han tomado ningún contacto. Se sabe muy poco de su lengua y de la envergadura de su población. Los yshyr u öchör, conocidos por los paraguayos como los chamacoco, se hallan localizados también en el alto Paraguay, pero en la ribera. Se dividen a su vez en tres parcialidades: los yvýtoso, los tomáraho y los geiva. Era un pueblo numeroso, pero actualmente su población se halla muy reducida; se estima que ya no sobrepasan de cuatro mil personas. Las enfermedades endémicas junto con la depredación de su hábitat y el alcoholismo van socavando su estabilidad. Tampoco se conocen registros importantes de su lengua. La familia lingüística maskoy. Se halla conformada por una abigarrada mezcla de parcialidades, en su mayoría en vías de extinción. Son habitantes del Chaco central. Ocuparon un extenso territorio ubicado entre los ríos Paraguay y Pilcomayo; un triángulo que limita con zamucos, matacos y guaraníes. Los maskoy entraron en contacto con los colonos menonitas que se hallan establecidos en esta zona y establecieron relaciones de trabajo subordinado. Actualmente, como consecuencia de esas relaciones y de la conversión religiosa, se hallan destribalizados en su mayoría. Con ello han perdido el concepto de comunidad y asumieron formas de vida occidentales. De sus lenguas existen escasos registros. Se perderán irremediablemente. Ellos asumieron mayoritariamente el platoich o dialecto alemán de Babiera, que aquí separamos del alto alemán por haber adquirido categoría de lengua en su aislamiento. Los mataco/mataguayo conforman un pueblo indígena numeroso y disperso. Los nivaklé, más conocidos por los criollos como “chulupíes”, se hallan ubicados en el Chaco boreal, sobre el río Pilcomayo, en su parte media y alta. Es una comunidad compacta y bien organizada. Aceptaron la escolarización de sus niños, pero sólo en lengua materna. Redactaron e imprimieron sus propios libros de lectura en nivaklé, naturalmente. Es un pueblo laborioso, noble y altivo. Sus mujeres son insignes tejedoras y realizan con la lana una primorosa artesanía. Es uno de los pueblos más respetados entre los pámpidos chaqueños. Su población se acerca a catorce mil. Los makä: conocidos como “los indios asuncenos”, moran en torno de la ciudad capital y se los encuentra en sus calles con la venta de su artesanía, especialmente de plumas y cañas. Es un pueblo pequeño que ha emigrado de su hábitat natural siguiendo al general ruso Jean Belaieff, el cual registró y describió amplia y detalladamente la lengua makä. Los makä no han aprendido hasta ahora el castellano ni el guaraní. No pronuncian una sola palabra en estas lenguas, salvo el precio de la pieza artesanal que ofrecen. Su población actual no debe sobrepasar de doscientas personas. Los choroti, conocidos también con el nombre de “manjui”, son una parcialidad dispersa por el Chaco central, en plena vía de extinción. Se tiene muy escasos informes de esta etnia, al punto que se discute aún si es parte de la familia lingüística de los mataco o de los maskoy. Los guaicurú: con esta denominación es conocida una familia lingüística virtualmente extinguida en el Paraguay, donde queda una sola comunidad de menos de 50 personas en Cerrito, Chaco. Los guaraní occidentales: residen en el chaco los guaraní-ñandéva y los guarayo o chiriguanos, ambos grupos con extensión en territorio boliviano, donde aparentemente tienen sus respectivos centros de poder cultural y político. El dialecto de los mismos, similares entre sí, son notoriamente diferentes de los demás dialectos guaraníes de la Región Oriental; tienen acento llano, mientras aquellos conservan el acento final predominante.

El castellano y el guaraní paraguayo. Sobre este mosaico se extienden dos lenguas de uso general: el castellano y el guaraní paraguayo. A una de estas lenguas deben acceder los hablantes de las citadas lenguas minoritarias para comunicarse con la comunidad nacional. Son estas, además, las lenguas oficiales del país por disposición constitucional, aunque el Estado funciona, hasta ahora, solo en castellano.

Situación de las lenguas americanas.

Las lenguas americanas en general, incluidas las expresiones dialectales indígenas del guaraní, se hallan confinadas a comunidades indígenas segregadas de la comunidad nacional. De esta situación se halla excluido solamente el guaraní paraguayo, por ser un dialecto hablado por la población nacional mestiza y criolla. Esta variedad del guaraní ya no pertenece al mundo indígena, aun cuando la mayoría de los indígenas lo hablan también, pero como segunda lengua. Considerando esta situación y sumando a ella la limitada población de la mayoría de las naciones indígenas, es fácil colegir que las mismas se hallan en vías de pronta extinción. No tienen protección. La Constitución Nacional los declara “patrimonio cultural de la nación” y dedica seis artículos a los pueblos indígenas, garantizándoles toda clase de derechos, pero es ilusorio; en la realidad, el pueblo paraguayo, como pueblo discriminado durante cinco siglos por razones lingüísticas, es a su vez discriminatorio; no considera a las culturas de minorías; es envolvente y agresivo. El Estado no tiene ningún órgano dedicado a la protección de las lenguas de estas minorías. En muchos casos, los que van a desaparecer en breve no son sólo las lenguas sino los mismos pueblos, como el caso de los guaná y los sanapaná.

EL CASO DEL GUARANÍ EN EL PARAGUAY

El guaraní es una lengua americana que reconoce hablantes en el Paraguay, la Argentina, el Brasil, Bolivia, Colombia y Venezuela. En Paraguay y Argentina lo hablan dos clases de personas, los miembros de las sociedades nacionales y parcialidades indígenas. En los demás países solo lo hablan pueblos indígenas como minorías culturales y, en la mayoría de los casos, en situación de segregación.

El guaraní hablado por los ciudadanos miembros de las sociedades nacionales es una variedad dialectal que, en el Paraguay, recibe el nombre de guaraní paraguayo. Este dialecto es lengua de la mayoría nacional en el Paraguay, donde es comprendido por aproximadamente el noventa por ciento de la población; es hablado por el 60 % en forma alternada con el castellano y por una población monolingüe guaraní que todavía es del 33%. De ello se colige que uno de cada tres paraguayos funciona solo en guaraní y dos de cada tres funciona mejor en guaraní que en castellano, porque es su lengua materna. Como un refuerzo para estos hablantes se encuentran seis parcialidades indígenas pequeñas que hablan en sus respectivas tribus dialectos diferentes del mismo idioma, pero poseen a su vez el guaraní paraguayo como segunda lengua, con el cual se comunican con miembros de la comunidad nacional.

Origen. El guaraní paraguayo no es un producto directo de la colonización ni del mestizaje. Se tiene comprobado que a la llegada de los españoles en 1537, los karió, parcialidad guaraní que ocupaba la ciudad de Paraguaÿ (hoy Asunción) y toda la costa oriental del y Paraguaÿ (río Paraguay), hablaban ya un dialecto diferente de los demás dialectos de la misma lengua. Esta parcialidad fue la más afectada por el descubrimiento y sometimiento de la nación guaraní. Las demás serían también, pero más tarde y paulatinamente. Con la ocupación del territorio, la colonización y el mestizaje étnico y cultural, este dialecto se diferenció aún más de las otras variedades dialectales. Contribuyeron al efecto, tanto la sustitución de la religión guaraní por la cristiana, como la asunción del sistema económico occidental, de acumulación de bienes, por parte de la naciente etnia mestiza. Se sumó a ello el sistema político colonial de vasallaje dentro del cual nació la misma y la permanente presencia de la lengua castellana, compartiendo con el guaraní-karió el mismo territorio y la misma población. Es por ello que actualmente reconoce una enorme carga de hispanismos en su léxico y su estructura sintáctica se halla bastante calcada sobre la castellana, sobre todo en los hablantes más precarios.

Historia social.

La nobleza española nunca pisó tierra paraguaya. Los buques que sitiaron y tomaron la táva Paraguaÿ, hoy ciudad de Asunción, se hallaban comandados por los vascos Juan de Ayolas y Domingo Martínez de Irala. Este último es considerado padre de la etnia paraguaya por haber dispuesto la toma de mujeres por la soldadesca, mayoritariamente vasca, y por haber dado el ejemplo con sus más de treinta mujeres. Los primeros mestizos, educados por su madres guaraníes, tuvieron por lengua materna al guaraní y como segunda, al castellano, al menos aquellos que tenían que ejercer actos de gobierno, no todos. Fuera de esta sociedad civil se encontraban los pueblos de las misiones jesuíticas y franciscanas que, en número de 21 y llamados “pueblos de indios”, atravesaron los 300 años de coloniaje. Dichos pueblos de indígenas cristianizados fueron mantenidos durante la colonia con gobiernos locales propios, indígenas; hablando exclusivamente en guaraní y sin hallarse expuestos al mestizaje ni al bilingüismo. Fueron abiertos a la sociedad nacional recién en 1843, luego de la independencia del Paraguay, que se produjo en 1811. Entonces se inició otra oleada de mestizaje, el llamado “mestizaje tardío”, no ya con españoles sino con los ya mestizos.

Esta breve historia explica la causa por la que el pueblo paraguayo viene a ser el único pueblo de América que asumió, masiva y mayoritariamente, una lengua indígena sin serlo; y no es un pueblo indígena, no porque no tenga una buena porción de cromosomas indígenas sino porque se ha apartado de la religión guaraní, del sistema económico que prohíbe acumular bienes, del sistema social que obliga a vivir en comunidad plena y en tribus o parcialidades, y a compartir absolutamente todo cuanto se posee. Se apartó también del sistema político; de la democracia de consenso de la nación guaraní. Todos estos aspectos fueron sustituidos por sistemas europeos, pero no la lengua. El castellano no pudo pasar a ocupar el lugar del guaraní como Cristo el de Tupä, porque los operadores de la educación no demostraron la misma eficacia que los misioneros de Cristo. El proceso de sustitución de la lengua empezó recién en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado con la multiplicación de las escuelas. Hasta entonces más del 60% de los paraguayos era monolingüe guaraní. Sin embargo, el sistema educativo seguía siendo el mismo dejado por la colonia, exclusivamente en castellano. Nunca hasta entonces se planteó la alfabetización de los paraguayos en lengua guaraní y, consecuentemente, nunca cambió el sistema colonial. Por ello el Paraguay llegó a este siglo XXI con un gobierno, un parlamento y un Poder Judicial que hablan sólo en castellano. Con prensa escrita monolingüe castellana e igualmente la gran mayoría de los medios orales. Con letreros, avisos, indicaciones, rótulos y propagandas todos en castellano.

La reivindicación del indígena, de la lengua y de la cultura guaraní empezó tímidamente en la década de 1940. En 1967 una nueva Constitución Nacional declara al guaraní “lengua nacional” y autoriza su enseñanza. En 1992 se reforma la Constitución y esta declara que el guaraní es lengua oficial del Estado junto con el castellano. Al mismo tiempo ordena que la educación escolarizada se realice en la etapa inicial, en la lengua oficial materna del educando. La Constitución de 1992, vigente a la fecha, fue sancionada en ambas lenguas oficiales, es decir, fue también aprobada una versión en guaraní por la misma autoridad política, la Convención Nacional Constituyente. En 1993 el Gobierno dictó un decreto por el cual crea la Comisión Nacional de Bilingüismo, y le encarga la redacción de un proyecto de ley para reglamentar los artículos constitucionales referidos a las lenguas oficiales. La ley no fue sancionada hasta la fecha. No obstante, el Ministerio de Educación y Cultura puso en marcha el plan nacional de educación bilingüe, plan que en su etapa de experimentación resultó muy alentador. Se comprobó que los niños monolingües en guaraní que reciben la enseñanza en su lengua materna demostraban alto rendimiento y superaban la tradicional timidez y el habitual mutismo de antes. Sin embargo, el plan fracasó y no se han divulgado los resultados de la evaluación del fracaso. Es más, se niega a nivel oficial. Pero no se podrá ocultar por más tiempo, porque los resultados están a la vista. Estimo empíricamente que las causas deben ser: la falta de definición del modelo de lengua; la falta de acompañamiento de los padres; la falta de preparación adecuada de los maestros; las deficiencias léxicas que tiene el mismo idioma para denominar objetos y fenómenos modernos. Tampoco se pueden descartar los valores culturales colonialistas de los padres que más bien desean el acceso de sus hijos a la lengua de prestigio, ni el posible sabotaje de los castellanistas empotrados en el sistema. Desgraciadamente no se ha definido el modelo de lengua que debe ser asumido por el sistema educativo, y este se apartó de la lengua viva; adoptó un sociolecto que no reconoce hablantes dentro del Paraguay; un guaraní repurificado a través de neologismos inventados en gabinete por los profesores. Es el denominado “guaraní puro” que no admite hispanismos en su léxico, promovido por una corriente que no acepta la dialectalización de las lenguas y por ende niega la existencia del guaraní paraguayo. Una corriente extremista y fundamentalista que virtualmente niega cinco siglos de proceso histórico se declara guaraní de lengua, en vez de reconocerse como paraguayo que solo usa un dialecto de ese idioma. Pero lo más grave es que ignora que el pueblo guaraní se halla todavía presente y su identidad de nación no puede ser usurpada. El experimento fallido causó mucho daño al guaraní, aumentó su desprestigio llevándolo a un escenario de hilaridad y ridiculez. Los padres de los estudiantes, hablantes del idioma, al comprobar que no podían comunicarse en guaraní con sus hijos, repudiaron masivamente el guaraní escolar. Los niños y jóvenes se encontraron sin el apoyo de sus padres y se desmotivaron. Los profesores, fanatizados, se niegan a realizar los cambios que les propone el Ministerio para acercar el guaraní escolar al guaraní vivo y hablado, al guaraní paraguayo, y traban toda iniciativa de corrección. El Ministerio se convierte en un general sin mando de tropa, y no se vislumbra ninguna solución, sobre todo porque el guaraní no tiene un ente normativo, una autoridad reguladora.

Por su parte la clase política es y se muestra ajena a todo este drama. El Congreso de la República dicta las leyes solo en castellano, violando de modo flagrante la Constitución política del Estado cada día. Sigue sin dictar la ley reglamentaria de las disposiciones constitucionales en materia de lenguas. No ha creado la Secretaría de Política Lingüística ni la Academia de la Lengua Guaraní, tan necesaria para resolver los problemas internos del idioma. El Poder Judicial sigue sin implementar los procesos en guaraní; sigue traduciendo las declaraciones que los testigos prestan en guaraní, en acto público y bajo juramento de decir verdad, a la otra lengua oficial, para asentar en las actas, en grave atentado contra la fidelidad del testimonio. Las universidades importantes y tradicionales no tienen ningún interés en la cuestión de los idiomas y las nuevas no son sino empresas lucrativas.

Para resistir a todo esto durante 500 años, 300 de colonia y 200 de “independencia para los que hablan castellano”, la lengua guaraní ha tenido que hacer grandes concesiones en los aspectos lexical y sintáctico; pero también penetró profundamente la cultura paraguaya, al punto que la oligarquía capitalina es la única de América que no ha creado una cultura propia y distinta del resto del país; consume lo creado por el pueblo campesino, tanto en materia de música como de canciones y poesías populares, en el teatro, la comedia, la farsa, los programas cómicos, los chistes, los dichos, fábulas y cuentos, todos orales, todos en guaraní. El pueblo paraguayo no lee habitualmente pero está bien informado siempre; tiene una cultura eminentemente oral. La oratura popular es mucho más importante que la literatura de ficción.

La guaraní es una lengua cuya estructura interna viene siendo estudiada y descrita desde el siglo XVII, es una de las mejores conocidas entre las lenguas de América. En los últimos 50 años consolidó un alfabeto fonológico de 32 grafemas, el cual es adoptado también por las minorías indígenas sin inconvenientes. Pero para la transcripción fiel del guaraní paraguayo, del habla popular, necesita ampliar dicho alfabeto con cuatro letras más. Cuenta con importantes descripciones gramaticales y diccionarios bilingües de varios autores. Tiene más de cien años de producción poética experimentada en todos los estilos, un importante corpus teatral y una narrativa de aparición reciente que ya cuenta en su haber la primera novela escrita en lengua americana.

En suma, el guaraní tiene el rango de lengua oficial del Estado paraguayo en todo el territorio nacional, pero no es asumido por el Estado. Es lengua de una mayoría absoluta de habitantes a nivel nacional pero tiene el estatuto de una lengua minoritaria; es una lengua minorizada. El pueblo paraguayo es ampliamente bilingüe, pero el Estado, las universidades y la prensa, son monolingües. En cuanto a la movilidad lingüística, su tendencia es regresiva. Cada año pierde miles de hablantes porque los padres hablan menos a sus hijos en guaraní. De no hacerse nada por frenar esta tendencia, es posible que en veinte años el guaraní llegue a un punto irreversible y se pierda definitivamente la posibilidad de salvar a una de las lenguas indígenas más viables de América.

Tadeo Zarratea; Abogado, político, escritor de ficciones y docente de lengua.
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